Ya han pasado un par de horas desde que partimos hacia la capital, Aldith estuvo muy emocionada desde que salimos en la mañana, pero quien no estaba tan entusiasmado era Didacus, quién estaba algo preocupado por el camino, ya que él sabía tan bien como yo que era un viaje algo riesgoso, traté de animarlo un poco con algunas bromas, y logré calmarlo un poco, ya se hacía casi medio día y teníamos hambre así que decidí mostrarles el festín que mi abuela había preparado.
— Hey Aldith, saca de la bolsa de atrás lo que mi abuela preparo para el almuerzo por favor.
— ¿Esta bolsa de aquí?
— Si, esa misma.
— ¡No puede ser! ¿¡esto cerdo!?
Aldith se sorprendió, porque mi abuelo era el único en el pueblo quién criaba cerdos, ya que son animales que llevan mucho cuidado y alimento, gracias a sus contactos en la capital, mi abuelo puede cuidar y mantener a los cerdos para luego venderlos, luego entre risas dije…
— Exactamente, mi abuelo escogió al más grande y gordo cerdo mientras que mi abuela lo preparó con arroz como acompañante, solo para nuestro viaje ¿todo un lujo no? Didacus, detén un rato la carreta, ¡es hora de comer!
— Bien, aprovecharé para darles de comer a los caballos también, ¿Aldith puedes ir hasta aquel arroyo a buscarle agua a los caballos mientras busco su comida por favor?
— No, espera Aldith, yo iré, tú quédate aquí y ayuda a Didacus.
— No, quiero quedarme, estoy aburrida, quiero ir a ver el arroyo, espérame y tú ayuda a Didacus.
No podía evitar preocuparme por ella al dejarla ir sola, pero en vista de que no estaba muy lejos, y que a lo lejos podía verla, la dejé ir.
— Está bien. —Suspiré. —
— ¡Sí! Ya vuelvo, espérenme para comer juntos.
— De acuerdo, pero ve rápido, no te demores demasiado, toma la vasija llénala y regresa.
Se fue bastante lento solo para molestarme, pero la dejé tranquila para que se calmara un poco, ya que, aunque no lo demostraba, ella también estaba un poco triste y asustada por haber dejado su casa y a su madre atrás. Mientras ella iba al arroyo empecé a repartir el cerdo para comer, al cabo de un rato ya Didacus había terminado de alimentar a los caballos y yo de repartir la comida, pero Aldith ya se había tardado demasiado, justo después de pensar en eso Didacus y yo nos exaltamos al escuchar gritos de pánico, al girar nuestra vista era Aldith quien gritaba y algo enorme venía detrás de ella, rápidamente fui por mi espada a la carreta y corrí lo más rápido que pude en su dirección gritando...
— ¡Sigue corriendo Aldith! ¡más rápido! ¡corre!
Cuando logré acercarme lo suficiente logré ver lo que venía detrás de Aldith, parecía una persona, pero demasiado grande y semidesnuda, lo primero que vino a mi mente fue “Un Gigante”, enormes criaturas humanoides como hombres, pero… ¿qué hacía un gigante en un lugar como ese?, jamás había visto uno en mi vida, solo los imaginaba por las historias que mi abuelo me contaba de niño, él me contó que los gigantes no eran muy inteligentes y, que los que quedaban, para evitar ser cazados por los humanos, se fueron a tierras muy lejanas hacia el sur del país. Todo esto pasó por mi mente en tan solo unos segundos, luego dejé de tanto pensar y empuñé con mucha fuerza mi espada, me abalancé sobre la pierna del gigante para tratar de cortarlo y que detuviera su paso, lo que funcionó por tan solo unos segundos, los suficientes para que Aldith lograra salir de su alcance, luego de eso la enorme criatura me golpeó con una brutal fuerza arrojándome lejos hasta unos árboles en pleno bosque, la bestia enfurecida se dirigía hacia mí por haberlo cortado rápidamente intenté levantarme y con mucho esfuerzo lo logré. Didacus, quién también tomó su espada para ayudarme, se acercaba corriendo y gritando.
— ¡Ahí voy Viktor, resiste!
Pero eso era algo que no podía permitir pues, si dejaba que él me ayudara probablemente íbamos a morir los dos, él por ser inexperto en combate, y yo por tratar de protegerlo, lo único que se me pudo ocurrir en ese momento, fue una de las peores decisiones que tomé en mi vida.
— ¡No te acerques Didacus! ¡Vete con Aldith hasta la capital, yo los alcanzaré luego!
— ¿¡Te volviste loco o el golpe te afectó la cabeza!? ¡Ni siquiera tú podrás matar a esa bestia!
