El pasado 16 de septiembre cumplí 17 años por primera y última vez en mi vida. En esa fecha, el año pasado, me estaba preparando para volver a clases, y deseaba que cada día durara 40 horas; no quería regresar al salón, despreciaba la idea de tener que ver esas paredes amarillas de nuevo. Pero sucedió lo inevitable, se acabaron las vacaciones.
El resto del año fue un desastre, y acabé el lapso con el peor promedio de notas que tuve en mi vida de estudiante. Diría que me daba miedo mostrarle el boletín a mi madre, pero estaría mintiendo. Yo sabía que ella lo veía venir. Nunca he sido un estudiante sobresaliente, no se esperaba mucho de mi parte; además, las circunstancias dificultaban intentar ser un estudiante ejemplar, así que yo ni siquiera lo intentaba. No, nunca me asustó la reacción de mi mamá al ver mis notas. Lo único que me asustaba de aquellos resultados era enfrentarme a la verdadera posibilidad de reprobar el último año de bachillerato y tener que repetirlo.
Así, un día tuve una conversación seria con mi familia, que acabó con la decisión de dejar los estudios a inicios de este año, solo dos semanas después comenzar el segundo lapso de clases. Voy a ser sincero, esas dos semanas no daban una luz de esperanza, y siento que no fui el único en notarlo. De catorce días de clases asistí dos. Mis profesores ya no parecían tener muchas esperanzas en mí, y la última vez que fui a clases mis amigos parecían resignados a dejar de verme en el aula, aunque debo señalar el bonito gesto de guardarme el asiento —mi asiento.
En los primeros párrafos de este artículo listé un resumen de las verdaderas razones que me impulsaron a abandonar los estudios, pero si le preguntabas al yo de 16 años, habrían sido unos párrafos muy distintos. Y no necesitamos hacer uso de la imaginación gracias a que en aquel momento escribí un artículo al respecto. Pensaba que era por razones puramente racionales, porque el sistema educativo tiene graves fallos, y porque los estudios me robaban muchísimo tiempo. Quería aprovechar mi vida de otra manera, no podía seguir perdiendo tiempo de esa forma, tenía muchas cosas por hacer.
Me tomó un tiempo darme cuenta de la mentira que le estaba diciendo a todos. Lo noté hace relativamente poco de hecho, al ver que en realidad no he hecho nada de mayor significado en los últimos nueve meses. Mirando en retrospectiva, quizá me habría venido bien terminar los estudios en su momento. Así, al menos tendría el dichoso título en mis manos, y podría ser un adolescente mediocre como tantos otros. Mejor eso que ser un adolescente mediocre más mediocre que la media de los adolescentes mediocres; ellos al menos tienen título de bachillerato.
Creo que el gatillo que me hizo entender que me he estado mintiendo todo este tiempo fue ver a mis amigos graduarse. Hasta entonces, cada vez que se me ocurría que tal vez estuve perdiendo el tiempo, otro pensamiento más poderoso —y cómodo— lo suprimía. «Si estuvieras en el liceo lo estarías pasando peor» me decía siempre para justificar mi abandono. Pero a mediados de julio acabó el año escolar, y desde entonces no tengo nada que justifique mi actitud. No he hecho nada para demostrar, ni a mí ni a nadie más, que dejar los estudios fue una buena idea.
Como pueden ver, hace un par de meses que dejé de publicar contenido acá. Mis últimos artículos fueron un cuento que en un principio tendría tres partes y no terminé. Antes de eso, mi frecuencia de publicación había disminuido una barbaridad. En su momento no entendía por qué, pero poco a poco perdí el incentivo para escribir en esta plataforma. Fue muy anti-intuitivo porque alrededor de esa fecha comencé a tener algo de reconocimiento; mis artículos acumulaban recompensas decenten constantemente y mi número de seguidores aumentaba todos los días. Lo justifiqué con la caída del precio del STEEM, y dejé de escribir porque ya pagaba muy poco y no era rentable seguir. Preferí simplemente no hacer absolutamente nada. Pasé dos meses sin escribir ni publicar nada, dos meses sin dibujar un boceto, dos meses sin buscar ningún trabajo. En fin, dos meses de despertarme tarde, acostarme temprano y no hacer nada útil entre ambas actividades.
Es una pena porque leyéndolo ahora, creo que en ese momento fue que por fin comencé a escribir cosas medianamente interesante. Pero esto también me deja un mal sabor de boca. No es demasiado agradable darme cuenta que solo escribo bien cuando estoy perdido y no sé qué carajos hacer con mi vida.
