Todo empezó el día que asesinaron a mi padre. Todavía recuerdo su enorme sonrisa cada vez que salía a la calle... a saltos gigantezcos sobrevolaba los altos edificios de aquella gran ciudad.
Los rascacielos reflejaban el cielo azul lleno de esperanzas, por donde se movía libremente mi padre. Su sombra desplazándose con velocidad y gracia es lo más que recuerdo de él.
Me puso por nombre "Castaña" porque tengo el pelo castaño claro y ondeado. La gente siempre le recordaba que la castaña era una fruta seca y era mucho más oscura que mi cabello. Solía decirme que siempre mirara el lado positivo de las cosas y recordara lo bella que es la vida. Su voluntad era inquebrantable.
Un superhéroe, así le llamaban. El mundo era hermoso para él. Y si alguien encuentra esto en una sociedad más avanzada, les sorprenderá saber que aquella visión del mundo era muy noble para la realidad. Desde que nací podía percibirlo... la gente, era muy diferente a nosotros. Muy diferente a lo que veía en la televisión. Cuando él sobrevolaba los cielos ayudando a los que lo necesitaban, la gente sólo lo miraba, con una expresión vacía... e incluso, con un poco de odio en sus ojos... o al menos así lo percibía yo.
A pesar de esto, surgieron otros como él, pero lo hacían por fama o dinero, ya que, incluso de manera indeseada, llamaban la atención. Nunca fueron muchos los que nacían con estas habilidades, no importa cuánto se intentara, el gen mutante era extremadamente recesivo.
Siempre, los superhéroes fueron unas rarezas. Habilidades existían y existen de todo tipo; superfuerza, fuego, hielo, teletransportación, levitación, control de la materia, etc. Miró
Claro, no todos los que tenían habilidades especiales eran héroes. A pesar de todo el brillo que podía tener el futuro de la humanidad, la maldad era mucha.
El día que mi padre fué asesinado el cielo estaba muy distinto... aquel color era anormal... una especie marrón opaco y verdoso. Yo sabía que algo sucedía, pero no entendía qué. Pretendía salir a hacer unas compras para la casa. Iba vestida de jeans, franela azul claro y sweater azul marino, como siempre. Varios días antes había habido revuelo en todo el mundo por el aumento en la actividad criminal de manera súbita e intensa.
La gente estaba empezando a formar teorías y entrar en pánico. Mi padre sabía eso muy bien, sin embargo, estaba seguro de que todo iba a salir bien.
Ese día él abrió la puerta de la casa con confianza, de pie con las manos en las caderas y la mirada alta, con una gran sonriza, a pesar que al abrirla nos recibía un fuerte viento que hizo sonar la puerta contra la pared y la escena de una ciudad en pánico; el cielo marrón verdoso lleno de humo, protestas con grandes pancartas hasta donde alcanzaba la vista, todas las calles llenas de filas enormes de autos, un grupo enorme de jóvenes armados saliendo por las calles a tomar dinero de la gente y el sonido de los gritos furiosos de la gente sumida en euforia colectiva.
"Papá..." le dije, asustada. "Hija... no tengas miedo" me dijo él, girando la cabeza hacia mí, aun con el cuerpo hacia adelante, "Todas las cosas que conocemos llegan a un fin... tanto las buenas como las malas, pero puedes estar segura de que yo siempre te amaré. Ya mis tiempos han terminado, una nueva generación se acerca, y tú puedes decidir qué hacer en este momento, qué consideras mejor; si huir, o pelear, en ambos casos, puedes estar seguro de que lo harás lo mejor posible" continuó.
Yo lo miré, hacia arriba por su altura, con gran admiración al ver su confianza ante una situación tan adversa. Empecé a sentir mucho miedo, y no lo quería dejar ir, quería que se quedara, pero ninguna palabra salió de mi boca. Entonces, él me dijo: "Ven... acércate", y con eso di varios pasos hasta estar enfrente de él, mientras el ruido de la calle y los gritos desde lejos se hacían más fuertes. El viento soplaba con fuerza y agitaba mi cabello, tenía mucho miedo.