— ¡Ya lo sé, es por eso que necesito que se vayan! Si no lo hacen, no podré escapar tranquilo, les daré algo de tiempo y luego escaparé, ahora ¡largo de aquí!
Didacus entendió rápidamente lo que le dije, así que se alejó corriendo, y cargó a Aldith quién estaba llorando en pánico y la subió a la carreta. Justo antes de irse, me dijo algo que siempre recordaré con tristeza.
— ¡Nos vemos en la capital, no llegues tarde!
Luego de verlos alejarse, el gigante por fin llegó hasta donde yo estaba, le tomó tiempo ya que logré cortarle los tendones de la pierna izquierda, lo que le hizo cojear hasta mi posición, pero para mí mala suerte, apenas podía moverme, ni siquiera podía empuñar mi espada con fuerza, el golpe que me había dado antes, me había fracturado el brazo derecho y algunas costillas, no podía respirar bien y mi visión estaba algo borrosa, el dolor era insoportable, yo sabía que si me golpeaba de nuevo sería mi fin, pero no tenía forma de escapar, así que solo cerré mis ojos y esperé a que a que la muerte me llevara… Pero repentinamente un fuerte y estruendoso ruido, no muy lejos de nosotros, cubrió mis oídos, era un sonido ensordecedor, caí al piso y pude ver cómo el gigante hacía ruidos extraños, como si estuviera asustado, no entendía lo que pasaba y no pude seguir soportando el dolor, me desmayé.
Me desperté muchas horas después, ya era de noche y el gigante no estaba, aún tenía el enorme dolor debido a mis múltiples fracturas, pero lo que realmente me sorprendía era que aún estaba con vida, no sabía por qué el gigante se había ido, pero no podía evitar sentirme feliz por seguir vivo, aunque con mucho dolor, no podía respirar, no podía moverme, sinceramente pensé que, aunque el gigante no me mató, las hemorragias por las fracturas lo harían, tenía un gran cansancio y no podía ver nada, intenté arrastrarme por la maleza hacia unos espesos arbustos, para evitar ser comido por lobos o algún otro animal cerca del lugar, con mucho esfuerzo puede hacerlo, aunque no sabía qué tan buena idea era la de quedarme entre los arbustos pues, también había serpientes venenosas por todo el lugar, pero desafortunadamente ya no podía seguir pensando, el dolor era lo único que estaba en mi mente, no puede más y volví a desmayarme.
Me desperté otra vez al amanecer, pero por alguna razón estaba en una carreta, tenía mi brazo entablillado y con algunas vendas, al igual que mi pecho y con menos dolor, giré la mirada y vi a un hombre joven con un niño.
— ¡Oh! Despertaste, ¿ya te sientes un poco mejor?
A lo que respondí con tono de asombro, pues no sabía quiénes eran, ni por qué me habían ayudado.
— S… si, muchas gracias, pero… ¿puedo preguntar quién es usted?
— Mi nombre es Sammuel, y él es mi hijo Sam, ¿Cuál es tu nombre?
— Soy Viktor, un gusto y de nuevo gracias por ayudarme, ¿puedo preguntar hacia donde nos dirigimos?
— Pues vamos a un pequeño pueblo a unas horas de aquí a visitar a un pariente, no te preocupes puedes quedarte con nosotros hasta que te mejores.
Luego de que me dijo eso, me di cuenta de que estaba regresando todo el camino, directamente de nuevo al pueblo, no podía permitir eso, ¿con qué cara vería a mi abuelo de nuevo? ¿O a las madres de Aldith y Didacus?, así que le pedí que se detuviera para que pudiera bajarme.
— ¿A dónde irás muchacho?, no hay nada más por aquí cerca.
— Lo sé, debo llegar rápido a la capital, gracias por su ayuda, pero ya debo irme.
— ¿A la capital? Pero si eso queda a unos tres o cuatro días de camino a caballo, a pie, con esas heridas y sin comida morirás en 2 días a lo mucho.
— Estoy al tanto de eso, pero no me queda otra opción, es preciso que me vaya ahora.
— De acuerdo muchacho, yo llegaré en unas horas a mi destino, así que llévate esto contigo, ya no lo necesitaré.
Me dio una bolsa con arroz, algunas migajas de pan y un poco de agua, me pidió disculpas pero era todo lo que le quedaba, muy agradecido le dije que era más que suficiente, y le pregunté el por qué me ayudaba, si era un completo extraño para él, a lo que respondió con una sonrisa.
— No seas desconfiado muchacho, te ayudo porque me recuerdas a un viejo amigo que murió hace mucho.
