La noticia llegó al otro día en la mañana. Una voz al otro lado del teléfono pronuncia las palabras en coro, dos veces para verificar si he recibido el mensaje. Contesto con un breve 'Sí, gracias.' y cuelgo el artefacto. Me siento... extraño. El resto de las personas que conozco hubieran experimentado un caso de tristeza y dolor tras recibir tal noticia pero yo me siento estable. Normal. No todos los días un padre se muere, pero no todos los días un padre al que odiaste gran parte de tu vida se muere.
Me arreglo para ir al trabajo, mirando fijo el espejo en busca de un signo de tristeza que no encuentro. Vacío, un cascarón que no se inmuta ante los sucesos de su vida. Siento pena por mí, pero no la suficiente como para detener la rutina. Cojo el subterráneo hasta el extremo de la ciudad donde trabajo. El viaje me hace bien, limpio mi mente, purifico los restos de preocupación y desecho todo pensamiento que no provee utilidad.
Lo primero que me recibe en la oficina es el saludo piadoso de mi jefe. 'Lo siento mucho', me informa. Me toma un par de segundos procesar que se trata de la muerte de mi padre. 'Gracias.' Respondo, sin más. El resto del día consiste en: dar permiso para que entren en la oficina y pronunciar la palabra 'Gracias' a todo aquél que se toma la molestia de darme el pésame por una persona que no trato desde hace años. Logro sobrevivir y me zambullo en el subterráneo de vuelta.
El día largo no termina del todo hasta recibir la visita de mi madre y mi hermano. No necesito escuchar sus voces para saber porqué están aquí. 'Quieren que asista al funeral' me les adelanto. Se ven entre ellos y antes que repliquen mis palabras suelto un tajante 'No.' Insisten más de lo que esperaba, los ignoro y rechazo más de lo que pretendía.
El viejo nunca tuvo las bolas para botarme de la casa. Boicoteó mi carrera, mis relaciones, amistades, estilo de vida. Se metió en cada esquina de mi ser hasta que tuve que largarme. No necesitó decir las palabras, sus acciones lo hicieron. No sé cuántas veces escuché por parte de mi madre que en verdad me quería y extrañaba, que ser duro era parte de su carácter. Los padres no te hacen la vida imposible, te muestran el camino y te acompañan en el trayecto. Te levantan, no te tumban.
Al siguiente día sigo respondiendo con tajantes 'No.' las suplicas de mi madre a que asista al funeral, cruzo al subterráneo y empiezo el trayecto hacia el trabajo. A medio camino un hombre se levanta y saca un arma de su pantalón. Amenaza a los presentes, incluyéndome, e informa que, quien no haga caso, se comerá una bala. Los presentes seguimos las instrucciones menos un hombre, quien sostiene a un niño que se tapa los oídos. Se ve agitado, suda mucho y revuelve su cabello. No ve al sujeto, mira hacia los lados mientras toma bocanadas de aire. Oigo cómo el sujeto le clama al asaltante que no haga nada, el niño padece de autismo y no entiende estas situaciones.
El niño autista se desespera ante los gritos de vuelta del asaltante y corre hacia un extremo del subterráneo. El asaltante se asusta y apunta. Todos nos alarmamos. Cuando llega el grito del hombre rogando que no lo hiciera, un estallido suena. Lo siguiente es horroroso. Se forma un caos dentro del vagón, los hombres corren a empujar al asaltante, el sujeto corre hacia el pequeño, y yo me quedo paralizado. El nudo en mi garganta se desprende cuando confirmo que el asaltante falló y el niño se encuentra a salvo. El La multitud suspira ante tal acontecimiento.
Bajo en la siguiente parada con una sensación extraña. Pido el día libre y camino por las plazas buscando tranquilidad. Recibo un par de mensajes de mi hermano indicando la hora del funeral de mi padre. No asisto. No pretendo ni acercarme a mi viejo hogar. Guardo el telefono y algo capta mi atención. Veo al hombre y al niño en la plaza, abrazados en un banco mientras este le dice que lo ama. Me rompe. Miro al cielo. Una visita. Una visita no estaría mal.
Esperé que los visitantes dejaran la casa. Mi madre no dice nada, igual que mi hermano. No pretendo quedarme más de diez minutos. No voy hacia la foto en la sala rodeado de velas, en vez subo a su habitación. Es una locura, pero aún se encuentra presente el olor corporal que lo caracteriza. Fisgoneo entre los cajones, buscando no sé qué. Un bulto debajo de las camisas despierta mi curiosidad. Saco el bulto y resultan ser un mini álbum de fotografías. Son fotografías mías. Hay una fotografía graduándome de la universidad, en varios de mis cumpleaños, la primera vez que publicaron uno de mis artículos, e incluso un recorte de periódico cuando en conjunto la oficina ganó un premio.
Siento que algo denso se forma en mi garganta. Los ojos me comienzan a arder. Mierda. Me siento en la cama. Miro a los lados con indignación. Soy fuerte, lo más que puedo hasta que no puedo más y lo dejo salir. Lloro. Lo suelto todo. Se escucha por toda la casa como lloro con sentimiento, molestia, desahogo. Me duele. Duele que nunca se haya disculpado. Duele que se haya preocupado por mí. Duele que se haya ido.
Me duele que se haya muerto con la idea de que siempre lo odiaría.
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estos son momentos donde uno como personas hay que tener la calma y darle gracias a DIOS que este en un mejor lugar y que el solo sabra nuestro destino y rumbo.
Así es, siempre hay mantener la calma y pensar de la mejor manera. Muchas gracias por leer!
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