Él, aun sonriendo, puso una rodilla en el suelo para poder verme mejor. "Te amo hija. Recuerda siempre seguir el camino de la lógica, la justicia y el amor a los demás, aunque nadie más lo haga... aunque no puedas seguirlo a la perfección... manténte allí... por mí" entonces me abrazó.
Lo abrazé con fuerzas, un momento congelado, los segundos más largos de mi vida y, al mismo tiempo, los más cortos... desearía haber estado así con él el resto de la eternidad.
"Tengo que irme" me dijo, "espero venir pronto, quédate en casa".
Con eso, salió. Con rapidez desapareció de mi vista y siguió volando por los cielos ahora oscuros y llenos de odio que era nuestra ciudad.
El aire se sentía frío, y el día oscuro. Podía escuchar el alto televisor de las noticias de los vecinos, anunciando a la gente en pánico por el aumento desenfrenado de la criminalidad, por el extraño evento climatilógico en el cielo y porque cos civiles estaban atacando y asesinando a muchos de los héroes de la cuidad.
Habían sacado de sus casas a más de uno, disparándoles en el acto. Gritándoles insultos y otras cosas. Y a varios héroes voladores les disparaban con rusiles de alto alcance. Al oir aquello corrí a la sala y encendí el televisor en el canal de noticias. Las imágenes eran simplemente horribles. La gente juntaba a los muertos y los colocaban en una pila para quemarlos.
"¡¿La policia y la milicia se durmió o qué?!" exclamé. No podía creer lo que veía. Las imágenes empezaron a mostrar a un ejército de hombres armados y uniformados saliendo a las calles para restaurar el orden, pero me sorprende lo mucho que tardaron. Me sentía tan inútil... pues, a diferenca de mi papá, yo no tenía ningún poder.
Lo más catastrófico fué el aumento de la criminalidad. Jamás olvidaría las palabras de un psicólogo y sociólogo, un señor de edad, entrevistado aquel día a las afueras de la cuidad en ese canal para dar su opinión respecto a esto. Al parecer estaban entrevistando civiles y lo encontraron prescenciando la escena, de modo que se acercaron a él por ser tan reconocido.
El entrevistante, un hombre joven, le preguntaba con mucha premura por su opinión en estos actos tan "fuera de lugar", sin cambiar el típico tono de voz de noticiero, "¿Qué le parece? ¿Qué opina?" decía con rapidez, acercándole el micrófono a la boca para apremiar al hombre, y lo que él dijo fué lo siguiente:
"¿De verdad le sorprende...? ¿Es usted de verdad un firme creyente de la justicia y la nobleza de la humanidad...? ¿O sólo lo dice porque siente que es lo que debe decir? Déjeme decirle, la respuesta que usted pensó para sus adentros, es la misma que todos los demás piensan todos los días al obedecer la ley... Hemos perdido... Hemos perdido ante la maldad propia de nuestra especie, ahora somos una mera cáscara de lo que éramos, actuando como lo hacemos por costumbre, porque pensamos que los demás nos verán mal si hacemos algo impropio. Lo que ha sucedido ahora es que... nos hemos dado cuenta que todos pensábamos lo mismo... somos lo que nuestros antepasados lucharon tanto por evitar... y realmente a nadie le importa".
Esas palabras fueron la confirmación del miedo más grande con el que había vivido durante años. "¿De verdad... esta gente... siente lo mismo que yo al ver el sufrimiento? ¿De verdad... somos iguales? ¿Pensamos igual?" Siempre creí que todos éramos diferentes en varias maneras y eso me parecía bien, pero no de esta manera.
"¿Dónde fuimos a parar...?" continuó el señor, " La Época Genuina... así se llama la época en la cual todos nuestros valores venían de convicciones genuinas y profundamente arraigadas en nuestro cerebro a través de la lógica, el ensayo y el error... época que redunda entre los 1800 y el 2098... nos quedamos atascados tecnológicamente en aquella época debido a las fuertes olas de pobreza e inestabilidad económica... pero luego de aquello, las normas sociales..." continuaba el hombre.
