Sam y El Libro Legendario - Capítulo 1 - [Ciencia Ficción]

in #spanish7 years ago (edited)

Las multitudes estaban reunidas en aquella hermosa y gigantesca plaza con el fin de ver a su héroe preferido. El sol iluminaba los rostros de las personas, emocionadas por la llegada de su ídolo.

Un gran escenario que se levantaba en medio de aquel amplio sitio añadía aún más luz al lugar con faros de brillantes colores.
Al escuchar el comienzo de la música, cuya melodía empezó a resonar por todo el sitio hasta lo más lejano de la hermosa plaza, la multitud empezó a levantar la voz y aplaudir, listos para ver el espectáculo.

Una voz fuerte empezó a anunciar el inicio del evento. “¡Buenos días damas y caballeros! ¡Sean bienvenidos! Pronto… presenciarán las grandes hazañas de uno de los hombres más conocidos de nuestros tiempos… Hombre que ha derrotado muchos enemigos… explorado por muchos mundos… Un hombre al que sólo se le conoce como… ¡Pitón Tóxica!”

La multitud empezó a gritar y aplaudir, algunos empezaron a saltar y tratar de acercarse lo más que podían al escenario.
Entre la ruidosa multitud, un jovencito observaba la situación con una reacción muy diferente; reía de manera profusa. “Muy genial el hombre y todo… ¿pero no podría tener un nombre menos estúpido?” pensaba.

“¿¡De qué te ríes!?” preguntó una muchacha a su lado, con una mirada intimidante, vestida completamente con la mercancía y el logo del ídolo en cuestión. El chico se llevó un susto; eso lo hizo sentir algo nervioso.

Tardó unos segundos pensando en algo que decir, mirando hacia los lados para encontrar alguna forma de cambiar de tema o escapar de la situación; no la había. El chico, entonces, sin más opción, empezó a hablar “Eh… nada, es que me acordé de algo muy gracioso que él dijo en uno de sus espectáculos… ¿Él es muy divertido también no?”.

La chica cambió de expresión tan rápido que sólo hizo poner al chico aún más nervioso. Sonriendo de oreja a oreja, ella le responde “¡Sí! ¡Pienso exactamente lo mismo!”.

El chico asintió con la cabeza, con una expresión amable y retornó la mirada al escenario. Luego de algunos minutos, empezó a moverse lentamente entre la gente, alejándose lo más posible de los lugares más cercanos al espectáculo. “Es una zona peligrosa…” pensó.

Por otro lado, había dos personas en aquel pueblo que no habían asistido al evento, dos jóvenes que se hallaban en el bosque, pues se encontraban fascinados explorando el lugar en donde estaban, una de ellas ni siquiera tenía curiosidad por el evento; un niño de 7 años y una chica de 13.

Era un día soleado en el bosque, el cielo azul y el frío viento hacían el ambiente interesante y energético. Entre los delgados y altos árboles que cubrían el bosque se hallaban corriendo los dos jovencitos.

La manera de vestir de cada uno era parecida y al mismo tiempo muy diferente. La chica llevaba un enorme sweater blanco con capucha moderno, un gorro con patrones rosados y vinotinto, unos blue jeans y zapatos converse negros. Mientras el chico llevaba un sweater más ajustado, tejido, unos pantalones negros y zapatos deportivos negros.

“¡No me atrapas! ¡No me atrapas!” Gritaba el niño mientras corría. La chica, mucho menos entusiasmada, le decía “¡Sí!... ¡No puedo atraparte!” mientras corría usando poca energía. “¿Por qué tiene que hablar como los dibujitos de la televisión? Se oye tan ridículo…” pensaba.

El niño, sin aliento, se detuvo en uno de los árboles. La chica se detuvo cerca de él. “Hey… Erick… ¿Quieres que vayamos a tomar algo a la casa?” preguntó ella. “¡No! ¡Vamos a seguir!” dijo él. “De verdad creo que deberíamos regresar, no podemos ir mucho más lejos de aquí” dijo ella en un tono más serio.

