Venezuela, crisis o indiferencia
Muchas veces nos vemos envueltos en situaciones difíciles o problemáticas, sin entender las verdaderas causas de estas dificultades, como dicen el refrán “Los arboles no nos dejan mirar el bosque”.
¿Qué está ocurriendo en Venezuela?
Sin ánimos de entra en diatribas políticas o ideológicas (que es lo que menos quiero, porque este blog es para sumar voluntades, no restarlas), nuestro país vive una situación socioeconómica sumamente compleja que ha afectado la calidad de vida de la mayoría de las familias venezolanas, sobre todo en los sectores más vulnerables. Recesiones se ven y se seguirán viendo en todos los países del mundo, pero lo visto en Venezuela va más allá de aquello que escuchamos a diario de diferentes sectores de la sociedad civil, los medios de comunicación y los sectores políticos de este país, entiéndase (según su afinidad con alguno de estos sectores): corrupción, guerra económica, autoritarismo, bloqueo financiero, populismo, terrorismo y pare usted de contar. Independientemente de cuál de estos calificativos o tendencias le parezca acertados, los mismos tratan de explicar el escenario que hoy vivimos: Escasez, impunidad, violencia, problemas de salud pública, hambre, etc.
A diario escucho argumentos que generan las hipótesis de porqué y como es que estamos donde estamos. Todos tenemos nuestro derecho a opinar, pero cuantos de nosotros se han preguntado que quizás haya un poquito de culpa o complicidad involuntaria de los propios venezolanos y no venezolanos con quienes compartimos este pedacito de tierra; o sea, tuya y mía. Cuidado, no estoy diciendo que mi vecino de al lado es quien dicta las políticas económicas de la república, ni que el señor del quiosco es el que fija la tasa de cambio en Dólar Today, pero sí creo que en nuestro día a día estamos quitando el granito de arena en lugar de ponerlo.
Lo que aprendí de Hillo Ostfeld
En 2016 me encontraba trabajando para una empresa de espectáculos que, como diría el gran Cervantes, cuyo nombre no quiero recordar, a pesar que mi estadía en esa organización fue en general poco grata, obtuve de allí un regalo que no esperaba. Me invitaron a una charla motivacional llamada “Luchando contra la indiferencia” dictada por un “tal” Hillo Ostfeld. Asistí a la actividad precisamente con eso, indiferencia, creyendo que este señor era otro “gurú” del coaching como otros tanto que dan conferencias.
Lamentablemente (o afortunadamente, aun no lo sé) sufro de memoria selectiva, no recuerdo quién se encargó de presentar al ilustre señor Ostfeld, pero lo que nunca olvidaré fue su dramático relato del holocausto judío. Solo voy a resumir como su historia tiene que ver con nuestra realidad, los detalles de sus vivencias durante la segunda guerra mundial se merecen su propio artículo. Tal como rezaba el nombre de la charla, el señor Ostfeld nos contó como la indiferencia fue cómplice de la matanza sistemática de millones de judíos.
Ese día no solo recibí una lección de historia, también aprendí algo muy importante, una frase que con mucho énfasis dijo Hillo Ostfeld: “Si a tu lado hay alguien que te necesita, ¡Ayúdalo! no te quedes sin hacer nada”. En resumen, ese día nos pidió que no seamos indiferentes ante el dolor ajeno, de haber existido solidaridad y empatía en la Europa de los años 30 y 40 del siglo XX, los nazis no hubieran casi exterminado a la población judía.
¿Somos indiferentes?
Algunas personas podrán decir que no son indiferentes, que simplemente nuestra situación es tan difícil que apenas puede ayudarse uno mismo. ¿Pero es realmente así? Doy un ejemplo cotidiano, se ha convertido en práctica común aquellos “amigos” que nos consiguen productos de primera necesidad ya sea por unidad, por cajas o bultos. Pues resulta que estos amigos no nos dicen (pero nosotros lo sabemos) que, primero que nada, el producto tiene sobreprecio y segundo, que le están quitando la oportunidad a las personas que no pueden pagar a precios “inflados” productos que muchas veces son de primera necesidad. Eso por da un ejemplo, ni hablar de aquellos que compran partes y piezas de vehículos robadas, sin pensar siquiera por un segundo que a quien robaron difícilmente pueda reponer esa pérdida.
Hace unos días estaba buscando unos archivos viejos en mi cuenta de correo, sin querer me topé con un mensaje de un amigo (porque a pesar de todo sigo considerándolo como tal) el cual hoy día vive en EEUU, era un correo del año 2006 y el mismo decía “Te consigo el pasaporte sin cita y en un solo día” y más abajo indicaba el monto a pagar con su respectivo número de cuenta bancaria. Lo curioso no es que promocionara este “favor” lo interesante de esta anécdota es sus correos anteriores y posteriores a este mensaje eran todos criticando al gobierno, sus funcionarios y sus políticas. Al principio me costó entender que era lo que este señor entendía como correcto y que no, pero finalmente concluí es que su filosofía era: “Si otro lo hace y no comparte mi posición política o ideológica, automáticamente está mal, sin discusión. Si yo lo hago porque me beneficia, simplemente está bien”.
Con el tiempo fue entendiendo que esta filosofía es más que común entre los ciudadanos de mi país.
Gracias por leerme, este blog también es tuyo.