Tiburhombre: el mar contraataca.
Parte II
De inmediato, Lucy se dirigió al lavabo para damas. Allí se trajeó con la indumentaria justa para realizar sus labores diarias: un ceñido y atrevido suéter que demarcaba sus hermosos senos, y que hoy, gracias a las caricias de Richard, se veían de mejor tamaño.
Un pequeño short de mangas anchas, dejaba al descubierto, sus bien torneadas y delgadas piernas, también, parte de sus zonas pubianas quedaban al descubierto. En síntesis, Lucy era una sexi y bella mujer. Cuando uno de sus compañeros de trabajo tenía la suerte de verla, suspiraba, la deseaba y envidiaba a Richard, su novio.
Lucy atravesó el largo pasillo hasta llegar un estanque, marcado con un letrero que advertía: ¡Tiburones! ─No traspase la valla. Respete el límite de seguridad.
Lucy notó una gran agitación en el estanque, y se acercó lo suficiente para cerciorarse de que sucedía y pudo observar, como uno de los tiburones perseguía a una hembra con la intención de copular con ella. Advirtió que su presencia irrespetaba, el natural acto; producto de la atracción sexual. Hecho que la madre naturaleza, y sin excepción, proporciona a todo ser viviente. Se retiró a una distancia prudente y discreta, y pacientemente esperó a que todo se consumara.
Luego de varios minutos, una tensa calma se presentó en el ambiente, se acercó de nuevo y pudo observar que los tiburones nadaban lenta y pausadamente, de un lado a otro.
Es hora de darles su alimento, pensó Lucy y procedió a llevar a cabo la operación que consistía en: primero llevarlos a un estanque contiguo. Luego accionó el interruptor que ponía en funcionamiento los mecanismos que a la vez que levantaban una reja de acero, otra se movía horizontalmente y con mucho cuidado empujaba a los tiburones, hacia el otro lado del estanque.
Una vez terminada la maniobra, Lucy se quedó pensativa, observando la quietud del agua y recordando a la vez dos escenas: la suya con su pareja y la de los tiburones. En honor a la verdad, no encontró diferencia alguna.
Ya somos dos hembras felices ─meditó─ felicidades señora Tiburón y esbozó una silenciosa risa de complicidad. Lucy continuó mirando el estanque y curiosamente observó una blanquecina mancha en el fondo del agua.
Parte de su trabajo era el cuidado de aquellos animales y cualquier anomalía o cosa extraña que se presentara en el ambiente, de inmediato debía ser reportado alas autoridades del Aquarium. En el acto fue por una mascara de buceo y un recipiente para recoger muestras del cuerpo extraño que en forma de una espesa nube, aún permanecía dentro del agua.
Se colocó la mascara y se sumergió, justo en el sitio en se encontraba la extraña sustancia. Mientras recogía el espécimen, se mantenía flotando con sus piernas en “posición de jinete” luego abandonó el estanque nadando y dando zancadas al estilo “pecho” o como nadan las ranas.
Al paso de algunos minutos, se dirigió al laboratorio y entregó el recipiente contentivo de la extraña sustancia, a uno de los biólogos marinos junto con el informe donde explicaba lo ocurrido.
Una hora más tarde los resultados estaban listos. (Espermatozoides de Tiburón) fueron las palabras del biólogo, y continuó diciendo en son de broma:
Lucy, prepara una cuna en el estanque porque próximamente tendrás un bebe tiburón en el.
El chiste del biólogo sirvió: para Lucy imaginarse colocando una cuna, pero en su habitación. Pintaré las paredes en un azul marino como el del mar y azul celeste como el del cielo. Sin conocimiento alguno sobre el futuro ambiental de su hijo, por pura coincidencia se imaginó los colores que en vida estarían en contacto con él.
Comentarios subidos de tono y risas por parte de sus compañeros de labores dieron por terminada la falsa alarma. El informe fue archivado y el caso cerrado.
La vida de Lucy continuó en la rutina de siempre; su pareja, su trabajo y una que otra vez pasearse por la ciudad, ir al cine, visitar un restaurante. En fin todo continuaba normalmente.
Hasta que: el tiempo y ciertos síntomas advertían que algo fuera de lo común estaba sucediendo en sus órganos vaginales: el periodo menstrual se había retrasado. Mantuvo en secreto lo que sucedía, pues quería estar segura de que sus dudas tenían que ver con un embarazo antes de participarlo a Richard.
Llegó retrasada a su cita con el ginecólogo. Otras embarazadas ya se encontraban en el consultorio y haciendo fila, en espera de lo mismo: una consulta con el medico.
El ambiente estaba decorado y orientado a las madres y sus bebes. Adornado con hermosas fotografías en afiches, representando a madres felices “ya paridas” con sus bebes en brazos, algunas amamantando. En otras orientaba a las mamás sobre el cuidado de su salud.
Un calendario estaba presente en las barrigas de las futuras madres. Miró con curiosidad discreta a todas ellas y les bautizó con nombres zodiacales, según el tamaño de su barriga iba diciendo: Leo, Libra, Escorpio. Se miró a si misma y pensó… Acuario.
Dos horas más tarde, la recepcionista del consultorio, le anunció que podía pasar.
El rostro bonachón, y la afable sonrisa del médico, le inspiraron confianza y tranquilidad.
Siéntese, Señora Lucy ─le indicó el Doctor. La notó preocupada.
Hacía tiempo que no venía por aquí. ¿En que puedo serle útil? ─le preguntó el ginecólogo.
Dos meses que no me viene. ─le respondió ella.
El doctor ya tenía el historial en sus manos y el mismo le decía que su menstruación era siempre regular.
Era la primera cita en que la trataba, sobre un posible embarazo y no quiso dar un diagnostico apresurado. Le indicó algunos exámenes de laboratorio y la citó para dos días después.
Final de la parte II
Este cuento continuará
Escrito por Tomás Flores
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