Le agradecí por última vez y me despedí de ellos, tomé mi espada y me fui caminando despacio, realmente no estaba seguro de cuánto tiempo me tomaría llegar hasta la capital a pie, pero estimaba al menos unos seis días, estaba hambriento, pero mis provisiones eran escasas y no tenía la fuerza para cazar, así que decidí racionar lo que comía, ya que a lo mucho me duraría unos dos días, pero esperaba recuperar algo de fuerza para cazar hasta entonces.
Caminaba mucho, aunque cansado, solo descansé unas dos horas ese día para comer, simplemente seguía el camino dejado por otras carretas, tenía la esperanza de que alguna pudiera llevarme hasta la capital, más sin embrago no pasó ninguna. Cayó la noche y ya no podía ver, ya estaba mareado debido a la falta de alimento y las hemorragias que aún tenía, así que me senté con mucha dificultad y dolor al lado de un árbol y comí un poco de lo que el buen hombre me había dado. Exhausto debido a todo lo que había pasado intenté dormir un poco, me tomó mucho tiempo quedarme dormido, ya que lo único en mi mente en ese momento eran Aldith y Didacus, pensaba en si estaban bien y si ya les faltaba muy poco para llegar, al cabo de un rato cerré los ojos y concilié el sueño.
A la mañana siguiente me desperté por un sonido muy familiar, y que se acercaba poco a poco, — ¡Una carreta! — . Me levanté lo más rápido que pude, con mucho dolor y dificultad, fui hasta el medio del camino, alcé mi brazo izquierdo con mi espada para intentar detenerlo, pero fue inútil, no se detuvo y tuve que saltar hasta el otro lado del camino entre los arbustos, caí y me lastimé el brazo de nuevo, lo que me ocasionó mucho dolor otra vez, mientras estaba tirado en los arbustos veía cómo se alejaba la carreta, parecían tener mucha prisa, al voltear al otro lado, venía otra carreta, pero sobre esta habían orcos destrozándola, al ver esto me arrastré como pude hasta unos arbustos más espesos, para que al pasar no me vieran, aun así uno de ellos logró verme, pero no parecía estar interesado en mí y continuó destrozando la carreta, tal vez tenía algo que ellos querían, aunque no estaba muy seguro. Luego de este acontecimiento, decidí que era peligroso seguir por el camino, pero si me iba por el bosque probablemente me perdería y acabaría muerto, así que solo me alejé un poco del camino entre los árboles y los arbustos, para tener el camino a la vista y no perderme, no sabía el motivo por el cual el que se suponía que era el camino más seguro, estaba tan lleno de criaturas peligrosas y sin vigilancia alguna, estaba muy desconcertado y dejé de pensar en ello. Ya pasado unas horas de caminar, no pude aguantar los mareos y el dolor, así que decidí descansar, ya no faltaba mucho para que anocheciera, por lo que me recosté de un árbol para comer lo que me quedaba de comida y agua, ya este era el tercer día desde que salimos del pueblo y pensaba que Didacus y Aldith ya habrían llegado a la capital, pero necesitaban esperarme para poder ir al fuerte donde nos evaluarían, ya que yo tenía que hallar la manera de hacer que aprobaran, así que pensé que seguramente estarían en una posada esperando a que llegue, pensando en esto se hizo de noche y sin más, me quedé dormido.
La escucho… puedo escucharla llamándome… una tenue y asustada voz pidiendo que despierte, todo está oscuro, no veo absolutamente nada, mi corazón late muy fuerte e intento abrir mis ojos, pero no lo consigo, poco a poco la voz se desvanece y permanezco en la oscuridad... Me desperté a la siguiente mañana luego de ese sueño de nuevo, con el dolor y el cansancio me pareció más una pesadilla, no le di más importancia y decidí levantarme, el dolor había bajado un poco, pero la inflamación por las fracturas era demasiada aún, decidí aflojar un poco los vendajes que me había puesto aquel buen hombre para tener un poco más de comodidad al moverme, hambriento y aún con mucho dolor sabía que debía cazar algo o moriría, así que tomé mi espada y decidí buscar algo para cazar, no tenía que ser muy grande, solo lo suficiente para poder comer por ese día, comencé a buscar sigilosamente entre la maleza del bosque, con cuidado de no adentrarme demasiado y perder de vista el camino, pasé horas buscando pero no encontré nada, solo pude comer algunos insectos que encontré entre los arbustos, gusanos, escarabajos y algunas orugas, todos con muy mal sabor, pero algo era mejor que nada, luego de eso traté de recostarme un rato, la búsqueda durante horas agudizó mi dolor y decidí ir a dormir, aún no anochecía, aunque faltaba poco, pero estaba demasiado cansado, me acomodé entre los arbustos con cuidado de que ninguna serpiente estuviera en ellos, luego caí como roca y me quedé dormido hasta el día siguiente.
