Mi reflexión sobre las interrogantes que si hombres como mujeres estamos siendo demasiado feministas y si estamos llegando a un extremo que hoy no tiene sentido, la inicio siguiendo la posición de los compañeros @doctortrillo, @fermionico, @graceleon, cuando convergen que se trata de un asunto cuyo arraigo histórico y antropológico se registra en los anales de cada época. De hecho, mediante esta actividad estamos recreando discusiones que se daban y personificaban entre emblemáticos personajes que pertenecían a privilegiados estratos de la sociedad; verbigracia, para filósofos de la talla de Platón y Aristóteles, las mujeres venían al mundo con el propósito de hacer hijos para el Estado. Pues la distorsionada teoría que la mujer es pecadora desde que infringió leyes divinas y en tanto debía sufrir para parir, envejecer y morir, se popularizó y fue transmitido de generación en generación hasta nuestros tiempos. No conforme con ello, se le responsabiliza con cualquier cantidad de argumentos que la humanidad tiene un ciclo de vida porque Eva se atrevió a comer del árbol del conocimiento.
Vale la pena decir que las construcciones socioculturales, políticas, religiosas y geográficas (como lo plantea @zenkly), que han venido permeando todas las esferas de la humanidad sobre la mujer, se inoculó en un sistema de vida configurado por los programadores del género dominante e hizo metástasis con diversas iniquidades. Qué mejor referencia para conocer y explicar estas consideraciones que las invasiones, colonización y casi exterminación de nuestros pueblos originarios. Por eso al hablar de libertad y paz es referencia obligada la heroína Anacaona, princesa guerrera que ante el saqueo y abusos de los colonizadores no escatimó en luchar por sus derechos y defender con su vida el territorio de la actual República Dominicana. Sin temor a duda, se puede decir que el reconocimiento de la igualdad y la justicia es una verdadera hazaña histórica. Traspasando las fronteras de este continente y avanzando en el tiempo, en el primer tercio del siglo XIX, el germen de la conciencia sobre la desigualdad e iniquidad en las mujeres hacen que la española Concepción Arenal se pronuncie ejemplarmente en defensa de los derechos y libertades de la mujer.
A diferencia de los hechos mencionados y otros que omito, no por irrelevantes sino por el contexto sintético en que enmarcó mi participación, destaca el acontecimiento al que hace referencia @doctortrillo, donde el 8 marzo 1857, fueron vilmente calcinadas más de un centenar de mujeres que se encontraban en situación de explotación en una fábrica textil de Nueva York; aunque analizando el panorama de condiciones del medio ambiente de trabajo y protección social que las desamparaba, se aproxima a la esclavitud, para entonces el salario que pereibían era menos de la mitad del que pagaban a los hombres. Inclusive, similares protestas y manifestaciones se extendieron a otras metrópolis estadounidenses y de europa. A propósito de esto, las movilizaciones de las mujeres comenzaron a ser más notorias, especialmente luego de 1909, cuando las Mujeres Socialistas en Estados Unidos conmemoraron por primera vez el Dia Nacional de la Mujeres el 28 de febrero, con una manifestación de más de 15.000 personas que salieron a la calle a reivindicar igualdad de salarios, reducción de la jornada laboral y el derecho a voto. Tomado de Tele13 Fueron esas luchas y otra serie de eventos salpicados de angustia, dolor y dignidad que llevan al máximo organismo en materia de promoción para la paz, libertad e igualdad a nivel mundial a que reconozca, declare e institucionalice los Derechos de la Mujer, como en efecto se conmemora en una simbólica fecha, tal cual lo refiere @Cervantes.
Coincidiendo con el punto de vista de @teresarod, es innegable que hoy por hoy existen patrones socioculturales que han colocado la etiqueta de inferioridad y desigualdad en las féminas, más aún, se instauró un paradigma de la subordinación femenina que se ha universalizado y cuesta desmontar. En todo caso, son muchos los factores que inciden en esta superestructura de dominación; por supuesto, son significativos los esfuerzos y evolución que ha habido para que el efectivo goce de los derechos sociales, económicos y culturales se equilibren en la sociedad, es decir, que mujeres y hombres disfruten de los mismos derechos y garantías con absoluta naturalidad. No obstante, persisten las brechas con la inequidad en la inserción laboral, salario justo, aspectos u oficios de índole doméstico, acceso a los servicios de educación y salud, ocupación de puestos estratégicos y de poderes en el Estado, desventajas en participación en los elegantemente llamados regímenes democráticos, entre muchos otros indicadores que evidencian una profunda pobreza, exclusión social, marginalidad y violación de derechos fundamentales que priva no sólo de la igualdad de jure, sino de cualquier conciencia y razonamiento lógico de la esencia del ser humano. Desde esta perspectiva, si nos estamos aproximando a un extremo que hoy no tiene sentido.