24 de abril de 2012 a las 11:41
Estaba de viaje, en medio de una conversación de esas que sólo se suelen dar en algún hostel por la mañana: en el ambiente de charla del desayuno flotaba esa extraña lucidez semiconsciente que se siente cuando hace apenas unos minutos la cabeza estaba sobre la almohada.
De repente, un grupo de personas de distintas nacionalidades se juntan sin conocerse en torno a unas tostadas, (en mi caso a la espera de un tour y minibus que tenía que pasar por el hostel). De algún modo se dispara una conversación de una profundidad bastante inusual para la hora, y las condiciones. Después de un disparador que muy bien no recuerdo, se sueltan “párrafos” similares a éstos:
“Estamos rodeados de gente que vive apurada. Probablemente, van a su trabajo sin ganas o con algo más de ganas si lo que hacen mínimamente se relaciona con lo que les gusta. Es probable que la mayoría de ellos se prenden a la “carrera de acumular ”. Nos convencen de que no hay mejor forma de demostrar que nos va bien, o de sentirlo que con la acumulación de objetos. Muchos están abocados a ellos, a poseerlos, pero conmigo no cuentan.”
Todavía, las frases no aminoraban mi escepticismo. Confieso que antes de adherir a un discurso, primero tengo que escucharlo un largo rato y repensarlo hasta que logre convencerme:
“ ¿Sabes que agregaría? (otro tertuliano) …estamos bombardeados. Desde muy chicos, miramos a un Mickey, a un Teletubbie, da igual, cualquier “mamotreto” colorido que nos hipnotiza termina sacándole plata (dinero) del bolsillo a nuestros padres. Los deseamos porque alguien los hizo existir, y casi ningún padre se resiste. Vivimos en una sociedad en donde todo se rige por la necesidad de consumir “algo” que se nos vende de mil formas. Aclaro, no tengo nada con los Teletubbies. Pero de grandes, ya queremos lo que necesitamos, y también, lo que no necesitábamos cuando no existía, pero creemos que ahora es indispensable.”
“ Estamos rodeados (quizás porque nadie interrumpe, prosigue con más)… de objetos que coleccionamos sin razón. Es probable que el 80 por ciento de lo que te rodea mientras estás sentado en tu casa no lo necesites. Pero no deberías darte cuenta. Queremos tener mucho, porque creemos que es lo que hay que hacer. Después de todo, tener algo nuevo nos genera unas horas de ilusión y satisfacción. Pero solemos negar que la “magia” se desvanece rápido.”
Y ahí, vino “la frase”:
“Es cierto, queremos tener mucho”, y otro, que no había hablado una palabra desde el día anterior, agrega rápidamente: “si lo que quieres es tener mucho, probablemente has viajado poco”
Silencio de nuevo.
La frase, casi podría decir que la recuerdo textual.
La charla sigue un poco más, aunque tuve que abortarla poco después de esa frase a la que se quiere o se odia (racional o irracionalmente). Había llegado el transporte y por el portero, me habían llamado para mi excursión del día….apenas me estaba despertando.
La idea desplegada durante esa charla (la de viajar mucho y aprender a querer tener poco) era la siguiente: viajando, entre otras cosas, se aprende que no necesitamos vivir con mucho, ni tener mucho. Viajando, se aprende kilómetro a kilómetro que lo mejor es moverse con poco, y que al tener poco ganamos en libertad.
Desglosando aún más la frase, con lo de aprender “viajando” se apuntaba a un viaje “de verdad”, de esos sin demasiados planes, sin demasiados destinos prefijados, sin límites de tiempo. Si el viaje está todo pautado y dura poco, se niega el factor sorpresa y no llegaremos a entenderlo. Si el viaje es largo, cada vez más cosas empiezan a sobrar en nuestro equipaje, nos daremos cuenta. Si nos “rebelamos” y nos desentendemos de la idea de que hay que vivir para llenar de cosas “nuestra mochila”, el espacio empieza a ser más grande, y habrá más lugar, y descubriremos más lugares. Viajando te das cuenta que hay que mantener la mochila lo más vacía posible, que no hace falta más.
Y eso mismo se podría aplicar a nuestra vida cotidiana. Incluso lo experimentamos en la práctica.
Al menos yo, suelo aprender a prueba y error, y fue viajando el modo en que empiezo a comprobar todo lo que se hablaba en esa charla con dolores de espalda. Me ha pasado en un primer viaje, querer llevar en la mochila todo el confort hogareño compactado. En pocos días casi todos comprobamos, primero, que no es necesario tanto, y segundo, que la espalda no podrá resistirlo. Por defecto, ¿será que viajando comprobamos que vivimos con sobrecarga?: en nuestra vida sedentaria gastamos tiempo llenando una mochila gigante que nadie podría cargar, y que tiene mucho más de lo que necesitamos. En resumen, que trabajamos duro, nos sale caro, y ni siquiera lo necesitamos.
Viajando, se aprenden todas esas cosas. Algunos dirán que hay gente que prefiere no moverse. Es cierto. Pero deberían probarlo, moverse, hacer que “la casa” en la que vivimos sea mucho más grande y nuestra mochila más liviana. Claro que es normal querer tener lo suficiente, pero también es bueno saber que con menos es suficiente (y es tan fácil olvidarlo). También, hay gente que prefiere vivir con mucho.
Espero que me permitan irme (un sólo párrafo) de tema, agregando alguna frase de Karl Rabede, el ex millonario que dice ser más feliz después de donar su fortuna y vivir una vida más austera (no pobre, sino más austera):
“El mayor shock de mi vida ocurrió cuando me di cuenta de lo horrible, mecánica y sin emoción que era mi estilo de vida de cinco estrellas….estar al aire libre, ver el amanecer… Esas son las cosas que me hacen sentir pleno”“
Ya lo sé, que el testimonio de un ex millonario drástico, no deja claro si hace la regla o la excepción, pero ha quedado muy bien en éste post, casi como en nigún otro .
Para retomar, agregaría, que viajar, es la forma “más barata de tener mucho”. Descubriendo nuevos lugares, explorando nuevas culturas, respirando nuevos aires (cada vez que lo hice), no me siento millonario, sino afortunado, y según lo experimentado, leído, y lo que me han enseñado, sale mucho menos de lo que pensamos. El descubrimiento es ese, lo que importa no es “que tan grande es la mochila que cargamos y con que”, sino lo que hacemos con nuestra vida y con “nuestro viaje”. Y una de las formas de aprenderlo, dicen, tan sólo una de las formas de aprenderlo, es viajando mucho.
Que tanto hay de cierto en esa frase, supongo que lo descubrirá cada uno. No estoy sugiriendo que nos dediquemos a experimentar un brote místico o que nos aboquemos a una vida austera por completo y tiremos todo lo que tenemos (que nadie se dispare por la tangente). Tan sólo quería pensar una frase, compartirla, y que cada cual decida odiarla o enmarcarla. Por mi parte, ha resultado una de esas frases que se refrescan cuando una vez en casa, me encuentro ordenando un poco la habitación para comprobar que me he pasado parte de la vida convertido en un coleccionista de idioteces a tiempo parcial, y sin ninguna inocencia. Tal vez la frase tenga algo de razón, y es que todavía he viajado poco.