Ya en la mañana, me levanté hambriento y adolorido, aún tenía la esperanza de poder cazar algo, pero mi brazo y mi pecho no me lo permitirían, tomé en cuenta el tiempo que llevaba sin comer y aún peor, llevaba un día entero sin beber nada, así que prioricé el buscar agua, sabía que tendría que adentrarme más en el bosque, ya que hace semanas que no llovía y no habría otro arroyo cerca, no me quedó más opción más que adentrarme en el bosque, con cuidado de marcar los arboles con mi espada para poder regresar al camino, sabía que perdería tiempo en eso pero tenía que hacerlo o de lo contrario moriría, afortunadamente solo me tomó unos cuarenta minutos encontrar una buena fuente de agua, no era lo ideal, pero era una planta con forma hueca que almacenó agua la última vez que había llovido, estaba bastante sucia, pero no podía seguir perdiendo tiempo tomé el recipiente que me había obsequiado Sammuel y lo llené con lo que pude, era suficiente para ese día, ya después debería conseguir más, así que seguí caminando para acortar el tiempo que me tomaría llegar, caminé por unas seis horas completamente exhausto y adolorido, sentía que ya no podía dar un paso más, el dolor se había agudizado y no pude continuar, aún era plena tarde pero caí al piso y no pude moverme por un rato, al caer volví a lastimarme, tenía mucho frío, mi visión volvía a tornarse borrosa, no soportaba la idea de que probablemente moriría ahí solo y sin poder hacer nada, estaba molesto, frustrado y arrepentido por haberme separado de mis amigos, maldecía a dios quién me había abandonado a mi suerte, luego de tantas emociones y tanta conmoción, perdí el conocimiento de nuevo.
La escucho… puedo escucharla llamándome… una tenue y asustada voz pidiendo que despierte, todo está oscuro, no veo absolutamente nada, mi corazón late muy fuerte e intento abrir mis ojos pero no lo consigo, poco a poco la voz se desvanece y permanezco en la oscuridad... Desperté de nuevo luego de ese maldito sueño, el cual ya consideraba una pesadilla, jamás había soñado con eso en tan corto período de tiempo, pensé que tal vez era por la agonía de estar al borde de la muerte, el dolor parecía no haber disminuido, pero luego de varios intentos pude levantarme para seguir caminando, no tenía la fuerza para cazar ni adentrarme de nuevo al bosque, apenas podía caminar, usaba mi espada como un bastón para poder hacerlo, caminé con mucho esfuerzo y dolor por una cuatro horas, por un momento me pareció escuchar algo, un sonido bastante hermoso para mí en ese momento, —¡Personas! —. El bello sonido de voces a lo lejos, me dieron la fuerza suficiente para acelerar el paso, me tomó unos pocos minutos llegar hasta ahí, no quise acercarme hasta ver si eran amables o serían hostiles con un extraño, parecía que eran buenas personas así que decidí acercarme a ellos y pedirles un poco de agua y preguntarles cuanto faltaba para llegar a la capital, eran dos hombres y una mujer, quienes muy desconfiados me dieron un poco de agua, me dijeron que me faltaba unos veinte minutos a caballo para llegar, ellos parecía estar cargando madera en su carreta, y luego se irían, en vista de que me vieron muy lastimado la mujer le pidió al que parecía su esposo que me llevara a la capital, el aún desconfiado aceptó la petición de su esposa, y yo les di las gracias con mucha felicidad, ya no me faltaba nada para llegar, pero así podía ahorrarme una hora de camino a pie con semejante dolor, los hombres me ayudaron a subir en la parte de atrás de su carreta, y esperé un par de horas a que terminaran de cargar la madera que llevarían, muy curiosa por lo que me había pasado la mujer se presentó.
— Mi nombre es Martha, ¿cuál es el tuyo?
Aún después de haber tomado un poco de agua, tenía muchas dificultades para respirar y más aún para hablar, así que le respondí con palabras cortas.
— V… Viktor.
— ¿Puedo preguntar qué te pasó?
— Un gigante nos atacó.
— ¿Nos? ¿había más personas contigo?
— S… Sí, pero están en la capital ahora.
— Ya veo, estás muy lastimado, necesitas un médico.
Luego de que me dijo eso, antes de que pudiera responderle, su esposo le pidió que dejara de hablarme, él pensaba que probablemente moriría en poco tiempo, así que le dijo que me dejara morir en paz, ella se alejó y tomó las riendas de los caballos, los dos hombres subieron una última carga de madera y subieron a la carreta, partimos hacia la capital ya en plena tarde, estaba feliz porque pronto llegaría, así que les dije algo con lo último que me quedaba de fuerza.
— ¡Gracias!
