Gracias por tu comentario. El motor de este relato fue haber podido atestiguar la gran hazaña de la Misión Apollo 11. Sí estaba en Margarita ese día, y la gente tenía una semana hablando de eso, Ya conocía el tema. Sí vi la llegada del hombre a la luna, con la familia, en vivo, por el televisor de la sala, y al otro día vi la noticia del Observador Creole en el televisor mollejúo de la panadería, de esos que tenían un gabinete, que todavía no me explico cómo lo subieron donde estaba y por qué no se caía. Con seis años apenas, toda la circunstancia me llevó a entender que aquello era algo trascendental. Un antes y después en la historia. Había gente fanática y estúpida que pregonaba la destrucción del mundo si el hombre llegaba a la luna, por contradecir los designios de Dios. Siempre ha habido y habrán seres malignos que juegan con los miedos colectivos de la humanidad. Claro que, a esa edad, uno comienza a descubrir y a maravillarse de las cosas que puede hacer. No sería ese día cuando crucé la calle solo por primera vez, pero quise hacer el cuento hilando ese pequeño paso que da un niño, pero que para él representa un enorme salto en su humanidad. Porque de hazañas se compone nuestra infancia. Gracias por tu comentario, Abdul.
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