29-08-10
No puedo creer que ya hayan pasado dos años desde que empezó todo esto, no quiero pensar qué es lo que va a pasar conmigo de ahora en adelante.
Todavía recuerdo con escalofríos aquel horrible día en el que un compañero de trabajo de mi padre se enfermó gravemente. Ellos siempre han sido muy amigos, así que fuimos a visitarlo en lo que terminaron siendo sus últimos días de vida, cuando su rostro ya pálido y demacrado nos hablaba sus últimas frases. Nos dolió verlo así, era como uno más de nosotros.
Lo que más nos sorprendió aquel día en el hospital fue que, repentinamente, su corazón dejó de latir, el horrible sonido de las máquinas dejando de percibir signos vitales y los llamados de mi padre alertaron a los médicos. Por ello, no pudimos estar más confundidos cuando los monitores inmediatamente empezaron a registrar fuertes y estables latidos.
El hombre abrió los ojos repentinamente; de una forma anormal, brillaban mucho. La enorme sensación de que algo no estaba bien no se separaba de mí. El hombre simplemente mantuvo los ojos completamente abiertos. Mi desagrado empeoró cuando miró a mi padre y, lentamente, una enorme, e inhumana sonrisa imposible se dibujó en su rostro.
Mi padre siempre ha sido un hombre serio y por eso trató de mantener la calma, pero yo lo conozco, y sé que, en ese momento, estaba ciertamente tan asustado como yo.
El amigo de mi padre no dijo absolutamente nada. Todos quedaron sin habla. Inmediatamente mi madre, tratando de encontrar una solución, llamó al doctor para anunciarle que estaba mejor. Éste se acercó de inmediato, y al llegar, noté que se detuvo por un instante casi imperceptible, pero fue evidente que estaba sorprendido por el estado de aquel hombre.
El doctor rápidamente se inclinó para examinarle los ojos, y notó que sus pupilas estaban contraídas hasta un punto extremo, pero lo que más le llamó la atención fue que parecía que todo el iris se hubiera contraído también.
También se nos informó que sus signos vitales estaban increíblemente bien, pero tendría que quedarse un tiempo más para algunas observaciones. Nosotros estuvimos de acuerdo y nos despedimos brevemente para retirarnos y dejarlo descansar. Él no nos respondió, sólo nos observó fijamente con aquella macabra sonrisa hasta que estuvimos fuera de su vista.
El camino de regreso fue muy tenso. Mi padre no sabía cómo reaccionar, mi madre tampoco. Todos sabíamos que algo andaba terriblemente mal, pero no sabíamos que cuando llegáramos a casa se pondría peor.
En cuanto abrimos la puerta y entramos fui rápidamente a mi cuarto, cerré la puerta, y encendí mi pequeño televisor. Las noticias marcaron un punto y aparte en la manera en que veía el mundo.
La televisión mostró a una mujer comentando el reciente informe de las autoridades de una pandemia nueva, que afectaría a más del 90% de la población, pero que era “benigna” y lo único que se tendría que hacer era guardar reposo. Yo siempre fui una persona muy curiosa, y si hay algo que tanto la historia como la lectura me enseñaron, era que no siempre se puede confiar en las noticias, y mucho menos en las autoridades.
Inmediatamente pensé que debía hacer una investigación más profunda en internet. Sabía que encontraría una relación con lo que acabábamos de ver en el amigo de mi padre, y si estaba en lo cierto, no era algo que simplemente necesitaría reposo.
La información era escasa. Extrañamente todos los portales decían casi lo mismo pero con diferentes palabras. Supuse que por ahora no se tenía la información suficiente para dar más detalles, pero tenía mis ligeras sospechas de que quizá se estaban evitando escándalos mediáticos.
Uno de los artículos mencionaba que algunos de los síntomas que se reportarían eran cansancio extremo y fallas respiratorias. Además mencionaba que el virus tenía un origen desconocido.
Como me encantan los misterios, decidí persistir en investigar. Estuve pensando por un buen tiempo en qué más podía hacer, y entonces… se me ocurrió una idea que todavía no estoy segura de si fue muy buena, o terriblemente mala.
Empecé a mirar por la ventana a las personas pasar de un lado a otro, e intenté ver si alguna tenía la misma expresión en el rostro que el amigo de mi padre. Esto me dio mejores ¬¬(o peores) resultados de lo que esperaba. No pude creer el hecho de que veía a la gente caminar de un lado a otro y muchos tenían esa… extraña, sonrisa. No podía dejar de pensar en ella, “no es posible que alguien pueda sonreír así, ¿es que nadie se da cuenta?” era todo lo que pensaba. Era simplemente inhumana, nadie normal puede sonreír así. Caminaban entre la gente y se mezclaban con la multitud, pero su mirada los delataba. Parecía algo traído de un libro de terror.
Todo esto me dio muy mala espina. Estaba muy preocupada por mi padre, por mi madre y por mí, e inmediatamente pensé que si esta era la pandemia de la que se estaba hablando, era mucho más grave de lo que creía.
El día terminó rápido, y a la mañana siguiente me levanté temprano para ir a la escuela. Después de desayunar y despedirme de mis padres caminé el corto camino a mi colegio. Traté de no estar paranoica ese día, pero los sucesos de éste no ayudaron mucho. Por primera vez en mucho tiempo, al salir de mi casa, me detuve un momento para observar los árboles y las nubes. El cielo tenía las nubes de un color muy extraño, un color que marcó el comienzo de mi horrible día. Era un rosa fuerte, con algunos matices de rojo.