“¡Anda! No vamos a pasar la cuerda” dijo él, mirándola con ojos de cachorrito perdido. Después de pensar un poco, ella le responde: “Está bien, pero si siquiera intentas irte tú solo por ahí… le diré a mamá y quedarás castigado al menos una semana… y no te prestaré la SD”, con los brazos cruzados.

“¡Sí! ¡Ven Kirby, vamos hacia allá!” Dijo él. “Por favor no me llames así enfrente de nadie… ¿Ok? Dime hermana, o Sam solamente” dijo ella. Erick siguió corriendo adelante, mientras que Sam lo seguía caminando.

Ambos siguieron adelante por un buen rato hasta llegar a unos árboles que estaban unidos por una gruesa cuerda amarilla, a lo que le continuaba una bajada, un desnivel en el suelo que terminaba unos 3 metros después. A lo lejos, se podía ver una casa grande.

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Imágen cortesía de: www.pixabay.com

“Muy bien… listo, ya llegamos. Ahora sí, podemos empezar a devolvernos” dijo Sam. “Aahh…” se lamentó Erick, “Bueno… pero… ¿Me puedes ayudar a anudar las trenzas de los zapatos primero?” preguntó.

“Está bien” dijo ella, mientras se acercaba a él y se agachaba. Al estar agachada, le subió el ruedo del pantalón para ver su zapato y, para su sorpresa, estaba bien amarrado. Entonces, Erick, zafándose de las manos de Sam, empezó a correr tan rápido como pudo, pasando por debajo de la cuerda y bajando por la ladera.

Sam, con gran sobresalto, gritó: “¡Erick! ¡Vuelve!” mientras empezaba a correr. Ella bajó más rápidamente por la ladera que su hermano. Su hermanito la vio allí y trató de correr más rápido, pero ella corrió con todas sus fuerzas y, casi llegando a la subida del desnivel, lo atrapó.

Sam lo abrazó con fuerza a fin de que no se escapara. Su hermanito se movía con intensidad. “¡Ya! Nos vamos para la casa, y no vamos a salir ni hoy ni mañana” dijo ella, molesta. Después de unos minutos, Erick se cansó y dejó de moverse. Sam empezó a separarse de él, sin soltar la mano de la mano de él.

Entonces, Erick empezó a caminar a la fuerza, llevado por su hermana. Sam apretaba con fuerza la mano de su hermanito. Ambos caminaron por la ladera hasta llegar a su límite.

Ya cuando ambos empezaban a caminar cuesta arriba, Sam escuchó la voz de su hermanito. “¡Oye Sam! ¡Mira eso!” dijo Erick, apuntando hacia atrás de ellos con sus pequeñas manos. “¿Qué?” respondió ella con apatía, mientras giraba la mirada hacia donde señalaba él.

Ella inmediatamente se detuvo, incrédula y un poco confusa ante la situación. Un poco más allá de donde estaban ellos, se podía ver un enorme libro, grueso de color marrón oscuro, que parecía estar flotando sobre el suelo.

“Pero que…” dijo ella, mientras cerraba un tanto los ojos con la vista fija en aquel objeto, como asegurándose de que lo que veía no era una ilusión.

Sam estuvo pensando durante unos minutos, algo ansiosa. “Será que voy… pero luego Erick creerá que si yo lo hago él lo puede hacer también… y todavía lo tengo aquí… se me puede escapar…” pensaba. Siguió pensando y pensando, cada vez menos segura de si ir o no.

Sin embargo, no tardó mucho en despertar de sus pensamientos. “Ah… sólo veo qué es eso y me devuelvo” pensó ella. Entonces, sin decir nada a Erick, empezó a caminar hacia allá, sin soltar su mano.

Mientras caminaban, Erick sonreía y se balanceaba un poco. Sam no le quitaba el ojo de encima.

Siguieron caminando, cada vez acercándose más y más a aquel libro, y mientras lo hacían, Sam se exaltaba cada vez más, sin poder aceptar que lo que estaba viendo era genuinamente un libro flotando.

Erick, por otro lado, estaba fascinado por aquella situación. “¡Es un libro poderoso Kirby! ¡Es un libro de uno de los Salvadores!” Dijo él. Sam se sorprendió de lo que él dijo, pues le hizo recordar algo en lo que no había pensado. “Los Salvadores… ¡Eso es! ¡Sí! ¡No es más que un instrumento de espectáculo!” pensó, y, entonces, empezó a reír “¡Ah vaya! No puedo creer que no haya pensado en eso… es bastante obvio…” concluyó.

