El escritor mexicano Mario Bellatin nos lleva hasta ese Salón de belleza donde la gente va a pasar sus últimos días, marginada y sin esperanzas, gente que, según, es minoría. Desde las sombras nos hace una pregunta: ¿Dónde habita la maldad? ¿A quiénes hay que proscribir?
Según el autor, Salón de belleza fue concebida como una novela que luego recortó, o mejor dicho, podó, quedando un híbrido que tiene la extensión de un cuento y la estructura y prosa de una narración larga, el resultado es algo próximo a la fisión nuclear.
Salón de belleza no es tal, sino un Moridero donde los hombres (y solo hombres), azotados por una innombrada enfermedad, van a pasar sus últimos días. Es regentado por el narrador-protagonista; no se llega a saber si es transexual o travesti, pues siempre se refiere a sí mismo como hombre, aunque algunas veces llegó a lucir atuendos de mujer para prostituirse o para trabajar luego en la peluquería cuando atendía a las clientas: “Sólo a las mujeres parecía no importarles ser atendidas por unos estilistas vestidos casi siempre con ropas femeninas”. Bien, no se “transforma” tan a menudo debido al rechazo y hostigamiento al que él y sus amigos son sometidos, primero fuera del Salón y después dentro del mismo.
Si el protagonista ya estaba marginado debido a sus preferencias sexuales, por su madre, y después por la sociedad en sí, la situación se agrava cuando sus amigos, y más adelante, desconocidos, convierten accidentalmente (o acaso porque así lo quería el protagonista) al Salón de belleza en lo que él muy bien llama Moridero, porque “En los hospitales donde los internaban los trataban siempre con desprecio. Muchas veces no querían recibirlos por temor a que estuviesen contagiados. Desde entonces me nació la compasión de recoger a alguno que otro compañero herido que no tenía dónde recurrir.”
En algún momento, sin querer, el narrador se muestra a sí mismo como un salvador, no del género espiritual ni mucho menos, como lo consta al referirse sobre una orden religiosa: “Aquí nadie está cumpliendo ningún tipo de sacerdocio. La labor que se hace obedece a un sentido más humano, más práctico y real.” Hace alusión a una labor altruista, totalmente desinteresada, en comparación de las religiones, representadas en la novela como las “Hermanas de la caridad”, que quizás las mueven otros intereses que le aseguren una plaza en el cielo, y no la necesidad de ayudar, o ¿por qué no?, las acciona el miedo a Dios, a su dios.
Es interesante la contradicción que muestra al no aceptar más ayuda que la elemental: para comprar comida y el aseo del lugar y los enfermos, rechazando las medicinas, argumentando que eso no haría más que alargar la estadía y la agonía de los huéspedes: “[…] tengo que volver a recalcar que el salón de belleza no es un hospital ni una clínica, sino sencillamente un Moridero.” Este hecho parece un poco intencional, ya que recuerda las acciones y declaraciones de [Madre] Teresa de Calcuta sobre su filosofía, que el sufrimiento acerca a Cristo, solo que como se ha dicho, el protagonista no busca ninguna experiencia mística sino todo lo contrario, darle humanidad a esos cuerpos deshumanizados por la enfermedad y la sociedad. “Lo único que buscaba evitar era que esas personas perecieran como perros en medio de la calle…”
Sin llegar a entender del todo esto, tal vez por el hermetismo o el miedo, los residentes se organizan para quemar el Salón de belleza, temen, según ellos, que el lugar se convierta en un foco infeccioso.
Encerrado en esa burbuja en la que si bien no se llega a saber sobre alguna otra aspiración del protagonista que no sea la de seguir con el Salón de belleza, es allí donde se siente seguro a pesar de no contar con nadie más en la vida: “Ni siquiera puedo guardar la esperanza de que exista alguna persona que no me quiere escribir.”
Aún en estas circunstancias, el protagonista no abandona la idea de seguir ayudando a la gente a morir con dignidad, sin ningún otro interés que el de ayudar. Entonces, a modo de caja china, aquí podríamos ver esa minoría dentro de las minorías, cuando allá afuera (fuera del Salón) está la mayoría que sólo piensa en sí misma, su preocupación es verse mejor sin siquiera sopesar en la idea de salvar al que está en las últimas porque, estos están enfermos (son diferentes en su aspecto, demacrados, horribles) y si bien no hay fuerza para eliminarlos por los propios medios, (¿moral y ética?) se les abandona, se le excluye. Algo así como en la selección natural y el instinto , pero eso sería aplicable a los animales, no al hombre.
Visto de esta manera se lanza la pregunta: ¿quiénes son los malos? O dicho de otra forma, ¿a quiénes hay que despreciar? ¿Cuál es el afán de la “mayoría” por etiquetar, por denigrar? Este tipo de comportamientos les estaría impidiendo ver el valor real de las cosas y al grupo minoritario demostrar sus cualidades, que en el protagonista es la bondad, y aquellos al parecer carecen y nos les importa encontrar.
Ysaías Núñez
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No había escuchado de esta novela, pero muestra un tema amargo y cruel de las minorías por motivos de genero.
Y aunque en la actualidad están marcando terrenos importantes para disfrutar de sus derechos también es cierto que queda un camino largo para lograr su total aceptación en la sociedad.
La novela se publicó en 1994, por lo que podríamos decir que la novela se desarrolla a finales de los 80 o principios de los 90, y que en todo caso, aún después de muchos años, las cosas no han mejorado mucho, algunas intolerancias se disfrazan de tolerancia, otras de caridad.
Buen post de literatura. Me gusta por que nos conecta con nuestro ideario latinoamericano.
Muchas gracias, @kepay. Es bueno saber que te agrada ese componente latinoamericano.
La mayoría actúa en consecuencia. Están viendo algo que no es normal, el asunto es ¿Como voy a actuar?. ¿Que actitud voy a tomar ante la muerte? Es allí donde juega un papel muy importante la bondad humana.
Vivir en un mundo realista, es saber que la muerte es algo que a todos nos acaecerá, y no podemos huir de ella. Entonces pensemos ¿como será la nuestra cuando nos llegue?