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Quizá no todos tenemos una vida llena de acción ni de novela. Sin embargo, yo la tenía con ella, era una mezcla un tanto retorcida que unía y separaba lo mejor y peor de nosotros, la adrenalina recorría nuestras venas y el romance avivaba nuestro interior dormido.
La brisa estaba en ese punto perfecto de extraña calidez, tenía la aceleración exacta para que tu cabello corriera por todos los vientos. Cada rayo de sol estaba cargado de utopías, chocando con tu rostro y con el brillo de tus ojos y el cielo hacía juego con tu vestido.
Pero el terror se hizo presente, íbamos en picada cayendo hasta lo más profundo de la desesperación. Me encontré con el frío de tus dudas, de tus miedos. Me sumergi en tus vientos huracanados que empezaron a separarnos. De repente, tus ojos rayados por el sol se tornaron grises, llenos de relámpagos que rompieron los cristales que con tanto esfuerzo quise mantener a salvo, dejando sólo esa inminente sensación helada de tormenta.
Confieso que de manera incesante, he pensado mucho en ti. Intento deshacerme de tu recuerdo, creyendo que es suficiente borrarte de mi realidad fisica. Pero termino sintiéndome como un tonto más y no hago nada para cambiarlo. Da igual, la resignación es parte de la inocencia inherente del olvido.
Ahora, yo estoy solo, con el recuerdo de tus ojos y de tu tacto y tú estás esperando a quién sabe qué cosa que te dé el coraje necesario para atreverte a sentir desde lo más profundo del corazón. Ahora, gracias a ti, llevo siempre un impermeable, para evitar así que la tormenta vuelva a atacarme. Voy perdido, sin rumbo, intentando sanar las heridas que me deja tu ausencia, intentando escapar de mi realidad. Ambos estamos atrapados en el pretérito imperfecto de nuestro amor.
Confieso también que de manera recurrente, recorro todos esos sitios en los que nos sentimos como uno solo. Visito nuevamente cada plaza, cada esquina y cada balcón. Tomo cientos de vuelos intentando sentir nuevamente el tacto de tu mano en mi piel. Hubo muchos instantes en los que quise preguntarte si tú también hacías lo mismo. En vano, intentaba buscarte con la mirada. Hubo instantes también en los que me rendía y me detenía para cerrar los ojos e imaginarme en un mundo paralelo lleno de ti, sin tormentas ni relámpagos. En ese paralelismo (el mismo que nos definía), todo era como debía ser. Estábamos juntos. No nos importaban nuestras realidades ni los constantes impedimentos que nos proporcionada el destino. Yo te aceptaba, me acostumbraba a ti y a tus tormentas, tú no esperabas que te siguiera a todos lados sino que construías el camino junto a mí. Yo hacía todo lo posible por hacerte saber que podías confiar en mí y tú no esperabas que yo tuviera el poder de interpretar tus sentimientos. Quizá fue esto último lo que originó la tormenta: el no saber. La espera incesante de ese momento en el que tú por fin me hicieras saber lo mucho que te importaba.
Un mundo donde sólo importa que nos queremos, no un mundo dónde un montón de factores fríos y grises nos destiñen y congelan los colores de nuestras miradas. Pero caigo de nuevo en la vanidad de los intentos y en realidades ficticias que ocultan toda esta soledad. Ahora todo está en el inconsciente donde usualmente todo se me hace inalcanzable.
Recuerdo que cuando te vi por primera vez sentía que flotaba en un mar de suspiros, brillabas a la luz de la soledad y en tu rostro había una tímida sonrisa. Me encontré embriagado en la belleza de tus gestos, anonadado en secreto sin saber cómo confesártelo. Tomé tu mano y la brisa te alejaba cada vez más, pero no soltabas mi agarre. Te sentí más cerca que nunca. Ahora sólo me queda acostumbrarme a tu ausencia, llenarme de recuerdos en los que tú estás presente, desear que hubiésemos sido más fuertes y sobrevivir a la tormenta. Ahora sólo me queda acostumbrarme a lo trágico de tu distancia y la cotidianidad de tu cercanía.
Hermoso escrito, creo que expresa muy bien lo que vivimos cuando nos resulta imposible querer a alguien, pero no por nosotros, sino porque el otro es incapaz de abrir sus muros por completo. Es alguien perdido en el caos de sí mismo, y es difícil salir de este, incluso cuando otro te ofrece la mano.
¡Muchas gracias! Tienes mucha razón, por mas que alguien más te ofrece una mano para salir de tanto caos o para derrumbar tus muros, es difícil aceptarla si no estamos dispuestos a querer y ser queridos.
Hermoso relato... Esta parte -Confieso que de manera incesante, he pensado mucho en ti. Intento deshacerme de tu recuerdo, creyendo que es suficiente borrarte de mi realidad física. Pero termino sintiéndome como un tonto más y no hago nada para cambiarlo. Da igual, la resignación es parte de la inocencia inherente del olvido- me esta describiendo perfectamente.
Esa parte nos describe a muchos, es una sensación bastante agridulce... ¡Muchas gracias por tu comentario!