Por fin, ambos llegaron a donde se hallaba el libro. Cerca de él, redujeron lentamente el paso hasta finalmente detenerse frente a él, admirados. Ambos lo observaron por unos minutos, perplejos. El libro se mantenía sobre el suelo sin duda alguna.

Al verlo más de cerca, Sam se fijó en que éste tenía unas inscripciones muy extrañas. Parecían ser símbolos que llamaban mucho la atención. Éstos no sólo llamaban la atención por ser muy extraños, sino porque también parecían irradiar un brillo multicolor, como si aquellas líneas fueran hechas con luces de neón de colores mezclados.

El más grande de esos símbolos, que estaba en el medio de la cubierta, era un triángulo en cuyo centro estaba la forma de un lente biconvexo.

Sam, magnetizada por el aura de aquel extraño libro, se acercó lentamente, tan distraída que casi suelta la mano de su hermanito. Lentamente, ella acerca su otra mano hasta debajo del libro. Entonces, la sube con cuidado y, al tocarlo, el libro deja de flotar y reposa sobre ella.

Erick también se hallaba muy abismado por lo que estaba sucediendo, por lo que no le dio mucha importancia al hecho de que Sam, al tocar tomar el libro, lo soltara para examinarlo con ambas manos.

Sam, con mucho cuidado, abrió el libro. Sus gruesas páginas se desplegaron ante ella y, para su sorpresa, estaban en blanco. “¿Qué?” exclamó ella.

Erick entonces, repentinamente, empezó a revisar sus bolsillos. No le tomó diez segundos encontrar lo que estaba buscando; un bolígrafo.

“¡Escribe algo! ¡Anda!” pidió él. “¿¡Qué!? ¿¡Estás loco!?” exclamó Sam, despertando de su trance y mirándolo con extrañeza.
Entonces, retornando su mirada al libro, con escepticismo, empezó a reflexionar en el asunto. Luego, cerró el libro un momento y lo movió con cuidado para mirar todas sus caras. “No tiene nombre en ningún sitio…” dijo.

“¡Exacto! Debe ser que alguien lo tiró hace mucho tiempo” dijo Erick. Sam estuvo dudosa por unos segundos más. Entonces, después de una pausa, le dijo “Ok”. “¡Sí!” Exclamó Erick, mientras le pasaba el bolígrafo.

Sam lo tomó y se detuvo con el bolígrafo cerca del papel, “Y… ¿Qué debería escribir?” preguntó. “Escribe: ‘Erick tiene un gran dragón de mascota como el príncipe de Morior” dijo él. “Claro… tenía que ser algo de la serie esa que te la pasas viendo” dijo ella.

Entonces, Sam escribió con rapidez lo que Erick le dijo. “Ahí está… muy raro si uno lo piensa bien…” dijo ella y, leyendo de lo que había escrito, continuó: “’Erick tiene un gran dragón de mascota como el príncipe de Morior …. Uh… suena ridículo”.

Sin embargo, antes de que Erick pudiera responder, el libro empezó a emitir una luz inexplicable de entre las páginas donde se hallaba el escrito. Una luz muy brillante, que rápidamente fue tan fuerte que podía llegar hasta más allá de los altos árboles.

“¿¡Pero qué…!?” exclamó Sam mientras, del susto, soltaba el libro en el suelo. El libro cayó abierto en el piso. Entonces, ella tomó con rapidez la mano de Erick y ambos se alejaron del libro. Entonces, lo imposible empezó a suceder delante de sus ojos.

De las páginas del libro empezó a salir algo rojo y enorme, como si de un portal se tratara. Comenzó a emerger lo que parecía ser la enorme pata de una bestia, con escamas rojas y garras largas y negras.

Siguió emergiendo del libro el brazo entero, luego el otro brazo, todo surgiendo de aquel pequeño libro en comparación para hacerse inmenso en la presencia de ellos. De inmediato salió la cabeza de la bestia y el resto de su cuerpo, haciendo gran estruendo en el bosque.

