Desde que tengo memoria, mi abuela vivía al lado de mi casa. Los solares se comunicaban y así podíamos ir cuantas veces quisiéramos. Pasábamos el día entre una casa y la otra jugando. Yo, apenas me despertaba salía corriendo para ver que haría mi abuela de desayuno. Aquella mañana me desperté más temprano de lo acostumbrado. La suave y hermosa melodía de un violín se dejaba oír, a tal punto que todos los vecinos se estremecieron. Lo extraño era que esa música venía de la casa de Virginia de los Reyes Caldera. Fui a averiguar y cuando llegué al solar, debajo de la mata de mangos se encontraba sentado un viejito, de aspecto campesino y muy delgado. Era mi tío Narciso (hermano de mi abuela). Mi tío Narciso nunca se casó, ni tuvo hijos. Aunque no sabía leer, ni escribir su gran pasión siempre fue tocar aquel viejo violín.
Amanda Reverón