Érika se disponía a continuar su camino para ir con sus compañeros, mientras Jason continuaba observando la escena fijamente, perdido en sus pensamientos. Ambos se detuvieron al escuchar la voz del director, que venía con apuro.
“¡Dios mío!… ¿Qué ha pasado aquí?” Exclamó el director, asustado, colocando sus manos en la cabeza y acercándose lentamente al aula. No estuvo mucho tiempo perdido en lo que estaba viendo antes de darse cuenta de que había alguien al lado suyo.
Al girar su mirada y ver ahí, para su sorpresa, a Jason, dijo: “¡Jason!... ¿Qué haces aquí?” mientras se acercaba a él. Érika los miró con asombro, pues no esperaba que el director conociera a aquel sujeto. “Pues… vine un día antes para familiarizarme con el lugar” le respondió Jason con bastante tranquilidad.
“Ya veo… lamento mucho este horrible evento haya sucedido enfrente de tus ojos. Jamás había ocurrido algo así en nuestro colegio… ahora no sé qué vamos a hacer…” dijo el director. “No se preocupe… ni se imagina las cosas que he tenido que ver… los doctores debemos estar preparados para este tipo de situaciones” respondió Jason, con una calmada sonrisa.
“Me alegra mucho que estés aquí… ni siquiera hemos tenido tiempo de hablar… ¡quería preguntarte cómo estaba tu padre!... no he escuchado de el en años” mencionó el director. “Si… él… uh… creo que sería mejor que conversáramos de ello en otro momento” respondió Jason, con un poco de vergüenza. “Sí, sí. Por supuesto. Muy pronto lo haremos” respondió el director.
El director mostró un muy breve alivio. Entonces, empezó a mirar a su alrededor y, al ver a Érika allí, se exaltó. “¡Érika! ¿Estabas tú en esta clase? No deberías seguir aquí, deberías estar con tus compañeros” dijo.
“Ah… no debí haberme distraído” pensó Érika, y dijo “Sí, disculpe, ya me iba retirando… que tengan buen día”, entonces empezó a caminar. Jason y el director le desearon buen día y ella continuó su camino.
Érika caminaba lentamente, mirando levemente hacia abajo, con las manos en los bolsillos de su grueso sweater, perdida en sus pensamientos. Trataba de entender, pues nada de lo que ocurría tenía sentido para ella.
Lentamente llegó al salón de clases donde estaban el resto de sus compañeros. Un aula grande, como la anterior. Todos estaban hablando, había mucho ruido y el estrés se palpaba en el aire. Érika entró y sin detenerse encontró un puesto sin muchos estudiantes a su alrededor y se sentó allí.
En ese momento entró una profesora al aula y les dijo que tendrían clases durante las horas que faltaban, pero se les avisaría a sus padres en caso de que se suspendieran las clases durante los días siguientes.
Érika empezó a golpear con el dedo su mesa en frustración, con una expresión de enojo. “Ya entiendo por qué la gente dice que hay que tener cuidado con lo que uno desea… realmente, no creo que sea tan buena idea perder tantas clases, luego los profesores te hacen la vida una tortura por ello” pensó.
Sin más, las clases continuaron y Érika siguió alternando su concentración entre los eventos del día, la clase y el cielo que se podía ver a través de las muchas ventanas del establecimiento. Y así continuó en día, con una antinatural monotonía, hasta que sonó el último timbre para el término de clases.
Los profesores, por primera vez, llevaron a los estudiantes en grupo hasta la entrada, para evitar que alguno se zafara y fuera a la escena del crimen. A pesar de esto, les dieron algunas excusas fuera de lo que había sucedido para hacer esto. “No puedo creer que de verdad nos trataran como si nada hubiera pasado” Pensó Érika.
Finalmente, todos se retiraron y fueron a sus casas. Érika contemplaba cómo el cielo iba cambiando desde su hogar, se tornaba gris y oscuro. No podía evitar sentir que algo estaba muy mal, que había algo que se escapaba de sus pensamientos y tenía terribles consecuencias.
Como era de esperarse, las clases fueron suspendidas durante el resto de la semana. Érika le explicó a su madre lo sucedido y ella estuvo muy preocupada durante ese tiempo.
La semana fue muy lenta y tediosa para Érika, siempre que podía trataba de averiguar información a través de los grupos de Facebook del colegio, pero ninguno mencionaba nada. Y no podía preguntar a sus compañeros puesto que no era amiga de ninguno de ellos.