Aquello era nada más y nada menos que un inmenso e intimidante dragón. Rojo, con grandes cuernos, afiladas escamas, largo cuello y larga cola, y espinas que recorrían su espalda de color verde y, para peor, unas gigantescas alas verdes que llegaban por encima del bosque.

Sam y Erick se quedaron paralizados del miedo y sin entender lo que sucedía hasta que el dragón estuvo por completo en su mundo y golpeó el suelo con sus enormes patas, haciendo que todo a su alrededor temblara.

Sam, de inmediato, gritó: “¡Vámonos!” y empezó a correr con todas sus fuerzas, arrastrando a su pequeño hermanito con ella.
Entonces, para su horror, el dragón empezó a elevarse sobre el suelo lentamente, agitando sus enormes e imponentes alas, haciendo que los árboles más cercanos se quebraran y los más lejanos de doblaran mucho y, luego, empezó a volar con algo de lentitud hacia ellos.

Sam había girado la mirada y, al ver lo que sucedía, entró en pánico y trató de acelerar el paso. Pero Erick, que ya había corrido bastante, empezó a sentir que le faltaba el aire y, ya que la hermana lo halaba y hacía que sus piernas se movieran más rápido de lo que él podía soportar, empezó a jadear y decir: “Es… espera… no… no puedo…”. “¡Tienes que seguir!” le decía Sam mientras lo llevaba.

Erick, sin embargo, no pudo respirar más y se dejó caer en el suelo. Sam se detuvo con el peso de su hermano que tiró de ella y ambos quedaron en el suelo. Entonces, ella levantó la mirada y pudo ver que el dragón se acercaba a ellos con más rapidez.
“Vamos, tienes que levantarte” le suplicó Sam a Erick, pero él se hallaba respirando con dificultad en el suelo. De modo que, al ver que el dragón estaba casi encima de ellos, ella se acercó a Erick con preocupación y desconsuelo y lo abrazó. “No puedo creer que ésta sea la manera en que vayamos a morir…” pensó ella.

El dragón llegó a estar encima de ellos, agitando sus alas con fuerza, moviendo los árboles como si fueran de juguete y levantando las hojas. Sam y Erick recibían menos viento al estar directamente debajo de él, y aun así era suficiente como para moverlos un poco.

Entonces, el dragón empezó a descender lentamente sobre ellos, hasta que sus enormes patas chocaron contra el suelo, creando un gran estruendo. Sam y Erick entonces pudieron ver de cerca al dragón, podían ver cómo su estómago se movía lentamente según respiraba. Ambos, sin duda, estaban tan aterrados como maravillados.

Ambos se abrazaron con fuerza y cerraron los ojos, esperando lo peor.

En ese momento, el dragón empezó a inclinar su largo cuello hacia abajo, y luego hacia donde estaban ellos. Su intimidante cara empezó a acercarse hasta llegar a estar muy cerca de ellos. Tanto, que su respiración hizo mover el cabello de ambos.
Pasaron unos minutos y Sam y Erick no escucharon otra cosa sino la respiración de aquella bestia. Erick lentamente empezó a abrir los ojos. Al abrirlos, para su sorpresa, el dragón se hallaba mirándolos fijamente, con una expresión que, por razones que no podía entender, le parecía transmitir calma.

“Sam… abre los ojos… creo que… creo que no va a comernos” dijo él. Sam entonces abrió los ojos lentamente también y, al ver a aquella colosal criatura quieta ante ellos, no pudo evitar sino quedar pasmada ante aquella situación.

Erick se levantó del suelo con algo de dificultad. Sam, todavía asustada, se levantó junto con él. Muy lentamente, ambos empezaron a acercarse y el dragón parecía no tener reacción alguna ante aquello.

Poco a poco, llegaron a un lugar intimidante y aterrador. Estaban de cara a cara con la bestia. “Tengo miedo Erick… vámonos…” dijo ella, mientras se acercaba a él para tomar su mano. Erick, por otra parte, extendió el brazo en dirección al dragón.

