Desnuda yo me encontraba
tumbada sobre su cama,
tratando de conectar palabras
para regalarle un cuento.
De pronto sentí su dedo
dibujar algo en mi espalda.
Me sorprendió saber que eran versos
que usted a mi me regalaba.
Me giré sorprendida y dije:
-“Debe usted retirar su dedo.
No escriba sobre mi cuerpo,
si no quiere en este momento
inmortalizar nuestro encuentro”.
-“¡Es tarde niña! ¡Es tarde!”
Fueron sus sabias palabras.
Me giró dulcemente y continuó
dibujando en mi reverso
una gran paloma blanca...