El fulbito de todos los jueves

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En el animado barrio de Villa Crespo, todos los jueves por la noche tenían un ritual muy especial: los juegos de fútbol 5. Este evento semanal era esperado con ansias por un grupo de amigos que, sin importar las ocupaciones del día a día, se reunían religiosamente en la cancha de "El Potrero", un pequeño pero acogedor campo de césped sintético.


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El grupo estaba compuesto por chicos de diferentes edades y profesiones. Estaban Pedro, el carnicero del barrio; Lucas, un estudiante universitario; Mauro, el mecánico que siempre tenía las manos llenas de grasa pero un corazón de oro; Diego, el contador que vivía calculando goles; y Tomás, el maestro de escuela que aprovechaba estas noches para desestresarse.

Cada jueves, después de terminar sus tareas y responsabilidades, los chicos se reunían en la esquina de la cancha. Las luces del campo iluminaban sus caras con una mezcla de entusiasmo y determinación. El sonido del balón botando y los gritos de los jugadores eran música para los oídos de los vecinos, que muchas veces se acercaban a verlos jugar.


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Los partidos eran intensos pero siempre amistosos. A pesar de la competencia, el espíritu de camaradería reinaba en cada encuentro. Pedro, con su fuerza y destreza, solía ser el defensa impenetrable. Lucas, ágil y rápido, corría por la banda derecha. Mauro, con su precisión mecánica, era el goleador del equipo. Diego, el cerebro en el centro del campo, dirigía las jugadas como si fueran números en una hoja de cálculo. Tomás, con su energía inagotable, defendía y atacaba sin parar.

Las risas y los gritos de ánimo llenaban el aire, y aunque los partidos eran reñidos, siempre terminaban con abrazos y bromas. La tradición no era solo deportiva; después de cada partido, los chicos se dirigían a la pizzería de la esquina para compartir una pizza bien merecida y un par de cervezas. Las conversaciones fluían sobre los goles, las jugadas más memorables y las historias del barrio.

Una noche en particular, después de un partido especialmente emocionante que terminó en empate, los chicos decidieron hacer algo diferente. Propusieron organizar un torneo de fútbol 5 que involucrara a más equipos del barrio, con la idea de recaudar fondos para mejorar las instalaciones de "El Potrero" y crear una verdadera comunidad deportiva.

Con entusiasmo y dedicación, comenzaron a planificar el torneo. Se contactaron con otros grupos de amigos, diseñaron folletos y difundieron la noticia por todo Villa Crespo. El día del torneo, la cancha estaba llena de vida y color. Los equipos competían con espíritu deportivo y los vecinos se congregaron para apoyar y disfrutar del evento.

El torneo fue un éxito rotundo. No solo lograron recaudar los fondos necesarios para mejorar la cancha, sino que también fortalecieron los lazos de amistad y solidaridad en el barrio. Desde entonces, los jueves de fútbol 5 no solo eran un encuentro entre amigos, sino un símbolo de la unión y la pasión por el deporte que caracterizaba a Villa Crespo.





Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.

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