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Es común oír durante el atardecer, al anochecer y en horas del amanecer, cercano a las fuentes de aguas, el cantío de diferentes tipos de anfibios, que hacen sus llamados territoriales o de apareamiento, indicándonos su estado de salud y bienestar ecológico, lo que nos permite extrapolar las condiciones en las cuales se encuentran los ecosistemas ocupados por estos individuos, muy sensibles a los cambios naturales y a la contaminación ambiental.
Los individuos anfibios, como esta rana platanera (Boana crepitans, Familia Hylidae, Orden Anura), de hábitos nocturnos, fotografiada sobre la tapa de una pecera ubicada en el caserío Palmira, municipio Andrés Eloy Blanco, Edo. Lara, son particularmente lábiles a los cambios ambientales relacionados con la presencia de elementos contaminantes del aire y agua, por lo que son buenos indicadores del estado de los ecosistemas que ocupan o han dejado de ocupar.
Imagen correspondiente a la acumulación de aguas de lluvia estacionales que forman corrientes y pequeñas lagunas, donde los anfibios logran depositar sus huevos fecundados, protegidos por masas blancas de espuma, formadas por las madres, que baten el material circundante, valiéndose de sus patas, con la intención de preservar la vida de los pequeños embriones, conocidos como renacuajos, estrictamente acuáticos. Esta fotografía fue tomada en el sector El Toro, cerca el caserío Usera, al norte del Edo. Lara, en plena temporada lluviosa.
Imagen correspondiente a la espuma que forman los anfibios para proteger sus huevos que, inmediatamente después de eclosionar, se dirigen a las masas de agua, donde lucharán de manera decidida por completar su ciclo vital, hasta convertirse en adultos, los cuales ya pueden habitar tanto en el agua como en tierra.
Esta fotografía fue tomada en el sector El Toro, cerca el caserío Usera, al norte del Edo. Lara, en plena temporada lluviosa.
Huevos de anfibios, flotando en el agua de una laguna ubicada en el sector Mojomú, de la montaña Mucuragua, al norte del Edo. Lara. Noten que estos huevos fértiles carecen de la espuma protectora, y de no eclosionar pronto los embriones y comenzar a nadar, corren el riesgo de ser devorados por los depredadores de su entorno, que pueden ser otros anfibios, larvas acuáticas de insectos, pequeños peces, aves y reptiles.
Es un hecho conocido que los anfibios, en general, son voraces depredadores de insectos, contribuyendo a mantener a raya estas especies, y muchos organismos de mayor rango en las cadenas de alimentos, como los ofidios, lagartijas, aves y pequeños mamíferos, dependen de estos anfibios para garantizar su ración alimenticia.
Una rana arbórea duerme sobre el tronco de una árbol, confiada en que su diseño corporal se confunde con los líquenes presentes sobre la corteza de ese tronco (cripsis), demostrando la capacidad de los anfibios de hacer vida tanto en la tierra como en el agua. La dependencia de estas ranas por la vida acuática garantiza el encuentro con parejas sexuales, la cópula y el desarrollo de los embriones o renacuajos, de allí la importancia de la calidad del agua para el desarrollo de la vida de estos organismos. Además, dada su capacidad de difundir el oxígeno necesario para sus procesos metábolicos a través de su permeable y vascularizada piel húmeda, cualquier contaminante presente en el agua o aire los afecta en forma importante y letal. Los anfibios, cuando viven en tierra, también presentan respiración pulmonar, y los renacuajos de vida acuática, respiran a través de branquias.
Pero los anfibios no son las únicas especies de animales o plantas capacez de aportar información acerca del estado ecológico de los espacios naturales, destacando las lepidopteras, especialmente las de hábitos diurnos (Rhopalocera), cuyos taxones están conformados por individuos frágiles, muy susceptibles a los cambios atmosféricos, a la presencia de insecticidas sobre la vegetación que visitan y a los cambios fisicoquímicos del agua a la que tienen acceso las plantas que sirven de alimento a las orugas, o a la composición del nectar y polen que consumen a medida que visitan flores, y contribuyen con el proceso de polinización de los vegetales.
