Se llamaba Motica y llegó a nuestras vidas en mayo del año 98, de toda la camada fue la única con pelaje color ceniza, mientras sus hermanitos eran marrones o negros, de raza terrier. Fue mi mascota durante 18 años, sí, así es, larga vida para una perrita ¿cierto?
De cachorrita fue muy consentida y donde íbamos de viaje ella siempre nos acompañaba. No le gustaba comer perrarina ni pescado, le causaba vómitos, así que era muy selectiva a la hora de comer. Poco a poco fuimos descartando lo que no comía hasta que se quedó con un pequeño pero buen menú, solo comía pollo, carne o revoltillo, conocido este último popularmente como perico. Era valiente dentro de la casa cuando veía pasar a un gato, ladraba hasta mas no poder, pero cuando salía a la calle su valentía su convertía en cobardía, los gatos la hacían correr porque eran mas grandes que ella. Disfrutaba mucho con mi perrita.
Motica vió a mis tres hijos nacer y crecer, y es gratificante para mí, pues mi mascota pasó a ser la de ellos también. Por no llegar a tener crías, pasado 12 años tuvieron que intervenirla quirúrgicamente para extraerle un tumor que se le había formado en una de sus mamas a lo que luego se recuperó y siguió siendo la misma consentida de siempre. Era una perrita muy cariñosa, juguetona y fiel, siempre al lado nuestro. A la hora de regresar a nuestra casa nos recibía dando brincos, expresando así su alegría y lo mucho que nos había extrañado.
Con el pasar del tiempo, 16 años aproximadamente, fue perdiendo la visión, las ganas de comer, su entusiasmo, comenzó a caminar despacio hasta llegar al punto que ya no caminaba y debíamos cargarla, darle de comer y demostrarle con caricias ese cariño que un día nos regaló. Sus últimos días fueron duros para ella, sentí mucho dolor al verla sufrir, no se lo merecía, lloraba mucho y no podía hacer mas que estar allí con ella, la palabra sacrificio no estaba en nuestras mentes. Hasta que el 07 de enero de 2016 cuando regresamos todos del trabajo se despidió de nosotros, así lo expreso, pues, cuando regresamos, la saludamos, la acariciamos en su camita y fuimos a cambiarnos para luego estar con ella, pero durante ese corto espacio de tiempo, ya había dejado este mundo.
En días pasados estuve leyendo sobre la edad de los perros y según ese texto, mi mascotica vivió 88 años. Muchas personas se asombraban al verla, decían que había vivido mucho, tal ves como la veían pequeñita creían que era sinónimo de debilidad, pero no fue así. Me dolió mucho su partida y lloré mucho por eso, se había ido un miembro de la familia, porque en eso se convirtió desde el primer día que llegó a casa. Mi esposo luego me dijo unas palabras que me hicieron sentir mejor: " Tranquila, se fue feliz porque consiguió una familia que la cuidó, protegió y le dió muchísimo cariño. El amor que ustedes le tenían a ella y ella a ustedes fue lo que sobrepasó esa barrera para vivir unos cuantos años mas, por ustedes y por ella..."
Todavía la extraño, cuando apagamos las luces tengo cuidado para no pisarla, y sus ladridos todavía los escucho. Nunca la voy a olvidar, siempre vivirá en mis recuerdos mas felices.
Que triste, esos animalitos no son mascotas son un miembro mas de la familia...Pero tu esposo tiene razón, el amor recibido le permitió vivir mucho mas, siéntete tranquila porque fue una perrita que vivió con mucho amor. Podríamos decir "una perrita con mucha suerte".
Así es y nosotros la dicha de tenerla
Así es amiga nuestras mascotas se convierten en parte de nuestras familias, son ángeles que llegan a nuestras vidas.
Y doy gracias por ello, por haber venido a mí a compartir su estadía aquí.