3 SOLUCIONES DE URGENCIA PARA VENEZUELA - PARTE 1: ESCASEZ

in #venezuela6 years ago (edited)

Caracas, Venezuela
2018.08.07

Autor: Marcos Mora
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3 SOLUCIONES DE URGENCIA PARA VENEZUELA

PARTE 1: ESCASEZ

2016 supermercado central madeirense con grandes colas en Venezuela.jpg

Foto tomada de La Opinión

Venezuela atraviesa una crisis económica gigantesca. No voy a describirla porque basta con ver y vivir las colas kilométricas para conseguir los escasos productos, sentir la ansiedad cada semana pues suben los precios, tener un salario con el que no hay forma de comprar una vivienda, fundar una familia o salir de la pobreza del no tener ni para comer, para tener una muestra. Lo que sí haré será aportar 3 soluciones que tenían que ser implementadas para ayer, y de implementarse hoy, le quitarían un gran peso de encima al ciudadano hambriento.

Antes de sugerir soluciones, hay que identificar los problemas:

  1. La escasez de los productos de consumo básico (alimentación, higiene, medicinas).
  2. La rápida escalada de precios, con una inflación proyectada de 1 000 000% (se lee un millón por ciento) por el FMI para 2018.
  3. La pobreza generalizada y creciente de la población

Relaciones de causalidad para el problema de la escasez

La escasez tiene su génesis en el control de precios. Se fija un precio máximo para toda una serie de productos y —evidentemente— son los que más faltan. Los precios se fijan muy por debajo del precio del libre mercado (el cual está en constante aumento por la presión inflacionaria). Con esta imposición, se produce mucho menos, pues ya no es atractivo para el productor, y se compra mucho más, pues a ese precio bajo todos quieren el producto.

Como resultado, no alcanza para todos y se procede al racionamiento: cuotas semanales, días de compra con el terminal de cédula, captahuellas y las infames e insufribles colas en los supermercados. Surgen incluso los “profesionales de las colas”, coloquialmente llamados “bachaqueros”, quienes madrugan para ser los primeros en comprar su ración, y luego de varias colas revenden en el mercado informal a un precio mucho mayor al que resultaría de un mercado formal libre (esto es así por la prima de riesgo, la incertidumbre y la casi nula presencia de economías de escala en el mercado negro, pero ese es otro tema).

Otro efecto perverso es la formación de mafias. Desde grupitos colocados al inicio de la cola amedrentando a los residentes, hasta verdaderos Al Capone de la cadena de distribución superior; pasando por el típico uniformado o amigo de los sobornos quien extrae bultos en la trastienda, hasta el desvío en tránsito desde la aduana, antes de siquiera llegar al supermercado. El vicio emperador es la diplomacia del rifle, otra distorsión que lacera gravemente la distribución de recursos.

Algunos lectores en este punto se pueden preguntar “¿por qué?”, “¿por qué hay tanta gente haciendo todas estas cosas con la comida?”, “¿somos de verdad un país de ciudadanos corruptos?”,”¿lo único que nos mueve es la viveza criolla?”. A lo cual respondo: Nada que ver. Esto ya ocurrió en todos los países donde se impusieron controles de precio, con antecedentes tan remotos como la antigua Roma. Basta con ser humano.

La relación de causalidad es: el precio controlado genera escasez, la escasez genera toda una serie de vicios de corte violento, el planificador burócrata central se jala los cabellos y crea nuevos controles sobre los anteriores (ejemplo: las cajas de comida CLAP), lo cual genera nuevos vicios (hay casos de corrupción en su distribución, y recuérdese el caso de CVAL y Bicentenario). Repita el ciclo hasta que la hambruna y la peste acaben con la población: ahora sólo los mafiosos quedan en pie. Sustituya “precio controlado” por “prohibición” y “alimentos” por “drogas” y verá las analogías al instante; con sus sembradíos clandestinos en la aduana y supermercados; con sus azotes, bandas y “ajustes de cuentas”. El control por la fuerza de los precios ha convertido a los alimentos en drogas ilegales. No les sorprenda la ya existencia de alimentos adulterados, igual que las drogas.

Entendiendo los precios

Antes de explicar la solución, primero se debe entender qué son los precios. Los precios distan mucho de ser un número arbitrario colocado por el vendedor en una etiqueta. Existe en toda zona territorial-humana, el “precio de calle”: ese precio es al que usted se refiere cuando dice “está caro” al ver un producto que sabe que puede comprar por menos en otro lado, o “está barato” cuando sabe que típicamente cuesta más.

Este precio existe como consecuencia de la necesidad de la gente (demanda) vs. lo puesto a la venta (oferta). El precio libre de un bien se convierte así en una medida de su escasez relativa a su demanda, con unas coordenadas de tiempo y lugar precisas. Dado estos supuestos, es fácil ver que los precios varían de país en país, de provincia en provincia, de ciudad en ciudad, incluso de calle en calle; como seguro la experiencia del lector atestigua.