Después perdí el conocimiento, para cuando desperté me encontraba tirado en un callejón oscuro lleno de cadáveres, el olor era repugnante, no entendía por qué estaba ahí, ya no tenía mi espada y aún tenía mucho dolor, como pude me moví entre los cadáveres hasta la luz que estaba al fondo cuando llegué hasta la luz, había un sujeto sentado y me vio con asombro, pues no todos los días se ve a un cadáver caminar, el hombre se asustó pues pensó que era un cadáver poseído, sacó su espada y me amenazó con ella, como pude le hablé para que no me atacara, el hombre se dio cuenta de que no era un cadáver poseído, le pregunté si sabía cómo yo había llegado hasta ahí, me explicó que allí se llevaban a los cadáveres de los vagabundos para quemarlos, afortunadamente ya me encontraba en la capital pero los que me habían ayudado pensaron que había muerto y me dejaron ahí, se llevaron mi espada al pensar que ya no la necesitaría más así que me encontraba completamente desarmado.
— Es increíble que aún sigas con vida niño, tienes mucha suerte, estaba a punto de quemar este lote de cadáveres.
— Lo siento, tengo que irme.
Solo eso pude decirle a aquel hombre pues tenía que buscar rápido a Aldith y a Didacus, salí hasta la calle, era un lugar que jamás había visto, enorme, casi gigantesco, con piso hecho de rocas, lleno de carretas, carrosas y muchísima gente, era un lugar bastante ruidoso, habían mujeres muy jóvenes y hombres sobre ellas, no tenía tiempo que perder, intenté preguntar varias veces si alguien los había visto dando sus descripciones, pero nadie quería que un vagabundo les hablara, solo recibí malos tratos y un par de empujones, las personas de la capital eran muy hostiles, yo estaba acostumbrado mis abuelos y a la buena gente de campo, estuve vagando por horas en la noche buscándolos, pero no los encontré, ya no podía seguir caminando y ya no había más nadie a quien preguntar, todos estaban en sus casas durmiendo, asumía que ya era más de media noche, aun así había mucho ruido en la ciudad debido a que había algunos lugares donde la gente parecía divertirse, no quise acercarme para evitar ser golpeado de nuevo, así que me alejé hasta una calle e intenté dormir, al cabo de un rato me despierto al escuchar que una carrosa se acercaba por la calle, se detuvo a medio camino justo en frente de mí, no sabía qué hacer, si levantarme e irme para evitar ser maltratado o esperar a que no me hicieran nada, luego una mujer joven bajó de la carrosa, parecía importante y estaba muy bien vestida, los hombres que manejaban la carrosa le dijeron que tuviera cuidado, extrañamente se acercó a mí.
— Disculpa, ¿necesitas ayuda?
Yo totalmente desconfiado, ya que no confiaba en la gente de la capital, le miré con total desconfianza.
— ¿Hice algo malo?
— No, no has hecho nada malo, solo me pareció que necesitabas ayuda, ¿no tienes donde quedarte? Qué tonta soy, claro que no tienes dónde quedarte, si no, no estarías tirado en la calle, ¿te gustaría venir a mi casa a pasar la noche?
Increíblemente alguien totalmente extraño a mí y de la capital, me ofrecía su ayuda, le pregunté por qué me ayudaba, a lo que ella respondió con una sonrisa.
— No puedo evitar ayudar a quién lo necesita, soy una mujer devota a dios, vamos confía en mí, no te haré daño, ven conmigo, probablemente necesites curar tus heridas, darte un baño y comer un poco ¿no?
Ya no podía seguir más tiempo en esas condiciones, así que acepté su ayuda, los hombres bajaron y me ayudaron a subir a la carrosa, empezamos a movernos, ella se presentó como Alice Collingwood, miembro de la familia con el mismo apellido, era la hija de un duque muy importante en la capital, yo también me presenté y al cabo de un rato llegamos a lo que parecía una especie de palacio, ella lo llamó su casa, pero no tenía ningún parecido a alguna casa que haya visto antes, era simplemente demasiado grande, era un tamaño ridículo para una casa pues, cuantas personas vivirían en ella, luego bajamos de la carrosa, los sujetos de antes me ayudaron a bajar, ella les pidió que me llevaran a bañar, me dieran algo de ropa nueva y me llevaran a donde iba a dormir, luego de que me llevaran a un exuberante y lujoso baño, me sentí un poco mejor, sentía un poco más aliviado el dolor en mi pecho y brazo, aunque aún con mucha inflamación, uno de los hombre me dio un ungüento para mi pecho, me dijo que ayudaría a desinflamar mi pecho, después me llevaron a la habitación donde dormiría, la cual también era ridículamente grande, era del tamaño de toda mi casa, antes de que me recostara a dormir uno de los hombres me dijo que lo acompañara, Alice me estaba llamando pues, iba a presentarme a su familia, lo cual me pareció extraño, ¿quién le presenta a un vagabundo a su familia?, no le presté más atención y haría lo que la persona que me ayudó me pidiera, llegamos hasta el salón de visitas, una vez más, era tan grande como para alojar a todo mi pueblo en él, allí se encontraban Alice y dos personas más quiénes asumí eran sus padres.