Entonces, para mi sorpresa, la señal se cortó y el televisor empezó a mostrar simple estática. "¡Nooo!" le grité al televisor, mientras me acercaba con urgencia a ver qué había pasado. Al confirmar que no era una falla de mi televisor, me levanté del piso, pues lo estaba revisando por debajo, y giré la mirada hacia afuera.
Al mirar, me asusté muchísimo, "¡Dejé la puerta abierta!" grité, mientras corría hacia ella para cerrarla, justo al ver a aquellos hombres de muy mal aspecto estar a unas escaleras de distancia de ella. Corrí, ellos corrieron también, rápidamente alcancé la puerta primero que ellos y la cerré con fuerza. Los hombres empezaron a golpearla, pero no era cualquier puerta, era muy fuerte, no podía ser rota con facilidad.
De modo que los hombres se fueron y yo cerré todas las cortinas de la casa y me senté en una esquina con un bate y un teléfono a llamar a papá para que regresara. No contestaba, sonaba desconectado.
Entonces, empecé a escuchar gritos de odio acercándose. Los escuché hacia el lado de atrás de la casa así que me acerqué a la ventana trasera y abrí las cortinas.
Lo que ví, el horror que presencié... empecé a gritar frente a la ventana, sentí que era una horrible pesadilla. Lo que ví fue a un ejercito de personas acercándose a la casa con armas y varas largas y afiladas, mirando diréctamente hacia acá. En medio de ellas estaba mi padre, con una larga estaca atravesando su pecho, cubierto en sangre. Lo acercaban arrastrándolo.
Yo estaba paralizada, quería ir a alejar a esas bestias de mi padre pero sentía que si lo hacía iban a matarme, y mi papá siempre me pidió que luchara por mi vida, por él, pues yo era su vida. Pero él era la mía... el era mi vida.
Las personas llegaron a la puerta y empezaron a golpearla en cuestión de segundos. Esta vez, con hachas y tubos de metal. Me puse de frente a la puerta, tomando el bate que tenía con fuerza. Me imaginé que moriría, estaba muy asustada.
Finalmente, rompieron la puerta, cayó frente a mis pies destrozada. Cayó también frente a mí el cuerpo de mi padre, aun con algo de color en la piel. "¡Papá...!" dije, la ira y el miedo me dividieron en dos e intenté a medias detenerlos; les grité a los hombres que lo arrastraban "¡Déjenlo! ¡Lárguense de aquí!".
Uno de ellos movió el tubo que tenía en la mano con rapidez y, aunque traté de esquivarlo, me dió en la cabeza. Yo rápidamente moví el bate con fuerza hacia la cabeza de él pero él me detuvo con su mano. Otro hombre que estaba cerca me apuñaló con una navaja en el hombro que sostenía el bate y, gritando, lo solté.
Entonces ambos me golpearon en la cara, uno de ellos en la sien y otro en la mejilla del otro lado. Caí al suelo, y ellos me gritaron: "¡Tu padre ya está muerto! ¡¿Quieres más?! ¡¿Quieres que te matemos aquí a golpes!?... ¡Lárgate de aquí si no tienes nada más qué hacer! ¡Este no es tu asunto!", entonces me empujaron hacia afuera. Yo, temblando y muy débil, giré a mirada hacia ellos. El que me gritaba, al verme, me vió con odio y empezó a acercarse con el bate, diciendo: "¡¿Quieres más?!". Con eso, me levanté tambaleando y con torpeza abrí la puerta delantera y salí corriendo.
Entonces, llegué hasta la acera frente a la casa y me detuve, sorprendida de ver a dos personas a lo lejos, al final de la calle, pero lo suficientemente cerca como para ver quienes eran. Al divisar bien, mi corazón empezó a latir muy muy rápido, me hizo sentir aun más fuera de la realidad que antes. En el piso se hallaba lo que definitivamente era el cuerpo del señor que estaba hablando por la televisión, y de pie junto a él estaba el reportero que le hacía las preguntas, con un cuchillo y la cara y la ropa con grandes manchas de sangre.
Me caí, aterrorizada y, como estaba sangrando y muy adolorida, no podía levantarme. En ese momento, escuché unos pasos llegar lentamente hasta donde yo estaba. Giré con mucha dificultad la cabeza hacia arriba y pude ver al hombre que me había gritado y golpeado, con el tubo en su mano, y me dijo: "Una última más" con una enorme sonrisa en su rostro.