Entonces, al mismo tiempo que Sam tomó la mano de Erick, Erick tocó con la otra mano la piel del dragón. En ese momento, el dragón dio un suspiro, suspiro que fue como una ráfaga de viento para ellos.

“Es… ¡es amigable Kirby!” dijo él. Sam, aún con gran preocupación en su mirada, se acercó con mucho temor a la misma posición que su hermano.

Hubo un silencio durante unos segundos, y, entonces, Erick dijo con entusiasmo a su hermana: “¡Eso es!... ¡Él es mi mascota!...” dijo él. Sam se apartó un poco de él con un poco de molestia en la mirada.

“Ajá… entonces… ¿lo que me quieres decir es que ese libro ha creado un dragón inmenso sólo con el fin de hacer que esa sentencia sea cierta?” preguntó ella. “¡Sí!” respondió él.

Hubo una pausa de unos segundos, y luego ella contestó: “Pues… es la conclusión más ‘lógica’… supongo…”.
Entonces, Sam, girando su mirada hacia el libro, que estaba a lo lejos, dijo: “Ven, Erick, vamos a buscar ese libro… trataré de ver si hay alguna forma de… devolver el dragón allí, sino… pues ya veremos…” y empezó a caminar.

Erick, mientras comenzaba a caminar junto a ella, decía: “¡Pero… yo quiero quedármelo!”. “No tienes sentido común todavía… ¿Verdad? ¿¡Cómo rayos te vas a quedar con un dragón!?” exclamó ella, enojada.

Ambos siguieron caminando hasta dejar un poco atrás al dragón. Dos minutos después, empezaron a escuchar nuevamente grandes ráfagas de viento viniendo de donde lo habían dejado.

Al girar la mirada, vieron que el dragón se elevaba del suelo y empezaba a volar por encima de los árboles. Ellos siguieron caminando con un poco de nerviosismo.

“¡Sam, mira!” Exclamó Erick con la vista fija hacia arriba. Sam miró hacia arriba y, para su sorpresa, pudo ver al enorme dragón manteniéndose al paso de ellos. Moviendo sus alas pausadamente, creando un sutil pero fuerte viento en el ambiente, como el que se siente al estar en el ojo de un huracán.

“Tengo que admitir que… es… muy hermoso” dijo Sam. Mientras caminaban, alternaban la mirada entre el camino que habían recorrido y el gigantesco dragón que sobrevolaba el bosque junto a ellos.

El dragón era tan enorme que se veía desde lejos; lo suficientemente lejos para ser visto desde la plaza central del pueblo, donde se estaba dando el acto al que la mayoría de la gente había asistido. Allí se halaba el chico que había tratado de mantenerse en las primeras filas de forma fallida, de modo que observaba todo desde más atrás, que estaba más desahogado.

Éste chico, mientras la gente seguía esperando con ansias la llegada del protagonista del evento, giró la mirada en dirección al bosque para variar. La sorpresa con la que se encontró lo dejó nada menos que intranquilo.

El chico pudo ver el cielo azul, las montañas, algunos edificios pequeños lejanos, y una enorme bestia roja sobrevolando justo por encima del bosque, que estaba más cerca del pueblo que todo lo demás.

“¿¡Pero qué…!?” exclamó él, dando dos pasos hacia atrás. Se quedó por unos minutos observando silenciosamente la escena, tratando de hallar una explicación lógica o siquiera terminar de aceptar el hecho de que estaba presenciando algo completamente imposible así como así.

Después de unos momentos, el chico miró a los lados, nervioso. Cuando vio a un señor con unas niñas pequeñas a su lado, le dijo: “¿Señor… usted ve eso que está allá?” señalando hacia el bosque. El señor sólo miró en dirección al bosque por un par de segundos, pero seguía siendo suficiente tiempo para verlo bien, y le dijo: “Uh… sí… sí lo veo”, y entonces retornó su mirada al escenario.

“¿Qué…? ¿Está ignorando eso para ver aquello? ¿Está loco?” pensó el chico. “¡Deja de molestar a papá! ¡No queremos perdernos nada por tú culpa!” le dijo una de las niñas al chico. Él estaba completamente atónito, y miraba a aquella familia con perplejidad.