— ¡Oh! Así que usted es Viktor, es todo un gusto, mi nombre es Lowell Collingwood y soy el padre de Alice, la verdad me sorprende que alguien tan joven como usted esté en las calles.
— El placer es todo mío señor, muchas gracias por dejarme hospedarme aquí por esta noche.
Seguido de eso se presentó su madre, quién era muy parecida a ella, de hecho, parecía más su hermana mayor ya que era muy joven.
— Encantada joven Viktor, soy Jehanne Collingwood, Alice es una muy buena niña, le encanta ayudar a las personas, pero… ¿por qué un joven como usted está en esas condiciones?
— La verdad es que me han pasado muchas cosas en tan solo seis días.
Les expliqué detalladamente todo lo que me había pasado y el por qué me encontraba en la capital.
— Eso es algo bastante impresionante, el hecho de que sigas con vida es muestra de que eres alguien especial para dios, como ya sabrás mi esposo es un duque y tiene contactos en el castillo, él puede ayudar.
— Si, tú descansa, le diré a algunos hombres de confianza que busquen a tus amigos.
Les agradecí mucho por todo lo que estaban haciendo por mí, luego de eso decidieron irse a dormir, puesto que era muy de noche, y amanecería en unas horas, estaba agotado, me despedí y me llevaron a la habitación de nuevo, me recosté y en cuanto cerré mis ojos me quedé dormido, al cabo de unos minutos me desperté de nuevo por unos ruidos extraños que venían de afuera, me asomé por la ventana y vi a los dos hombres de antes, quienes supuse eran sus guardias, junto a otros tres más y a Alice entrando a una especie de establo que estaba en la parte de atrás, no le presté más atención y me recosté de nuevo, me dormí en cuestión de segundos. Ya al día siguiente, me levanté muy tarde, casi a medio día, Alice y los hombres, entraron a despertarme para que bajara a almorzar con ellos, aun con un poco de dolor en mi pecho me levanté, Alice bajó y dijo que esperarían por mí, al bajar allí estaban, en una mesa tan larga como el maizal de mi abuelo, con comida suficiente como para darle un gran banquete a todo mi pueblo, me senté al frente de Alice, hablamos sobre cómo era mi vida en el pueblo, les conté encantado con amabilidad, luego de almorzar, tuve que ir al baño, uno de los hombres me acompañó debido a que me perdería, luego de que llegamos, justo antes de irse me dijo algo que en ese momento no había entendido.
— Por tu bien vete ahora de esta casa.
Se fue justo después de haberme dicho eso, no entendía la razón, pero yo pensaba que solo era una broma, cuando salí otro de los hombres me estaba esperando, Alice lo había mandado a que me llevara de nuevo a la habitación, no tenía ninguna queja así que fui tranquilamente, ya en la habitación estaba algo aburrido, hacía días que no tenía el estómago tan lleno, no tenía mucho que hacer, luego me entró mucha curiosidad lo que había visto la noche anterior, aquel lugar que parecía un establo, así que, abusando de la confianza que me habían dado, me fui como todo muchacho curioso a ver lo que era, sin saber lo que allí habría, me escabullí sin que los hombres me vieran, bajando por las escaleras, aún con el brazo costillas fracturados, podía moverme con sigilo, aunque con un poco de dolor, salir por la puerta era demasiado evidente, ya que era inmensamente grande y probablemente habrían más sujetos del otro lado, así que salí por una ventana abierta por un lado de la casa, busqué un poco tratando de encontrar ese lugar, lo conseguí en unos quince minutos, pero tuve que ocultarme entre unos árboles cercanos ya que habían dos sujetos en la entrada de ese lugar, lo estaban vigilando, me escabullí entre los árboles para tener una mejor vista del lugar, luego veo que uno de ellos se mueve, y quita un enorme candado que mantenía cerrada la puerta, los escuché decir que Alice vendría al caer la noche y que dejaran todo preparado, luego de eso, los hombres se fueron, parecía que iban a buscar algo, aproveché que se habían ido para acercarme y ver qué había adentro, era extraño pero, un olor bastante desagradable provenía de allí, y se intensificaba mientras más me acercaba, abrí la puerta, y el olor era repugnante, olía a cadáver, habían unas pequeñas antorchas en la pared, supuse que eran para alumbrar el camino que había hacia abajo por unas escaleras, era una especie de sótano y el olor se hacía más fuerte ahí, tomé una antorcha y bajé, lo que ahí vi, me dejó completamente horrorizado… Docenas de cadáveres todos encadenados, se veía que fueron torturados hasta morir, no entendía el por qué estaban aquí estas personas o quién les había hecho esto, pensé que seguramente era otro tiradero de vagabundos o algo así, pero si así fuera, no estarían torturados, luego escuché una voz, tenue, solloza y asustada, alguien parecía estar llamándome, la vos provenía de una celda a unos pasos a mi derecha.