Recuerdo que hace un par de meses escribí un artículo sobre mi problema con el insomnio y la señorita @bourrbakia señaló la ansiedad y depresión como posibles causas de insomnio, y mencionó que yo podría estar deprimido aunque no lo sepa o no lo quiera aceptar. Todavía no sé si llamarlo depresión porque, como le dije en el pasado, no sé cómo se siente la depresión y creo que es una palabra delicada para usarla con tanta libertad; lo que sí sé es que no me sentía de pinga.
La parte racional del cerebro pensaría que la revelación de que todos mis amigos se graduaban y yo no había hecho nada para justificar el no graduarme con ellos me despertaría y me empujaría a arreglar la situación. Pues no. Fue como un coñazo en la cara, de esos que te ponen a dormir antes de que puedas dar un golpe de vuelta.
Me duele describirlo todo de esta manera porque mientras lo escribo, aunque lo hago desde la total honestidad, suena a que solo estoy soltando excusas una vez más. Y tal vez sea así, pero eso no deslegitima el punto. Tal vez sean solo excusas para no tener que romper el patrón de comportamiento que me resultaba tan cómodo, pero eso no lo hace menos doloroso. Sí, fue como un coñazo en la cara, y me dejó inconsciente por varios meses.
Ya no sé cuántas veces me he prometido "comenzar a trabajar mañana" o "aprovechar este lunes para cambiar mi vida", pero sé que la misma cantidad de veces he roto esa promesa, y cuando llega el lunes, inconscientemente, vuelvo a mi rutina de no hacer absolutamente nada productivo. Suena seductora la idea de simplemente relajarte y perder todo el tiempo del mundo, y no voy a mentir, en un principio fue gratificante, pero no dura mucho. Después de un tiempo solo sientes remordimiento y acabas todos los días yendo a la cama con la cabeza llena de culpabilidad y una vocecita que te recuerda lo vergonzosa que es tu vida.
En algún momento de este fin de semana entendí que esto debe ser más agotador que simplemente tomar unas cuantas horas del día para hacer algo útil. Ya no sé cómo se siente ver una película sin fustigarme mentalmente. Quiero volver a ver anime sin repetirme una y otra vez todas las razones por las que soy un ser humano deficiente. Es agobiante tener tanto remordimiento acumulado, y no creo que pueda seguir soportándolo. En este punto solo hay dos caminos que puedo tomar para librarme de dichos pensamientos: mejorar o suicidarme... Qué suerte que le tengo un miedo terrible a la muerte.
No quiero terminar esto con un discurso genérico que fácilmente podría leerse con voz de coach motivacional y música inspiradora sin copyright de fondo, así que terminaré este artículo y comenzaré mi intento por no ser una porquería de persona diciendo una verdad. Mi mayor motivación es que se me rompieron los audífonos, y quiero comprar unos mejores para poder escuchar k-pop con la mayor calidad posible.
La portada es un dibujito que hice en 10 minutos porque no sabía qué imagen poner.
me gusta tu sinceridad, decirte que te animes no servirá de mucho, pero trata de hacerlo. saludos!
Jajajajajaja eso he estado intentando estos días n.n
Gracias!
Ánimo hermano, yo te diría que te metieras una temporada de repartidor. No te pagaran mucho pero en tu situación es lo mejor. ¿Porque? Experiencia propia. Me metí porque estoy estudiando, no tengo un duro y lo puedo compaginar. Lo importante es que conoces a mucha gente. La mayoría muy agradable. Es como una familia entre repartidores. Y vas a flipar con la de problemas que tienen. Hay algunos trabajando 12/7/365 en glovo para que su familia llegue a fin de mes. Ya veras como te aclaras hablando con ellos. Y ganaras algo de dinero para que cuando te aclares puedas retomar los estudios o buscar otro curro. Animo!
No sé si sea una buena idea trabajar de repartidor viviendo en Venezuela. Me da un poco (bastante) de miedo. Y no creo que escuchar a personas que están en una situación peor que la mía me ayude a mejorar; creo que me entristecería aún más XD
Gracias por el consejo de todos modos! :3
No importa lo triste que suenen tus palabras o el hecho de que éste artículo lo sientas como la más fiel representación de lo que es una derrota, en realidad lo que representa es la aceptación y valentía, es lo que se necesita para "salir de ese hueco" y dar pasos hacia adelante.
No dejes que el arrepentimiento o la vergüenza te distorsionen la vista y usa esa plena consciencia que tienes ahora sobre tu situación para mejorarla, te prometo que dentro de poco mirarás hacia atrás y te quedarás sorprendido de lo rápido que pasa el tiempo y tu cuerpo en conjunto con tu mente no te dejarán hacer otra cosa que no sea aprovecharlo.
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