Entonces alzó el tubo para golpearme, yo gemí del miedo y bajé la mirada al piso. El hombre me golpeó y perdí la consciencia.
Pasaron muchas horas. Mucho tiempo, es un milagro que nadie me matara en ese lapso.
Poco a poco, empecé a despertar con mucho dolor en mi cuerpo. El frío de la brisa me hace temblar y la oscuridad de la noche me asustaba pues seguía en la calle. Entonces, pude percibir una luz que iluminaba la calle más allá de los postes, y un viento diferente, uno cálido, que llegaba hasta mí.
Lentamente me senté y vi hacia mi casa. Lo que pude ver me llenó de tristeza y rabia. Toda la casa estaba ardiendo en llamas. Las llamas llegaban muy alto, y en ese momento empecé a escuchar las sirenas desde lejos. Rápidamente las escuché más y más cerca, en menos de dos minutos ya llegaron a donde me hallaba.
Yo, en esos minutos tomé fuerzas para ponerme de pie, casi perdiendo el equilibrio. Entonces empecé a caminar hacia mi casa, viendo las llamas, con sólo una cosa en mente, mi padre. Caminé más y más rápido, hasta que empecé a correr con dificultad. Los bomberos se habían detenido frente a la casa y salieron a apagar las llamas. Yo corrí hasta estar cerca de ellos y pasar al lado de dos antes de que reaccionaran y uno de ellos corriera y me tomara del brazo.
"¿¡Qué cree que está haciendo señorita!?... ¡Ésta es un área peligrosa! ¡Aléjese de aquí!" me dijo. Yo lo miré, con lágrimas en los ojos e ira, y luego miré a la casa fijamente. "Es... es mi culpa... huí... ¿por qué tuve que huir...?" dije.
El hombre me llevó del brazo hasta el camión de donde venían y me sentó allí, me dijo que iríamos a la estación a que me sanaran las heridas y se hiciera un reporte en las personas que me golpearon. Con eso, empezaron a concentrarse en apagar el fuego.
Yo estuve allí, observando la casa donde había crecido, donde había soñado y donde había construido mi vida, todo lo que quería, quemarse. Y mi papá estaba allí dentro también. Él estaba siendo consumido en aquellas llamas, las flamas del odio y la frialdad. Todo se destruía ante mis propios ojos...
Las enormes llamas y la fuerte luz contrastaban con la oscuridad de todo alrededor, no había ninguna luz en la calle ni en las casas encendida. Debe haber sido que todos habían sido arrestados, o tenían mucho miedo de que los demás vieran que estaban allí.
Etonces, después de largas horas de mirar la casa, decidí observar a los bomberos, que aun se hallaban tratando de apagar el fuego. Al ver a aquellos hombres tan concentrados en hacer su trabajo, me puse de pie... y empecé a caminar, por la derecha, alejándome de allí.
Caminé, con aquella cálida luz de odio estan cada vez más lejos de mí, mientras las solitarias luces naranja de las calles de enfrente me recibían con su frío y simple calor.
No había percibido hasta el momento que estaba cubierta de sangre. Tenía la mitad de la cara con una gran mancha de sangre que me cubría la frente y alrededor del ojo e iba alrededor de mi mejilla hasta bajar por el cuello y una gran mancha en mi franela, contraria a donde estaba la sangre en la cara. La brisa fría me era muy desagradable en el momento, ya que tenía pérdida de sangre y me sentía muy débil y muy fría.
Salí del pequeño sector de casas compuesto de sólo cinco calles y entré en la ciudad, la cual estaba compuesta por muchos edificios altísimos y delgados, a diferencia de los rascacielos del centro. Edificios oscuros y opacos.
En las noches siempre se ven completamente negros por la oscuridad. Por lo que al caminar, lo que puedes ver son calles algo anchas, largas y solas, con postes de luz naranja, y negrura hasta lo más alto, acompañada de luces cuadradas al azar color amarillo opaco.
