MY NINE ELEVEN

in #twintowers2 years ago

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MY NINE ELEVEN

Like every working day I dropped my kids at school.

I reached my office two minutes after 8:30. I had time to make myself a coffee, just before the jug empties at quarter to nine.

I checked my email and the only thing that was really urgent was to analyze the Excel spreadsheet of sales by branches that Tom had requested me for that noon.

I looked out my window and I don't know why I felt happy. It was another day, but it was a beautiful day. I could see the Hudson River and beyond, in New Jersey, the Hoboken Little School, where I had just dropped off my children.

BOOOOMMM!

A tremendous explosion followed by a great ball of fire lit up my office. I thought about the coffee machine. But a second later I saw all my companions crowded against the huge glass windows.

What happened? Turn on the radio!

A huge column of smoke covered a third of the building twin to mine, although no fire could be seen, the scene was alarming.

Nancy answered the phone and, covering the speaker with her hand, said that a small plane had lost control and had crashed into the North Tower.

The alarm on my wristwatch told me that it was 09:00. No one returned to their duties. The women had their mouths covered with their hands at the shocking sight.

Someone screamed when we saw through one of the windows a passenger plane about to crash into our building.

BOOOOMMM!

We fell to the ground as a result of the tremendous impact. We were left in the dark and even though it was 9:02 in the morning we couldn't see anything. The crash had been a few floors below us, but the smell of kerosene was very strong.

Some ran screaming to the emergency exit but turned back because there was nothing to be seen and the air was unbreathable. Even people from other floors began to fill ours because it was impossible to go down below the sixty-eighth floor.

I looked out the window at the North Tower and saw several people jumping into the void.
Panic and despair had taken over the scene. Everything was chaos and lack of control.

Someone opened a window but immediately afterwards others made it close. To oxygenate the environment was to give greater combustion to the flames that were beginning to arrive.

The air was getting heavier. We closed the fireproof doors that led to the stairs. On the other side they begged us to open them. The door was already hot. Screams of terror were heard. The smell of kerosene joined the smell of burning plastic and wood. I layed face down on the floor where the air was somewhat lighter.

Orange flames leaked through the elevator doors.

The carpet caught fire at high speed. I felt the heat on my face. I no longer saw the windows. The screams of pain and despair were unbearable. I curled up in a fetal position, breathing heavily. I started to cough. I covered my head with my blazer, more to keep out the screams than to filter the stifling air. I was dizzy.

I remembered Tom's report. I forgot to tell Maria that I had left a bottle of champagne in the freezer. I got carried away and saw myself sitting in a boat with my father and brothers, forty years ago, fishing in Harvey Cedars. I saw Maria smiling at breakfast today. I remembered something that happened to me when I was eighteen years old when at the kiosk on the platform of the Béccar station, in Argentina, I loaded my brand new Zippo lighter and that the kiosk employee returned me soaked in benzine and when I lit it my two hands caught fire. I felt more heat and more screaming. I remembered again Maria and her luminous smile. I felt peace. I prayed an Our Father. What a strange feeling. Knowing that there is no future. That there will be no tomorrow, at least for me. I remembered my fascination with being a firefighter when I grew up. I smelled roast meat and remembered family gatherings on Sundays in Buenos Aires. And one last memory, I saw my children, who from the schoolyard, in Hoboken, pointed their fingers while their father, enveloped in fire and smoke, rose to the sky.

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MI NUEVE ONCE

Como todas las mañanas ese martes también había dejado los chicos en el colegio.

Llegué a mi oficina dos minutos después de las 8:30. Tuve tiempo para prepararme un café porque siempre a las menos cuarto la jarra quedaba vacía.

Revisé mi correo electrónico y lo único verdaderamente urgente era analizar la planilla Excel de ventas por sucursales que Tom me había pedido para ese mediodía.

Miré por mi ventana y no se porqué me sentí feliz. Era un día más, pero era un bello día. Podía ver el río Hudson y más allá en Nueva Jersey el Hoboken Little School, donde acababa de dejar a mis hijos.