Por otro lado, en el bosque, Sam y Erick seguían caminando en dirección al libro, rodeados por la enorme sombra del dragón que los sobrevolaba. Para su alegría, el libro no había quedado tan lejos, así que llegaron pronto.

Finalmente, llegaron a la bajada donde se hallaba el libro. Lo pudieron ver al final, tirado. Sam bajó primero con cuidado, luego ayudó a Erick a hacer lo mismo. Al mirar arriba de nuevo, el dragón simplemente se mantenía en el aire justo donde estaban ellos, esperando.

Ellos continuaron hasta llegar a donde se hallaba el libro. Sam lo recogió del suelo y pudo ver que las raras inscripciones seguían brillando. Entonces lo abrió y empezó a buscar la página donde había hecho el escrito.

Sam pasó una página tras otra por donde recordaba que estaba la escritura, luego empezó a revisar todas las hojas; no aparecía por ningún lado. “No entiendo…” dijo ella. No dejó de buscar durante varios minutos por aquel extenso libro en busca de ello.

“Oye… Kirby… creo que hay alguien viéndonos…” Dijo Erick a Sam, mientras miraba hacia el otro lado de la ladera. A Sam le recorrió un escalofrío por la espalda al ver lo que era. Una jovencita los miraba fijamente desde aquella distancia. Una chica que llevaba un vestido completamente blanco, con el cabello blanco y cortado por la nuca y cuyos ojos tenían el iris de un llamativo y perturbador color rojo.

Ambos se quedaron observándola con nerviosismo. “¿Quién es esa muchacha tan rara? ¿Una muchacha así apareció aquí por casualidad…?” pensó Sam.

Antes de que pudieran llegar a cualquier conclusión, la joven empezó a caminar en dirección a ellos. “¡Ay Dios!... ¿Ahora qué?” pensó Sam. Ambos siguieron mirando a la joven mientras se acercaba a ellos, con preocupación.

La chica entonces continuó por la bajada y siguió caminando hacia ellos. Caminaba con aparente tranquilidad y elegancia. Tenía el aspecto de ser una persona importante. Al acercarse a ellos, empezó a caminar más lento. Los chicos se dieron cuenta de que la chica parecía molesta. Entonces, se detuvo frente a ellos.

“Saben que ese es mi libro, ¿Verdad?” preguntó la chica. Sam entonces la miró con extrañeza, miró el libro y luego volvió a verla; entonces pensó “¿En serio?... No parece la dueña de una cosa tan increíble como esta…”.

Para la gran sorpresa de Sam, la chica de inmediato deformó su rostro con fuerte odio y amargura y le gritó: “¡Ese es mi libro! ¿¡Quién te dio derecho de tomarlo y, además, pensar quién debería tenerlo y quién no!?”.

Los chicos se asustaron muchísimo y dieron un paso atrás. Sam, muy asustada, le respondió: “¡No, no! No pensaba decidir si lo tenías o no… lo siento mucho, no sabía que era tu libro… no lo vamos a tocar más… te lo vamos a devolver”, extendiendo los brazos con el libro en la mano en dirección a ella.

La chica, furiosa, no miró el libro ni se acercó. En cambio, se alejó y, con el tono de voz muy alto, dijo: “¿¡Tienes idea de la falta de respeto que me has hecho al haber pensado eso siendo tú la ladrona!?..... ¡No puedo creerlo!”.

Sam no tenía idea de qué hacer; por una parte, se sentía muy intimidada por aquella muchacha, y por otro, el pecho le ardía de la irritación que le producía una persona tan turbia. Simplemente no podía moverse, sólo podía observar.

“¡No creas que te vas a salir con la tuya y no voy a hacer nada! ¿¡Eso es lo que quieres no!? ¡Que me quede calladita!” siguió la joven. Sam en ese momento no pudo evitar pensar: “Esta tipa está completamente loca”.

“¿Cómo me dijiste…?” dijo la chica con una voz baja. Sam sintió que su corazón se detuvo en ese momento, causándole un gran dolor en el pecho. “Uhh…” fue todo lo que salió de su boca, mientras miraba brevemente a un lado, evitando mirarla directamente.

