Era un hermoso atardecer del verano número tres en el que ya no estaba con él. A mi parecer los años habían transcurrido demasiado rápido pero ante los ojos de mis seres queridos estos años se habían convertido en un constante sentimiento de angustias, muchos creyeron que en algún momento no regresaría de aquellos misteriosos viajes que realizaba cada día al llegar el atardecer. Lo que en realidad ellos no sabían era que, aquellos viajes se habían convertido en parte esencial de mi estilo de vida, y no sabría decirles si en algún momento los dejaría. Para muchos, significaban mi forma de evitar la realidad conforme el tiempo me había hecho madurar, para mí solo eran una forma de recordar aquella persona que no volverá.
En realidad, quisiera que todos dejaran de pensar que en algún momento me voy suicidar porque es algo que nunca pasará, ese no ha sido mi plan, lo único que he hecho todas las tardes es ir a la playa a recordar todos los momentos maravillosos que viví en aquel lugar, con la única persona que vio más allá de mi forma de caminar.
Quizás aquel acontecimiento sobrepasó mi frágil naturalidad y abrió paso a una dura tempestad, ver como él partía de este mundo terrenal se llevó todas mis ganas de respirar, ahora mismo solo quiero imaginar que él a mi lado está y no se irá. Supongo que mi mente ha creado una especie de pared que separa la realidad de lo que quiero pensar, y por ahora prefiero quedarme en mi mundo de ilusiones antes de aceptar que él jamás volverá.
Lindo.
Muchas gracias amiga, me alegra que te guste