Algunas tenían en la planta baja un vidrio enorme que reflejaba las luces de los autos y motos al pasar, y las luces amarillas y naranja constantes.
Caminé y caminé hasta hasta llegar a un refujio para personas sin hogar por el que solíamos ir mi papá y yo todo el tiempo. Sabía que iba a ser muy diferente vivir dormir allí que visitar, tomando en cuenta que no sabía quién podía hacerme algo, no era inocente a esas cosas, hay muchas personas malas en los refujios, pero, por alguna razón, eso nunca me detuvo de sentirme feliz ayudándolos. Supongo que era el hecho de ver sus rostros tan felices.
Pensé que igual habría personas de buen corazón allí, además de las malas. Aunque no dejaban de resonar conmigo las palabras del señor que apareció por la televisión. Luego recordé lo que le había pasado, lo que había visto, y me sentí muy mal.
Al llegar, la puerta estaba cerrada, pero sabía que había alguien de turno, así que toqué el timbre. Después de un minuto, una señora abrió levemente la puerta aún con el seguro puesto. Al verme, se sorprendió. "¿D-disculpe?" fué todo lo que salió de su boca. Yo, con la cara ensangrentada y todo adolorido y cansado, hice lo que pude para hablarle con propiedad y le dije: "Disculpe, quería saber si podía quedarme aquí esta noche pues mi casa se ha incendiado y no tengo a dónde ir".
La mujer entonces miró hacia los lados de mí, lo mejor que pudo para divisar algún criminal que pudiera estar conmigo y, con mucho temor en su mirada, abrió la puerta. "Entra rápido" me dijo. Yo hice así. Ella cerró la puerta tras de mí y le puso seguro de nuevo.
"Dios mírate... Qué horrible..." exclamó ella. "Me golpearon con un tubo y algunos puños en la cara" dije. "Oh por Dios... Siéntate aquí y deja que te traiga algo para sanar esas heridas" dijo, mientras me sentaba en uno de los sillones y abría una puerta al otro lado del pequeño cuarto, frente a mí, que tenía varias cosas de primeros auxilios y más.
Hubo silencio por un minuto. Curiosa de saber por qué no había ni una sola persona haciendo ruido o acercándose a ver quién había llegado, lo cual es mucho más raro de lo que parece, le pregunté a la señora. Ella me dijo, desde el cuartito donde estaba buscando los materiales, que todos los residentes se habían marchado ese día a unirse a los demás. Algunos en las protestas, otros en la migración y otros en las matansas, así que el lugar había quedado sólo.
"Hubiéramos tenido que cerrar... ¡si no hubiera sido por tí!" dijo ella, con una enorme sonrisa, mientras salía del cuarto con las cosas. "Aah... y... eso significa que... mientras esté aquí, ¿el gobierno les seguirá enviando dinero?" pregunté, tratando de ocultar mi nerviosismo. "¡Así es mi amor!" dijo ella con un tono feliz... Para mí, uno de esos tonos felices que fácilmente se pueden tornar en asesinos si las cosas no salen según lo planeado.
Quién sabe.
Ella curó mis heridas y me dió una cena bastante buena para mis expectativas, que en realidad nunca han sido muy altas a pesar de ser clase media. Me llevó a la habitación más limpia que encontró y me dejó dormir. "¡Hasta mañana cariño!" dijo ella cantando.
Yo me quedé mirando fijamente a la puerta, esperando a oirla salir. Cuando se fue, pasé seguro a la puerta de mi habitación.
Sin embargo, a pesar de mis sospechas, ha pasado una semana y he estado aquí, comiendo y limpiando un poco. Sin hablar, sin salir de mi habitación para ningún otro propósito. Lloro todas las noches por mi padre. Quiero morir, pero él me dijo que viviera, y quiero que cuando lo vuelva a ver esté orgulloso de mí y se sienta feliz.
En estos días no ha pasado nada. Las cosas han vuelto a la normalidad. O eso parece, pues no he visto más protestas ni tiroteos. Tampoco he visto más héroes. Algo que no ha vuelto a la normalidad ha sido el cielo. El cielo no ha vuelto a ser como antes... Pero de resto, hasta ahora todo ha estado normal.
Hasta ahora.
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