— ¿E…eres tú Viktor? Viktor… Viktor…
Al acercarme, la voz se me hizo aún más familiar, cuando lo alumbré con la antorcha y vi su rostro, sentí que mi corazón se partía en pedazos… Era Didacus, mal herido, con golpes en todo su cuerpo y una pierna fracturada, lo habían torturado a él también, le faltaban algunos dientes, lo único que pude hacer fue quitar el nudo de la soga que mantenía la puerta cerrada, lo recosté en mi regazo, él estaba llorando, mientras yo apenas podía contener mis lágrimas, ver a mi mejor amigo en ese estado fue devastador para mí, él apenas podía hablar, pero con la poca fuerza que le quedaba me contó todo lo que les había pasado.
— Aldith y yo llegamos al tercer día como habíamos previsto, pero nos dimos cuenta de que el dinero que tu abuelo nos había dado para hospedarnos se había caído durante el ataque del gigante, no nos quedó otra opción más que vender la carreta y los caballos, el sujeto al que se la vendimos nos dijo que primero debía llevarse la carreta y luego traería el dinero, pero el muy desgraciado jamás volvió, ¡nos dejó en la calle Viktor! No teníamos a donde ir, estábamos sin dinero, sin comida, y sin dónde quedarnos a dormir, estuvimos toda una noche pidiendo ayuda, pero nadie quiso hacerlo, la gente de aquí no es nada buena Viktor, ¡jamás debimos irnos del pueblo! Y… y luego ella… esa loca mujer, nos ofreció ayuda y la aceptamos, nos trajo hasta este enorme lugar, nos dio comida, pero en la noche, nos dio algo en la cena, y nos durmió, cuando despertamos Aldith y yo estábamos aquí encerrados, luego, esa loca y su madre vinieron a torturarnos, y Aldith Viktor, mataron a Aldith, esa mujer le arrancó el cabello y la hizo sufrir de dolor hasta morir, mírala Viktor, está ahí arriba.
Giré mi vista hacia donde él me dijo, y vi a Aldith, colgada del techo, como un saco, golpeada desnuda, sin cabello y con su cuerpo completamente lleno de sangre, totalmente desfigurada e irreconocible, ¿qué persona en su sano juicio le haría tal cosa a una niña? sentí que me desplomaría de la tristeza, pero antes de que terminara de contarme escuché ruidos provenientes de arriba, anocheció muy rápido y ya venían hacia aquí, logré quitar la soga que cerraba la celda pero no podía quitarle las cadenas que lo ataban a la pared, luego lo que me dijo Didacus me dolió muchísimo.
— Es ella Viktor, ¡vete! ¡tienes que irte de aquí Viktor! ¡rápido!, en esas condiciones no podrás pelear, te matarán ¡Vete!
— ¡No te dejaré aquí! ¡no me iré!
— Hazlo Viktor, no me dejes morir en vano, me mantuve vivo porque sabía que seguramente acabarías aquí y tenía que ayudarte a escapar, ya te sacrificaste por nosotros al parar al gigante, ahora déjanos ayudarte por esta vez.
— ¿¡De qué hablas Didacus!? ¡No lo haré!
— ¡Deja ya de hacerte el fuerte maldita sea! Ya vete Viktor te van a matar también, a mí ya no me queda tiempo, pero tu aún puedes escapar.
— Perdóname Didacus, ¡perdóname! ¡Jamás debí meterlos en esto!
— No te lamentes, esto es algo que también nosotros decidimos, esto es una tarea que te encomiendo, vive por nosotros Viktor, hazlo por favor, ahora ya vete.
— Está bien Didacus, lo haré, por ustedes, te juro que no los dejaré morir en vano, adiós amigo mío, siempre estarás en mi memoria, hasta el fin de mis días.