Un individuo conocido como mariposa cebra (Orden Lepidoptera, familia Nymphalidae, Género Heliconius), se posa sobre una planta del Género Passiflora, quedándose muy poco tiempo en cada espacio. Las mariposas adultas la mayoría de las veces, no se alimentan y dedican todo su breve período de vida a la cópula sexual, postura de huevos y luego, fenecen. Por el contrario, las orugas son muy activas y voraces, y sí los órganos vegetales que consumen están contaminados por agroquímicos, u otros contaminantes, pronto perecen, sin lograr el cumplimiento de su etapa de pupa y la posterior metamorfosis, truncando la posibilidad de perpetuar la especie. A esto se suma el empeño de los agricultores, que a través de diferentes prácticas agrícolas, tratan de preservar sus cultivos, a costa de matar a cualquier individuo que represente un peligro para el rendimiento económico y productividad agrícola. La mayoría de estos productos son de características residuales, defoliantes, contaminantes de las fuentes de agua y del aire, que, a pesar de ser invisibles en sí mismas, se puede medir su impacto ambiental a través de la disminución poblacional de las mariposas, que en forma indirecta inciden en las cadenas de alimento, afectando a los individuos depredadores que están por encima de los herbívoros o consumidores primarios, que se pudieran quedar sin su sustento, o transferencia enrgética entre los eslabones alimenticios.
Considerando que la corteza de los árboles, arbustos y la superficie del suelo, o las rocas, presentes en los espacios naturales, están en constante contacto con el aire atmosférico, con el rocio mañanero y con el agua proveniente de las lluvias, cualquier cambio desfavorable en la calidad del aire y del agua va a insidir directamente sobre el desarrollo de las especies pioneras, capaces de colonizar los mencionados espacios, impidiendo que se prepare el terreno para el desarrollo de otras especies, sobre todo las que propician las sucesiones ecológicas, afectando de forma sustancial a los líquenes y en forma posterior a las briofitas y helechos que dependen de la adecuación del sustrato para poder desarrollar sus cormos, sobre superficies no muy aptas para el desarrollo de la vida.
Un pedazo del tronco de un árbol forestal, cortado para leña, en el sector Mojomú, de la montaña Mucuragua, al norte del Edo. Lara, nos muestra la presencia de líquenes (asociación entre un hongo y un alga), creciendo sobre su corteza, y de a poco, van degradando los tejidos vegetales para que las moléculas sirvan de sustento a las bacterias, que con ayuda de la energía solar, realizan fotosíntesis, para producir su alimento y aportar algunos nutrientes al hongo. Al final, los tejidos vegetales de la corteza del árbol se degradan y convierten en una especie de suelo, propicio para que las briofitas y otras comunidades pioneras se desarrollen sobre un sustrato que antes era inviable para la vida. Todo este proceso de sucesiones ecológicas se interrumpe si el agua y aire que están en contacto con los árboles está contaminado, y por supuesto, no se desarrollan los líquenes y no se inician las sucesiones ecológicas, perdiéndose la vida en muchos espacios geográficos.
La degradación de los tejidos vegetales por la acción bioquímica del liquén ha permitido la proliferación de musgo, que es una briofita, carente de organos verdaderos, pero su cormo es fundamental para la preservación de la humedad reinante en el ambiente y su capacidad de realizar fotosíntesis aporta nutrientes a la propia briofita y a otros seres vivos. Estos musgos representan una segunda etapa del desarrollo de la sucesión ecológica, dependiente del liquen para su fijación en el sustrato.
El tejido ubicado debajo de la corteza del árbol ha sido degradado y convertido en un sustrato viable para el desarrollo de la vida, lo que han aprovechado algunos insectos, que colocan sus huevos, de los que eclosionan las larvas que se alimentan de la materia orgánica circundante.