Esta propiedad de los precios (la de medir escasez) es la información clave que indica a cualquier ser humano hacia donde transportar los recursos: un precio bajo en un zona indica que un producto es abundante, un precio alto indica que el mismo producto es escaso. No es ninguna sorpresa que el pescado sea menos costoso cerca del mar.

Como resultado, tenemos el incentivo de mover los producto de ahí donde son abundantes (bajo precio) hasta el sitio donde lo son menos (alto precio) y obtener el diferencial como ganancia. Si esto se hace con el volumen suficiente, los precios en ambos sitios tienden a igualarse. No le sorprenda a usted que la gente trafique productos con precios regulados hasta el otro lado de la frontera, el precio bajo -fijado por coacción estatal- empaña las importantes señales de distribución: los precios libres.

Los precios como señales de producción

Nótese que en ningún momento he dicho la palabra “costo”. Intuiciones erradas nos podrían hacer pensar que uno toma el costo de los insumos de producción, los suma y añade un porcentaje de ganancia. El proceso real de cálculo es exactamente al revés: dado un precio de mercado existente, ¿cual es el costo que estoy dispuesto a pagar para la producción de ese bien a ese precio?, ¿tengo las herramientas, las cifras de costo de los insumos y demás estimaciones para dar inicio a un proceso productivo? ¿Vale la pena el diferencial entre precio y costo estimado? Si el resultado no es atractivo: no se produce. Un cálculo de beneficio desfavorable es señal de un mercado con mucha oferta, el cual no admite nuevos vendedores a menos que: alguno salga del mercado; sea atractivo producir con una calidad por encima o por debajo del actual (es decir, también impulsa la variedad); que se tenga una innovación rompedora que baje el costo lo suficiente como para que permita un margen que justifique implementarla.

La búsqueda de los costos más bajos de producción es lo que impulsa la investigación y desarrollo en los 3 sectores (extractivo, manufacturero y distributivo) de la economía. El ejemplo mas elocuente de esto es el reciente boom del petróleo de lutitas, bajo un procedimiento conocido como “fracking”; basta decir que su costo de producción es alto (digamos 80$ p/b) y nunca se hubiera masificado sin un precio de mercado del petróleo a 100$ p/b, aun sabiendo que pozos tradicionales son mucho más baratos (digamos 20$ p/b), estos ya estaban siendo explotados.

Esta innovación (en español llamada fractura hidráulica) permitió colocar millones de barriles adicionales en el lado de la oferta mundial de crudo; tantos que (sumado a otras causas) el precio del petróleo se precipitó en caída en menos de 2 años a unos 30$ p/b. El largo periodo de precios altos también aceleró otras investigaciones en energía, como autos eléctricos y mejores baterías. La reciente recuperación de precios a 60$ p/b obedece a que, al nuevo bajo precio de venta muchos productores no pudieron mantenerse (aquellos que paga un coste entre 30$ y 80$ por barril por ejemplo) reduciendo la oferta y volveríamos a empezar un ciclo. Es decir, los precios en un mercado voluntario cambian y se auto-regulan según múltiples causas para satisfacer una relación demanda vs oferta cambiante y orientar subidas, bajadas e incluso dirigir los fondos de la necesaria investigación y desarrollo científico-productivo.

La solución 1

Exploradas las causas del desabastecimiento, la génesis de los precios como medida de escasez o abundancia relativa de los productos y su rol como indicador para la producción y distribución eficientes de lo que necesita la sociedad, en las cantidades adecuadas y las variedades de calidad requeridas; al lector ya le debe resultar obvio que la solución 1 es simple: eliminar el control de precios. Esto se hace —por ejemplo— con un solo decreto, de un solo artículo, como así se hizo hace décadas en la Alemania post 2da guerra, la cual tenía muchas de las condiciones de pauperismo económico de la Venezuela de hoy (incluido el control de precios).

Al día siguiente se formaron mercados informales espontáneos con productos que la gente común tenía almacenados pero que no intercambiaba por un justo miedo a las sanciones de los cuerpos de represión, o sólo en pequeñas cantidades mediante trueque clandestino —con todos sus inconvenientes—. Ese día se conoce como el “milagro de Erhard”, al ser Ludwig Erhard —ministro de finanzas— el promotor de esta y otras medidas que impulsaron una de las más grandes recuperaciones económicas conocidas en la Historia. A este periodo de continua mejora acelerada se le conoce hoy en día como el “milagro económico alemán” (que no es tal, sino consecuencia de saber lo que se hace en economía).

Naturalmente esta medida no garantiza una recuperación completa si no es acompañada por otras (sin producción no se supera la carestía) que examinaremos en detalle en las partes 2 (inflación) y 3 (pobreza). Finalmente resalto: las soluciones se necesitan con urgencia y sólo pueden ser aplicadas desde el poder, desde el Estado, por este gobierno o el siguiente, antes de que lleguemos a una situación donde habrá dinero y no habrá qué comprar.