Los carros y sus secretos
Segunda parte.
Había que festejar y se decidieron: Por la comida rápida. Lo peor fue que pidieron para llevar y comer dentro de mí.
¡No! ¡Por favor! Les grité y me imaginé todo “hediondo” a hamburguesa y sus componentes: salsas, carnes fritas, cebollas y pare usted de contar. Y así fue parte de todo aquello fue a parar a mis pulcros y nuevos asientos, y para el colmo refrescos o sea que yo comí tanto como ellos. El agradable aroma a carro nuevo desapareció, ahora mis aromas eran de comida rancia y descompuesta. O sea que Pasé a hacerle compañía a la calle como basurero pues parte de la diversión era arrojar los envases vacíos y bolsas con desperdicios a la calle. Entre tanto la señora Carmen los animaba a hacerlo.
No me dejen basuras en el carro, bien saben que soy una fanática de la limpieza.
Pues aquí usted ha demostrado todo lo contrario y déjeme decirle lo siguiente y sin ningún respeto porque usted no se lo merece ─le advertí muy molesto por todo lo que estaba pasando─ si usted es así con lo que se encuentra a la vista del público; ¿como tendrás la ropa interior que se encuentra oculta?
En una de las calles de la ciudad la señora Carmen me detuvo y habló:
Mira José ─le ordenó a su marido─ una licorería, bájate y me compras una cerveza. Que estoy muy cansada y tengo una sed horrible.
Lo que me faltaba ─pensé yo─ una conductora borracha. Carmen se tomó la cerveza sin despegar la lata de la boca.
Los groseros y hediondos eructos, cerveceros, no se hicieron esperar y se sumaron a los típicos viciados de las comidas.
José cómprame otra.
¡Pero por Dios! ─Exclamé yo─ ¿esta señora cree que soy un bar?
La pasiva conducta del señor José, me sorprendía: callado, no intervenía para nada. Lo que llevó a preguntarme: este señor es muy educado o es muy tonto; parecía desconectado de todo lo que le rodeaba. Como forrado por un invisible escudo protector; aunque pensándolo bien, aislarse en estos casos y crearse su propio mundo, es una escapatoria inteligente.
Pude fácilmente notar que el “manual de los buenos modales de Carreño” brilló por su ausencia en la educación maternal de esta señora. Rápidamente vació la lata de la cerveza, y obedeciendo al hábito y a la mal educada costumbre, la lanzó a la calle.
Por fin y gracias a no se que, sanos y salvos, llegamos a casa.
Una bella chica, y un adolescente muchacho salieron a recibirnos.
¡Guau! ─exclamaron los dos al unísono─ ¡tenemos carro nuevo!
¡Mamá! ¿Préstamelo? ─pidió la hembra.
¡Préstamelo! ─pidió el varón.
Llegó una jovencita que llamaban Tía y también: ¡Préstamelo!
Por lo visto yo era muy solicitado.
Pero:
Nada de eso ─rezongó la dueña─ yo tengo que salir, mañana cuenten con él.
Está bien: pero yo primero. ─dijeron los tres a la vez.
Noté que el papá no era tomado en cuenta para nada, todo lo decidían ellos, aunque me enteré que el cheque por mi valor, lo firmó él.
Pero en que familia vine a caer ─fue mi meditación.
Dos horas más tarde: con ropa deportiva, lentes oscuros, un florido pañuelo amarrado al cuello y muy perfumada, apareció Carmen “mi dueña”
¡Estoy donde mi mamá! ¡Regreso mas luego! ─Gritó al salir.
Ordinariamente, se me subió, y ocupó el asiento del conductor pasó la llave del encendido, y yo muy obediente encendí mi motor. No se porqué antes de movernos; tuvo que acelerarme el motor, tres veces a 4ooo R.P.M.
No lo vuelvas a hacer, que usted está muy grande para eso ─le reclamé.
Donde llegamos no había ninguna mamá. Me detuvo frente a un cafetín. Un “fornido caballero” entró y se sentó en el asiento trasero. De una manera incomoda, se besaron en la boca. Inmediatamente pensé en el señor Antonio y me lo imaginé con cara de tonto.
Una hora más tarde nos encontrábamos en un solitario lugar, me estacionaron, se bajaron y entraron en una pequeña habitación. Yo de curioso como estaba cerca de ellos, oía lo que sucedía ahí dentro, y deduje que se trataba de un: “alboroto amoroso”.