A medida que nos desplazamos a través de los espacios naturales, lo lógico es que nos encontremos con estas especies que nos indican que dentro de los ecosistemas reina la armonía y las cadenas de alimento están funcionando apropiadamente, sin descontrol en los números poblacionales y cumpliéndose el flujo de energía a través de los eslabones correspondientes en las pirámides de alimentación, por lo que sería algo común avistar anfibios, mariposas, líquenes, por solo mencionar los más destacados en los ecosistemas terrestres, sin olvidar que en los ecosistemas acuáticos también existen esas especies indicadoras del buen estado de los ecosistemas.
Muchas poblaciones de insectos, como estas Musca domestica, aprovechan la disposición de cantidades importantes de alimentos, o la ausencia de depredadores, para aumentar en forma desmedida su número poblacional, por lo que es necesario su control biológico, o a través de acciones propiciadas por el hombre.
Aves, como este atrapamoscas jinete (Orden Passeriformes, Familia Tyrannidae, Especie Machetornis rixosa), fotografiado sobre el techo de un rancho en una zona rural del caserío Palmira, Edo. Lara, está cazando insectos que se acercan a su posición de depredador, incluyendo muchas especies, entre las que destacan las moscas y mariposas. El apropiado funcionamiento de las cadenas de alimento, con la consecuente transferencia de la energía acumulada en las presas, viajando hacia los depredadores, es indicativo inequívoco de que los ecosistemas de esa zona están funcionando con armonía.
Otro indicador del buen estado de los ecosistemas es la presencia de grandes depredadores, que ocupan los últimos eslabones de las cadenas de alimento, demostrándonos que tienen acceso a la cantidad de alimento necesaria para el desarrollo de su ciclo vital, incluida la consecución de pareja sexual, el apareamiento y la cría de sus proles, pasando su legado genético a los descendientes. Para que esto sea posible, la energía debe fluir desde la fuente primaria, que es el Sol, pasar a los seres productores que, valiéndose del proceso bioquímico de la Fotosíntesis, logran transformar la energia lumínica en energia química, en forma de ATP, la cual se almacena en los tejidos vegetales y de allí, pasa a los consumidores primarios, que son los herbívoros, luego esa energía química es transferida a los consumidores secundarios, terciarios y así, hasta llegar a los grandes depredadores, que no tienen enemigos naturales, y mueren por causas distintas a la depredación, transfiriendo la energía y materia de sus cuerpos a la tierra, por efecto de los organismos descomponedores, que toman una parte de esa energía para desarrollar su ciclo de vida.
Esta imagen, tomada en espacios rurales del sector Perico, municipio Andrés Eloy Blanco, Edo. Lara, corresponde a heces fecales de un cánido no identificado, que evidencian que el depredador se ha alimentado a partir de un animal cuyo cuerpo está cubierto de pelos, probablemente un conejo silvestre. Esta es prueba fehaciente de que la energía está fluyendo dentro de las cadenas de alimento, y refleja que ese ecosistema está funcionando en armonía con las leyes naturales.
La ampliación de la imagen de las heces fecales con abundantes restos de pelo corporal y el gran tamaño de las heces, nos dan una aproximación de la capacidad de la abertura anal del cánido depredador, lo que hace presumir que su tamaño puede alcanzar el medio metro de alzada y unos 20 kg de peso.
Esta imagen nos muestra otro grupo de heces fecales, con la variante de que además de pelo corporal, el depredador consumió material rico en calcio, probablemente los huesos de la presa. Esta imagen también fue tomada en un área rural del sector Perico, cerca de Palmira, Edo. Lara.
Al caminar por los espacios naturales debemos estar pendientes de los seres vivos que van apareciendo en cada ecosistema y, a partir de esos avistamientos podremos establecer con certeza las condiciones en las cuales se encuentran los ecosistemas visitados, permitiéndonos establecer las zonas biogeográficas mas ricas en fauna y flora, determinar la biodiversidad aparente de esos sitios geográficos, y si somos persistentes en nuestras jornadas de observación, también lograremos tipificar cuales espacios corresponden a los diferentes biomas que se presentan en Venezuela, o en cualquier otro país.