¡BOOOOMMM!

Una tremenda explosión seguida por una bola de fuego iluminó mi oficina. Pensé en la cafetera. Pero un segundo después vi a todos mis compañeros agolpados contra los enormes ventanales de vidrio.

¿Qué fue lo que pasó? ¡Prendan la radio!

Una enorme columna de humo cubría una tercera parte del edificio gemelo al mío, aunque no se veía fuego, el panorama era desolador.

Nancy atendió el teléfono y tapando la bocina con su mano dijo que una avioneta perdió el control y se había estrellado contra la Torre Norte.

La alarma de mi reloj pulsera me indicó que eran las 09:00 hs. Nadie volvió a sus puestos de trabajo. Las mujeres tenían sus bocas tapadas con las manos ante el espantoso cuadro.

Alguien pegó un alarido cuando por una de las ventanas vimos un avión de pasajeros a punto de estrellarse contra nuestro edificio.

¡BOOOOMMM!

Nos caímos al piso producto del tremendo impacto. Quedamos a oscuras y a pesar de que eran las 9:02 de la mañana no se podía ver nada. El choque había sido unos cuantos pisos debajo nuestro, pero el olor a kerosene se sentía muy fuerte.

Algunos corrieron gritando a la salida de emergencia pero se volvieron porque no se veía nada y el aire era irrespirable. Incluso personas de otros pisos comenzaron a llenar el nuestro porque no se podía bajar más allá del piso sesenta y ocho.

Miré por la ventana hacia la Torre Norte y vi varias personas saltando al vacío.
El pánico y la desesperación se habían apoderado de la escena. Todo era caos y descontrol.

Alguien abrió una ventana pero inmediatamente despues se la hicieron cerrar. Oxigenar el ambiente era darle mayor combustión a las llamas que comenzaban a llegar.

El aire se hacía cada vez más pesado. Cerramos las puertas ignífugas que daban a las escaleras. Del otro lado suplicaban que les abriéramos. La puerta ya estaba caliente. Se oyeron gritos de espanto. El olor a kerosén se unió al de plástico y madera quemados. Nos acostamos en el piso boca abajo donde el aire era algo más liviano.

Por las puertas de los ascensores se colaban llamaradas anaranjadas.

La alfombra se prendió fuego a gran velocidad. Sentía el calor en mi cara. Ya no veía las ventanas. Los gritos de dolor y desesperación eran insoportables. Me coloque en posición fetal, respirando con enorme dificultad. Comencé a toser. Me cubrí la cabeza con mi blazer, más para evitar oír los gritos que para filtrar el aire asfixiante. Estaba mareado.

Me acordé del informe de Tom. Me olvide avisarle a María que había dejado una botella de champagne en el freezer. Me dejé llevar y me vi sentado en un bote junto a mi padre y hermanos, cuarenta años atrás, pescando en Harvey Cedars. La vi a María sonriente en el desayuno de hoy. Recordé algo que me pasó a mis dieciocho años cuando en el kiosco del andén de la estación de Béccar cargué mi flamante encendedor y que el kiosquero me devolvió empapado de bencina y al encenderlo mis dos manos se prendieron fuego. Sentí más calor y más gritos. Recordé otra vez a María y su luminosa sonrisa. Sentí paz. Recé un Padre Nuestro. Que extraño sentimiento. Saber que no hay futuro. Que no habrá un mañana, al menos para mi. Recordé mi fascinación por ser bombero cuando fuera grande. Olí a carne asada y recordé los encuentros familiares de los domingos en Buenos Aires. Y un último recuerdo vi a mis hijos, que desde el patio del colegio, en Hoboken, señalaban con el dedo mientras su padre, envuelto en fuego y humo, se elevaba al cielo.

Sort:  

Un cuento que me hace recordar el mal uso que le podemos dar a la creación los seres humanos, me hiciste trasladar a ese día fatídico cuando la humanidad entera presencio como la sombra del mal irrumpían en plan de la sabiduría, amor y paz. Te felicito excelente narrativa.

Muchas gracias.