Finalmente, llegó el día de regresar a clases. Érika tenía muchas emociones dentro de sí. Había tenido que explicar y tranquilizar mucho a su madre para que ésta la dejara ir de nuevo. “Los demás irán, tanto los estudiantes como los profesores, si no voy, la única que se quedará atrás soy yo” pensaba.
Tras una larga despedida llena de advertencias de su madre, Érika caminó al colegio. El día estaba muy diferente aquella ocasión. El ambiente era frío, las nubes grises cubrían el cielo y la brisa soplaba con fuerza.
Érika había ajustado muy bien su sweater y llevaba las manos en los bolsillos y los brazos tensos debido al clima tormentoso.
Después de cierto tiempo llegó al colegio. Al llegar, se detuvo por unos momentos en la entrada, observando fijamente a la gente, tratando de analizar el ambiente y el estado de ánimo todos en el recinto. Para su asombro, todo parecía volver a la normalidad, pues las personas se notaban calmadas.
Sin embargo, hubo algo que al poco tiempo le llamó la atención, una cosa que contrastaba completamente con el ambiente estudiantil en el que estaba. Pudo ver en uno de los banquillos a Jason, concentrado con un aparato metálico bastante peculiar.
Sus pensamientos se detuvieron por un momento. Entonces sus ojos se abrieron en asombro. “No lo puedo creer… eso es…” pensó. Entonces se acercó rápido hacia donde estaba Jason. Cuando ya estaba cerca de él, bruscamente desaceleró el paso, tratando de disimular su gran interés.
Luego de acercarse un poco más, se detuvo. Jason parecía muy concentrado en aquel extraño aparato. Y Érika no pudo evitar quedarse ahí viendo fijamente el objeto. Luego de unos momentos, recordó que pronto sonaría el timbre de la primera clase, entonces, por primera vez de manera muy natural inició la conversación.
“¿Es eso un… un anemómetro ultrasónico?” Le pregunta ella, aun mirando fijamente el objeto. Jason despierta de su concentración, sorprendido, y gira la mirada hacia ella. Al verla, su rosto se ilumina y la recibe con una gran sonrisa.
“¡Wow! ¿Sabes lo que es esto? ¡Parece que no vas a dejar de sorprenderme mientras esté aquí!” responde Jason, con entusiasmo. Érika se ríe y, con un poco de pena le dice: “Ah, es que me gusta mucho la climatología”
“¡Eso es muy interesante! Si sigues así puede que seas una gran científica algún día, inteligencia no te falta” Le dijo Jason con una mirada amable. “¡Muchas gracias!” respondió Érika, aun con un poco de pena.
“También tengo las transmisiones de un satélite meteorológico en el televisor pantalla grande de mi casa, quizá un día puedas invitar a tus padres y lo vemos juntos” dijo Jason. “¿¡Sí!? ¡Vaya!... eso sería… muy amable… ¡Muchas gracias! Lo pensaré” respondió Érika. Jason rió y le dijo “Genial”. “Bueno, me tengo que ir” Dijo Érika. “¡Hasta luego!” se despidió Jason.
Érika siguió su paso hacia el salón de clases, muy emocionada “Alguien aparte de mamá piensa que soy interesante… ¡eso es un buen comienzo!” Pensó, riendo.
Luego de aquello, Érika llegó a su salón, éste todavía estaba vacío, y se sentó tranquilamente. Al sentarse, fijó su vista en el cielo a través de la ventana. Le encantaba poder ver el cielo lleno de nubes grises, pues no había llovido en mucho tiempo. “¡Qué bien! Extrañaba tanto la lluvia… me alegra que por fin esté por llover” pensaba.
Hubo silencio dentro de su energética mente durante unos segundos, mientras se daba cuenta de que algo estaba mal con las nubes. “Será el sol que brilla sobre ellas… pero por qué… son… son… naranja?” pensó. “Quizá debería decirle al Dr. Jason” dijo en voz baja.
“No creo que esa sea una buena idea…” Dijo una joven voz, interrumpiendo su línea de pensamientos. Una voz de mujer.
Al girar la mirada, Érika pudo ver a una joven que no vestía uniforme, con una sonrisa amable, sentada en un puesto a su lado que antes estaba vacío.
Lo que sucedió a continuación fue el comienzo de una espiral de dolor que no la dejaría en paz por el resto de sus días.
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