La presencia de plantas acuáticas como esta Utricularia gibba (Familia Lentibulariaceae, Orden Lamiales), fotografiada en una laguna ubicada en el sector Mojomú, montaña Mucuragua, al norte del Edo. Lara, es indicativo de la calidad del líquido que ocupa ese espejo de agua, y con toda seguridad, allí deben estar prosperando especies como algas, anfibios, y peces, que seguramente forman parte de las cadenas de alimento y de la transferencia de energía.
Imagen correspondiente a un insecto del Orden Hemiptera, Familia Aleyrodidae, Especie Aleuroctarthrus destructor, creciendo sobre el envés de una hoja de níspero japonés (Eriobotrya japonica), fructificando en forma vigorosa, indicativo de que no hay sustancias nocivas para el insecto en el entorno que constituye su hábitat. Por supuesto, esta especie es causante de importantes pérdidas económicas a nivel de la agricultura.
Esta imagen nos muestra una espuma sobre el tronco de un árbol del Género plumería, ubicado en un espacio rural del caserío Palmira, Edo. Lara, correspondiente a un insecto del Orden Hemiptera, Familia Pseudococcidae, probablemente, del Género Planococcus. Esta espuma, producida por los insectos adultos busca proteger a las ninfas, que, en sus primeras fases de desarrollo son vulnerables al ataque de otros insectos como las mariquitas (Familia Coccinellidae). La presencia de estos individuos del Orden Hemiptera nos indican que no hay sustancias contaminantes en su entorno que impidan su desarrollo biológico.
Por supuesto, esta especie es causante de grandes pérdidas económicas en la agricultura.
El objetivo final de todas estas acciones ecológicas es la apropiada administración de los ecosistemas, incluida la gestión ambiental y el estudio del impacto ecológico que las acciones humanas tienen sobre el hábitat de las distintas especies de animales y plantas, que si se descuidan y permitimos que se deterioren, terminan propiciando la extinción de las especies y la pérdida de los elementos que constituyen el medio físico, como el agua, aire, etc.
Esta imagen corresponde a una nipa o chinche acuática gigante, también llamada cucaracha de agua (Orden Hemiptera, Familia Belostomatidae, Género Lethocerus), fotografiada en un espacio rural del caserío Palmira, Edo. Lara, que estaba deambulando por el monte, cercano a una laguna de agua usada para alimentar al ganado. Este animal tiene una picada dolorosa, pero no es mortal para los humanos, pero en su hábitat acuático, depreda muchas especies de peces (alevines), anfibios y otras larvas de insectos, que hacen vida acuática. Su presencia es indicativo de que las cadenas de alimento están funcionando apropiadamente y las masas de agua donde habita están libres de contaminantes. Este insecto respira fuera del agua a través de un dispositivo en forma de esnorkel que presenta en la parte terminal de su cuerpo, se reproduce en el agua y en ocasiones emigra a otros hábitats, ya sea caminando o volando, sobre todo en épocas de lluvia y grandes crecidas de los niveles de agua.
Un alacrán (Clase Arachnida, Orden Scorpiones), no identificado, ha capturado una pequeña cucaracha y la lleva a cuestas, probablemente a su nido, para comerla con seguridad, ya que este individuo, ahora en modo de depredador, también puede convertirse en la presa de otros depredadores que están en niveles más altos de la cadena alimenticia. Esta transferencia de energía entre depredadores es indicativo del buen estado del ecosistema que ocupan en los espacios naturales del municipio Andrés Eloy Blanco, Edo. Lara.
Bibliografía sugerida:
Especies Indicadoras.
FUENTE
Especies indicadoras: Animales que ofrecen pistas fundamentales sobre el cambio medioambiental.
FUENTE
Especie indicadora.
FUENTE
Cómo respiran los anfibios.
FUENTE
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