Cuentos de un Soberano: El ocaso en la cola de un banco

“Hoy, como pan dulce con leche. Hoy sí me como un pan dulce con leche, nojoda!”, se repetía Yaneth cada vez que le entraba la desesperación por abandonar la cola. Ella junto a 30 ancianos más llevaba casi 11 horas frente al banco, un rato de pie, otro, sentada en la banca y con las piernas irremediablemente hinchadas, según ella por retener “tanto” las ganas de orinar. “Obvio, en los bancos no hay baño”.
Yaneth me contesta con el ánimo encendido y yo la comprendo, es que tiene muchas horas esperando su turno para cobrar la pensión. El monto suficiente para comprarse su pan dulce con leche, pues me dice que tiene meses que no se da ese “gusto”.
En todo ese tiempo no ha ido al baño, y tampoco ha comido, apenas un par de sorbo de agua para calmar la sed.
Ese jueves como cada mes, a veces hasta tres veces al mes, le tocó madrugar para poder retirar dinero efectivo, los bolívares soberanos que le otorga el gobierno por concepto de pensión por vejez, de los cuales; conforme a la inflación económica nacional, aproximadamente el 80% le alcanzará para comprar pan dulce con leche. “Un gusto al año no hace daño. Después veo como resuelvo. Dios proveerá”, y en medio de esa afirmación de abundancia Yaneth ha perdido cerca de 20 kilogramos de peso. Se nota en la ropa que le cuelga.
La tercera es la vencida, me aseguró luego de contarme que el martes se acabó el efectivo como a la 1 de la tarde y el miércoles se fue la luz cerca del mediodía por lo que el banco cerró. Regresando a casa “con las tablas en la cabeza”, cansada, hambrienta y angustiada por resolver la comida del día sin medio en la cartera. Por suerte, su hija Yasmery quien gana sueldo mínimo como asistente de preescolar, logró comprar “carcasa” huesos de pollos que guisados y con arroz resultan para ella un suculento menú de austeridad. “Lo importante es la sazón”, asegura.
Yaneth se puso las manos en la cabeza como gesto de conmoción porque aunque ya lo habían pronosticado sus compañeros de la fila, no esperaban que el viejito Ramón se desplomara ese jueves en medio del estacionamiento, a consecuencia de la insolación, su evidente desnutrición y posiblemente factura de una enfermedad que le prescribe sin éxito una vida más cómoda y tranquila.
A Ramón lo llevaba a cobrar su esposa, una guajira que apenas sabe hablar, sin privilegios porque todos son viejitos y discapacitados. “El tiene que hacer su cola como todo el mundo, así todo esperolao como lo veis. Ah bueno si te bajais de la mula con el vigilante pasais más rápido, pero a mí no me alcanza después pal pan dulce con leche”.!
Ella me muestra las ampollas que tiene en la piel que le salieron por los meses de sol marabino, en los brazos y en los pies. Sus 72 años se reflejan con más evidencia en su cara durante esos días del mes, en los que se levanta a las 3 de la madrugada a “pasar calamidad”. Pero ella no es la única, 4 millones 95 mil 23 ancianos venezolanos reciben el pago de la pensión por vejez, con el nombre de Adulto Mayor, es decir, personas de 55 años de edad en adelante. Padres y abuelos en el atardecer de sus vidas, que trabajaron toda su vida por este país y que soñaban con un futuro más feliz y digno, que recompensara su dedicación a la patria. Jamás, jamás se visualizaron pasando el día en la cola de un banco, enfermos, cansados y humillados.
Roberta por fin sale del banco, sólo con la mitad del dinero y con billetes de baja denominación, ya no le alcanza para la leche pero ese pan dulce no sale de su cabeza. Cruza la avenida, se monta en una chirrinchera para ir a la panadería más cercana, solo puede pagar un pasaje, se regresará caminando a su casa. “Señora no tenemos pan dulce, el salao sale a las 6 de la tarde”.

Fuentes:
Cifras del MPPRE/Prensa Miraflores/IVSS.gob.ve
Foto 1: panorama.com.ve
Foto 3: losbenjamins.com