Escuché que los pasos se acercaban y apagué rápidamente la antorcha, volví a poner la soga que cerraba la puerta de la celda y me escabullí entre los cadáveres que estaban tirados en un rincón esperando a que ellos se fueran, la ira y la tristeza eran lo único en mi mente, ellos habían vuelto para acabar con lo que quedaba de Didacus, vi cómo se acercaban a él lo sacaron de la celda y lo amarraron al techo como lo habían hecho con Aldith, yo solo podía observar cómo lo torturaban pues, si salía la tarea que Didacus me había encomendado jamás la cumpliría, Alice lo golpeaba sin cesar, le quemaba los pies con la antorcha, yo ya no pude controlarme y estallé en lágrimas, lloraba en silencio entre los cadáveres mientras veía a mi mejor amigo ser torturado hasta la muerte, Didacus ya no aguantó y decidió hacer algo para que acabaran con su vida, con su último esfuerzo, pateó la cara de Alice, a lo que ella reaccionó violentamente y tomó la espada de uno de sus guardias y le abrió el estómago, desangrándolo y acabando con su vida, ahora entendía lo que ese sujeto me había dicho cuando fui al baño, no entendía cómo podían existir personas que mintieran hasta ese punto y que disfrutaran matar a otros… la ira que sentía no se comparaba a ninguna otra que haya sentido antes, mi odio y ganas de venganza me cegaron por completo, e hice lo que mejor pude hacer y de lo que aún hoy no me arrepiento, decidí quedarme en esa casa para matar a todos y cada uno de los miembros de esa maldita familia, esperé a que se fueran y salí de entre los cadáveres, no estoy seguro, pero el dolor de mi pecho se había agudizado, no por las fracturas, sino por la tristeza, luego de eso subí las escaleras, como esperaba, la puerta estaba cerrada, tomé otra de las antorchas y busqué otra salida, pero no encontré ninguna, luego de tanto buscar vi que habían unas tablas que estaban podridas, tomé con mi brazo una barra de hierro y las rompí, era extraño pero no había vigilancia en ese momento, supuse que me estaban buscando, probablemente ya sabían que descubrí lo del establo, tal vez pensaba que me había ido, y era mejor para mí que creyeran eso, asumí que ya no faltaba mucho para la media noche, así que prioricé el buscar una espada, solo los guardias tenían espadas, así que me fui sigilosamente entre los árboles, y esperé a que ya no hubiera luces en las habitaciones, a lo lejos vi como uno de los guardias se acercaba, estaba seguro de que pasaría muy cerca de mí, así que esperé… me abalancé sobre él por la espalda, y con el único brazo que podía utilizar lo ahorqué hasta matarlo, usé toda mi fuerza para fracturarle el cuello, no hice el más mínimo ruido, era la primera vez en mi vida que mataba a alguien, le quité su espada, y me escabullí de nuevo entre los árboles, lo otros sujetos se dieron cuenta de que su amigo estaba tirado en el suelo y vinieron corriendo a auxiliarlo, salté sobre uno de ellos por detrás y le corté la garganta, el otro sacó su espada e intentó matarme, pero su forma de usar la espada era tan mala que aún con solo un brazo se me hizo sencillo cortarle la mano con la que sostenía la espada y atravesarle el pecho, todo esto pasó en cuestión de minutos, no más de diez, cegado por la ira y ahogado en la tristeza abrí una de las ventanas y entré de nuevo a la casa, subí silenciosamente por las escaleras, buscando entre habitaciones me encontré con los otros dos guardias que aún faltaban, al verme se asustaron, pues no entendían como había entrado sin que nadie lo notara, sacaron sus espadas y se abalanzaron sobre mí, nuevamente malas técnicas de combate, fue tan fácil para mi esquivar sus estocadas y cortarles la garganta, que pensaba que era un chiste siquiera pensar que estos tipos eran los que vigilaban este lugar, nuevamente busque por toda la casa, hasta que vi una enorme puerta doble, la abrí y ahí estaban los tres, padre, madre e hija, hablando muy tranquilamente, no habían notado que había acabado con sus pésimos guardias en menos de quince minutos, el padre de Alice tomó un pequeño cuchillo y me amenazó con él, le corté la mano y su grito de dolor hizo que Alice y su madre entraran en pánico, aún después de lo que habían hecho, tuvieron el descaro de preguntarme algo que me hizo enfurecer aún más.
— ¡Por qué haces esto animal! ¡Nosotros te ayudamos, tú nos debes la vida!
Sin responderle, simplemente acabé con la vida de su padre cortándole la cabeza, luego maté a su madre al cortarle la garganta, ya que ellos al apoyarla y disfrutar tanto como ella los delitos que cometía, eran tan culpables como su hija, luego me acerqué a ella muy lentamente y la asesiné mientras lloraba, le abrí el estómago como ella lo hizo con Didacus, y le atravesé el corazón sin piedad alguna, después de eso, bajé lentamente las escaleras y salí de ese lugar, al poco tiempo comenzó a llover, estaba llorando, lleno de tristeza, herido y enojado, caminé sin rumbo por unas horas, hasta que salí de los dominios de esa familia, luego caí al piso y perdí el conocimiento nuevamente.