Los tiempos se veían difíciles en el POJH. Además de la represión, los robos de los materiales y el bajo sueldo se nos venía Navidad encima. Veíamos acercarse la fatídica temporada en la que las diferencias sociales se revelaban con crudeza. Casi todos éramos padres de familia cargados con solicitudes infantiles con pocas probabilidades de cumplir alguna. Entonces nació una idea muy simple de parte de un viejo y rudo carpintero.
Fabricaríamos juguetes, especialmente camiones, todos de madera y elementos sobrantes de las construcciones. Nos pusimos de acuerdo en las medidas y principales características y los vi extraer finos listones, ruedas y ejes de trozos de tablones, y combinarlos con clavos chuecos pacientemente enderezados para hacer surgir un majestuoso camión que soportaría el carreteo inagotable de los niños. Unos cuantos pensaban en pequeñas cunas, muñecos articulados y hasta diminutos comedores con mesas y sillas.
A excepción del camión quedó todo en sueños.
Unas dos semanas antes de Navidad se anunció la entrega de cajas con víveres valiosos, como arroz, fideos, tarros de conservas, café, azúcar y hasta una botella de vino. Todas para los miembros del POJH. Eso arreglaba la cena de Pascua navideña lo que nos llenó de alegría. Sin embargo nos llegó el aviso de que debíamos despedir a la mitad de todos los operarios.
De mi proyecto tenían que irse 150. Además nos entregaban la obligación de elegirlos según nuestro criterio. La lista debía estar en la dirección en cinco días más.
Me enfermé literalmente. Me fui a casa y les dije a los chicos que fabricaran cualquier cosa y la entregaran antes que los echaran a ellos mismos.
Volví para ver un listado en que todas las causales que hubiesen originado desde resentimientos, sospechas, molestias entre unos y otros estaban ahí. No era gran cosa lo que perdían los despedidos, pero para quién no tiene nada lo era todo.
Me reuní con los más afines a especular sobre qué podría haber provocado una medida así.
Dentro del grupo tenía un ingeniero eléctrico, un geógrafo, un constructor civil que sólo repetía constantemente que se había venido desde un postgrado en Londres, un administrativo destituido de un ministerio, un colega arquitecto que de brillante alumno había caído a humilde obrero, un técnico en construcción que así y todo creía en el gobierno y la dictadura y otros con frustraciones de diversas categorías. Sólo pudimos pensar que era simple corrupción amparada en la fuerza del aparato represor.
Las cajas llegaron a la gran bodega que era sede de nuestro proyecto. Venían exactamente la mitad de lo que correspondía a los inscritos en el programa.
Habían planificado comunicar los despidos a través de sus juntas de vecinos, de tal forma que la gente debía buscar su nombre en listados que llegaban a sus barrios. Si no aparecían les decían que era posible que estuvieran en otras listas de otro barrio en que hubiesen vivido antes.
Hicieron deambular a la gente una semana. Pero finalmente iban llegando todos al gran patio frente a la bodega que contenía las cajas.
Empezaron paulatinamente a aumentar el tono de los gritos, hasta que empezaron a llover piedras mientras trataban de echar abajo el portón de la entrada. Nosotros en el interior del edificio, unos diez chicos y yo, intentábamos escapar por una ventana pero ahí nos dimos cuenta que estábamos rodeados. Entonces simplemente abrí un poco el portón y salí pasando frente a la multitud enardecida de al menos unos 500 trabajadores. Busqué policías, sabiendo que iba a encontrar en buena cantidad, los ubiqué y con señas les indiqué la situación. Les bastó acercarse para que se disolviera el gran grupo. Me sorprendió la reacción tan ordenada para ser 500 furiosos mocetones. Quedaron sólo unas quince mujeres gritando insultos.
Ya más calmados y viendo que mi gente se iba a salvo, dispuse llevar una carga de arena que estaba lista del día anterior a una de las obras. Me subí a una camioneta que cargaba el árido, una dama, la dueña del vehículo hacía de chófer y un ayudante y partimos hacia la salida con el camino aparentemente despejado.
En el momento de detenernos para enfilar por la calle, escuché un grito que decía:"¡Se llevan las cajas escondidas en la arena!”. Aparecieron por todos lados los 500 que habían estado en el patio y nos llovió una tonelada de pedruscos, piedras, piedrecillas y hasta bolones mientras nos movían para volcarnos . La chófer sólo atinaba a gritar y no aceleraba, mi ayudante recibió un piedrazo en la nuca y quedó inconsciente y yo le vociferaba a la mujer para que hiciera andar lo que quedaba de la camioneta antes que lograran volcarla. El peso de la arena nos ayudó y además unos veinte policías que permanecían por allí.
Logramos arrancar el dichoso vehículo y nos refugiamos dentro de la municipalidad, mientras se sucedían una serie de combates y se esparcía la violencia.
Descendí de la sufrida furgoneta tambaleante, cubierto de dolores y encontrándome piedras en los bolsillos, bajo la camisa, en los zapatos y cayéndome de los hombros. A mi amigo lo arrastré como pude y lo dejé sentado en un borde mientras la dama se iba a llorar al interior del recinto.
Se expandió el suceso y empezaron incidentes alrededor de la municipalidad, en que ya no participaban solamente los despedidos del POJH, se metió todo el que quiso.
Me acomodé en un alféizar a cierta altura y pude observar una panorámica de los sucesos. Un montón de personas habían sorprendido a unos camiones cargados con las dichosas cajas y los estaban desvalijando. Divisé un radiopatrullas que se acercaba, ante lo cual los tipos con sus cajas cargadas como fuera intentaron escapar. Los carabineros los alcanzaron, les dieron de palos, les quitaron las cajas, las pusieron dentro del radiopatrullas y huyeron raudos.
Estimado amigo, me gusto tu , viví contigo el momento gracias a ella, me llama la atención la calidad de tus dibujos, deberías incorporarte al grupo de @loreennaa, @dcaroa sabe quien es, otra cosa, no importa si es de derecha o de izquierda la dictadura, igual se sufre y pasa trabajo, otro punto defineme POJH. Mi saludo, respeto y te estoy siguiendo, sígueme y ya hablaremos.
Razón tienes, estimado. Se sufre con las dictaduras, sobretodo que acomodan el país a sus intereses. POJH significa programa de Obras para Jefes de Hogar. Fue un recurso para los cesantes en el que pagaban alrededor de 100 dlls. mensuales. Nadie salió bien de esa experiencia.