“Repugnante y despreciable pedazo de basura… Yo te voy a enseñar lo que es locura de verdad…” dijo la chica. Entonces, ella empezó a alzarse sobre el suelo y a extender las manos hacia arriba.

Con la mirada elevada y perdida en el vacío, dio un grito que resonó por todo el bosque: “¡Padre!”.

En ese momento, ráfagas de viento aún más fuertes que las que ya sentían empezaron a soplar de un lado a otro. Al lado de la muchacha empezó a concentrarse el viento formando un remolino. Pronto el aire se tornó oscuro en esa área, hasta formar un largo y delgado remolino negro.

Entonces, el viento poco a poco se detuvo dejando ver a una criatura que había aparecido de la nada. Una figura humanoide altísima, oscura como un hoyo negro y cuya cabeza daba la apariencia de tener una máscara, ya que era blanca con dos figuras negras donde iban los ojos, y dos enormes cuernos blancos que sobresalían de él.

Sam y Erick se hallaban aterrorizados y paralizados del miedo. Estaban temblando, abrazados. La chica estaba elevada justo a la altura del rostro de su padre, siendo mucho más pequeña en comparación. Una voz grave y calmada hizo eco en sus oídos, diciendo: “¿Quién me ha llamado?”

Mientras los chicos temblaban, la muchacha empezó a hablar: “¡Padre! ¡Estos seres inferiores han robado mi libro, han osado decirme que no lo merezco y me han insultado en mi misma cara!”

Hubo un silencio por unos segundos, y entonces la penetrante voz de la criatura se escuchó otra vez: “Ustedes… ¿Cuáles son sus nombres?”.

Sam, con la voz temblorosa respondió: “Mi nombre es Sam, y él es mi hermanito Erick”. Hubo silencio por unos segundos más. “¿Qué deseas… y cuál es tu voluntad de hacer con estas criaturas?” preguntó el ser.

“¡Que esa bestia llamada Sam pague por lo que ha hecho! ¡Que se quede con el desgraciado libro hasta que se harte!” dijo la chica. Después de unos segundos más, el ente respondió: “En ese caso… tú, que te haces llamar Sam, has de llevar contigo una condena; una maldición.” Y extendió un largo y oscuro brazo en dirección a Erick, y fuertes vientos empezaron a rodearlo y repentinamente empezó a elevarse sobre el suelo hasta el mimo nivel que él y la chica.

Sam gritó con desesperación: “¡Erick!” y Erick empezó a alterarse también: “¡Sam! ¡Ayúdame! ¡No quiero morir!” gritaba. “¡por favor! ¡No le hagan daño! ¡Haré lo que sea!” exclamó Sam.

El ente, sin escuchar las súplicas, continuó: “Deberás llevar contigo este libro y usarlo, hasta que todo tu mundo llegue a saber de su existencia, y no lo dejarás hasta que se haya convertido en un objeto de honra; en una leyenda… sólo así podrás volver a ver a el rostro de tu hermano”.

De inmediato, los vientos negros empezaron a cubrir a Erick, mientras él gritaba de pavor, y pronto empezaron a disiparse, develando que Erick había desaparecido. “¡No!” gritó Sam con fuerza, mientras caía de rodillas al suelo.

“¡Sí! ¡Así será! ¡Y créeme… Nunca lo volverás a ver! ¡En este repugnante mundo ninguno de ustedes puede distinguir entre sus despreciables ‘celebridades’ y las criaturas poderosas de verdad!” decía la chica, riendo. “¡No habrá nadie que te preste atención! ¡Todos están absortos en sus atracciones!” gritaba.

Sam simplemente empezó a llorar, y a reposar su cabeza sobre el suelo.

“Hasta el momento en que estas cosas se hayan cumplido… no volverás a verme” dijo el ente y, entonces, vientos negros empezaron a rodearlo y a cubrirlo, hasta desaparecer en la nada.

“Erick…” susurraba Sam, con la cabeza y la mirada en el suelo, encorvada, mientras sus lágrimas caían en las hojas bajo suyo, y el libro se hallaba a su lado.

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Muy bueno, me gustan tus historias, gracias por compartir con nuestra comunidad.

Gracias a su comunidad por abrirme las puertas xD