¿Cómo quieres hoy? Preguntó: atrevida y sin complejo alguno: la “señora” Carmen. Conocía muy bien a su “amigo secreto” y sabía como despertarle su condición erótica.
Como tu quieres yo quiero, bien sabes que me gustas toda y de todo. Fue la acertada respuesta de su “fornido amante”
Una hora después estábamos de regreso. Lo que sucedió debió ser muy agradable, lo intuí por su alegre conducta.
Yo me aproveché del momento y quise aplicarle un chantaje.
Y le dije: mire señora: pórtese bien conmigo, porque le tengo un secreto. ─Pero no me oyó.
En un lugar desconocido por mí; el fornido caballero se bajó. Carmen alargó la mano para pasarle un sobre. Pude percatarme que se trataba de dinero.
Pásame buscando para que se repita ─le dijo el orgulloso amante.
Eso tenlo por hecho ─respondió alegremente Carmen.
Un amoroso abrazo y un apasionado beso, sirvieron de despedida.
Quizás para tranquilizar su conciencia fuimos a casa de su mamá.
Una maternal bendición, un abrazo y un beso, sirvieron de bienvenida. Luego de una taza de café y unos panecillos hechos en casa, se despidió y rápidamente salió. A pesar de las suplicas de su mamá. Para que permaneciera un poco más con ella.
Tranquila mamá, ya vendré para estar un poco mas contigo ─fue su falsa respuesta.
Pero Carmen, no contaba con la natural psicología de una madre y…
Espera un momento Carmen ─y se la soltó a “raja tablas” en que movimientos raros, andas metida. Tu a mi no me engañas. ─Carmen sintió como una escalofriante ola recorrió todo su cuerpo, he inmediatamente se puso a la defensiva:
¡Maaamá! Como te atreves a poner en tela de juicio mi honestidad. Me estás faltando el respeto.
Ponlo y piensa de mi lo que quieras. Pero te repito, que tu a mi no me engañas. Mañana te espero para que conversemos al respecto.
Al verse técnicamente descubierta. Carmen optó por ceder terreno en la discusión y respondió en un tono explicativo y cariñoso.
No se si mañana pueda venir mamá, pero te prometo que en la primer oportunidad estaré por aquí y conversamos sobre todo lo que tu quieras, así despejas tus dudas sobre mi conducta y te darás cuenta que tu hija Carmen es la misma que tu conoces: fiel, honesta, bonita, consentida por ti y la hija que mas te quiere. ¡Chao Mammi!
Carmen creyó dejar todo en orden. Pero no fue así: su mamá una vez al encontrase a solas: pensó en su yerno, sus nietos, familiares, amigos, todos formaron una larga fila de los acostumbrados rostros sonrientes, ahora se los imaginaba, serios preocupados. No pudiendo mas con su imaginaria pena se soltó a llorar y pensó en voz alta para si:
Carmen mi niña tu a mi no me engañas.
Salimos de vuelta a casa. Me conducía muy ufana, victoriosa y aprisa. Pude percatarme que el “fornido caballero” la dejó muy contenta y satisfecha y ahora quería descargar su eufórica alegría conmigo.
¡Deténgase señora!... ¿que le pasa? ─Le grité. En una esquina estuvo a punto de chocarme contra un poste. En el momento que derrapé frenó tan bruscamente que mis pobres llantas dejaron una oscura huella en el piso. Pude notar que se asustó porque en adelante bajo la velocidad.
Llovió, mi limpio cuerpo dejó de serlo y me llené de barro hasta las puertas. Era difícil de creer pero todo esto pasó en unas cuantas horas desde que salí del pulcro concesionario.
De nuevo en casa todos salieron a recibirme.
¡Mamá!... ¿De donde vienes? Mira como traes a “Oscar” todo sucio.
Estaba en casa de mi mamá; el que lo vaya a usar mañana que lo lave. ─Fue la rápida respuesta de Carmen, e inmediatamente pasó adentro de la casa.
Un buen baño lavará mis partes y partes lavadas: “partes nuevas” ─según ellas─ porque yo no estoy de acuerdo con esa solución ya que el agua y el jabón no borrarán las huellas, los desgates, posibles enfermedades ni los recuerdos que quedarán impresos para siempre en la lista de sus pecados. Su conciencia la limpiaría el domingo en la iglesia a la hora de la misa.
La próxima tarea era esperar a su marido, pues se acercaba la hora de su regreso.

Final de la segunda parte.
Continua en una tercera parte
Autor: @tomásflores