La sombra que sigue al día,
esclavizada a la belleza de los cuerpos,
condenada a disfrutar de su compañía,
intenta imitarlos.
No lo logra
porque son únicos,
inigualables,
uno por uno.
Ni la propia sombra es capaz de imitar un cuerpo a la perfección.
Los sigue porque tiene la esperanza de algún día poder acariciar al menos alguna de sus esquinas.
Uno comprende a la sombra al contemplar su mirada y sentir como un castillo de luces flotando en el cielo invade el alma.
La sombra corre y corre sobre la escalera de nubes tratando de llegar al cuerpo; pero la sombra nunca llega, y el cuerpo se aleja y se aleja. Sin embargo, la esencia del cuerpo es fuerte, no desaparece, al contrario, se intensifica; y mientras todo pasa, un suave olor a primavera alegra el día, el alma, la vida y mi universo.