Sin embargo, no me detuve a pensar en eso; sólo seguí mi camino. Llegué en menos de cinco minutos a mi colegio. Estuve muy distraída durante la primera clase… la profesora hablaba, pero en ese momento yo sólo podía pensar en lo extraños que habían sido estos días. Sin embargo, una de las estudiantes interrumpió terriblemente mis pensamientos, dándome más información de la que hubiera deseado.
La profesora dijo “Nunca deben dejar que un adulto los toque de manera inapropiada, sin importar lo cercano que sea a ustedes” Dijo, ya que en ese momento estábamos en una pequeña campaña escolar contra los crímenes de esa índole. Entonces, para mi sorpresa y horror, una de las chicas contestó “¿Y por qué no?”. Mi expresión era más de rabia y asco que de sorpresa en ese momento, pero rápidamente cambió a terror cuando volteé a mirarla; tenía el rostro deformado con aquella asquerosa y agonizante sonrisa, con los ojos exageradamente abiertos. Casi no podía ver su iris, parecía que los hubiera tenido abiertos por mucho tiempo.
La profesora mostró consternación y le preguntó “¿A qué te refieres?” la muchacha respondió moviendo la boca de una forma anormal, como si estuviera muerta y fuera manejada por hilos invisibles “Ellos son seres humanos también... tienen necesidades”. Eso fue todo lo que dijo. La profesora se preocupó mucho al verle el rostro, entonces le preguntó “Amelia, ¿Te encuentras bien?” Pero ella no respondió, sólo se quedó observándola sin apartar la mirada ni un segundo.
La profesora pidió un permiso y llevó a Amelia a la enfermería de la escuela. Todos en el aula estábamos silenciosos e intranquilos, no sabíamos cómo responder ante semejante situación. Conocíamos a esa chica desde hace algunos años, y estábamos seguros de que ella nunca hubiera dicho eso en su sano juicio. Ella, de hecho, había apoyado otras campañas escolares contra el Bulling y el acoso sexual.
Finalmente terminaron las clases y pude regresar a mi casa. No pude evitar pensar en lo terrible de la situación. No quería pensar que ese comportamiento extraño le afectase a todos los que tenían esa expresión. Ni mucho menos que esa enfermedad le haya afectado a ella, y al no encontrar la causa de su comportamiento hayan tenido que darla de alta, lo cual significaría que todas esas personas vivieron lo mismo. “¿Qué está sucediendo?” pensé, no dejaba de hacerme esa pregunta.
Pensé que en casa podría ver la tormenta pasar a salvo, sea cual fuere, así que esperaba el fin de clases con más ansias que nunca. Con esto quiero decir que, si estaba en casa, quizá el problema de la enfermedad no llegaría a afectarme, así que pensé en estar en mi habitación durante el día hasta que pasaran las cosas.
Al llegar a mi casa el último día de clases, antes de entrar por la puerta, escuché a mis padres hablando. Mi padre estaba preocupado, su compañero estaba teniendo un comportamiento muy extraño para él. Mamá escuchaba cómo mi papá le contaba que el hombre fue al trabajo ese día. Le dieron de alta al no encontrar nada inusual, pero ya casi no podía hablar con él ya que éste le decía respuestas muy extrañas a todo lo que preguntaba, y muchas veces no le respondía, sólo lo miraba con esa sonrisa horrible. De hecho, nunca dejó de sonreír, ni siquiera un segundo, no sabía cómo eso era posible, pero nunca borró esa sonrisa de su rostro.
También le dijo que la mayoría de los compañeros de mi padre estaban enfermos, así que el día estuvo tranquilo laboralmente. Eso me hizo recordar que muchos de mis compañeros también estaban enfermos, supuse que sería la pandemia que anunciaron en las noticias.
Después de eso las cosas empezaron a avanzar lentamente y, sin darnos cuenta, todos fueron empeorando. Cada día eran más personas con la misma expresión, todos los que enfermaban cambiaban radicalmente. No podía saber lo que sucedía, nadie daba nada de información por la televisión, la radio, ni siquiera por internet.
Llegó el día en que la enfermedad atacó a mi padre, él decía que sólo estaba cansado, pero mi mamá y yo lo supimos de inmediato. No nos dio tiempo de aceptarlo, de prevenir, de sentir el dolor; ni siquiera nos dio tiempo de despedirnos. A los pocos días lo internaron en el hospital. Un terrible escalofrío recorrió mi cuerpo cuando su corazón dejó de latir unos segundos y, repentinamente, recobró toda su fuerza. En ese momento sentí que mi padre había muerto y un dolor terrible e indescriptible llenó mi corazón. No podía hablar, tenía un gran nudo en la garganta, todo lo que pude hacer fue aguantar. Y al ver sonreír a mi “padre”, sonreírle de vuelta.
Al llegar a casa, mi madre le dijo a mi padre que se acostara para reposar. Él se acostó, pero no se dormía, sólo estuvo mirando al techo todo el rato. Mi madre cerró la puerta del cuarto de ellos y se acercó al mío y se sentó en mi cama. Yo estaba sentada en la silla del escritorio frente a la computadora, viendo la pantalla en blanco, tratando de no llorar. En ese momento ella me llamó con la voz tan dulce y suave que la caracteriza. Yo me sequé los ojos rápidamente y me acerqué a ella viendo hacia abajo, avergonzada de que me viera así. Ella me sentó a su lado, me abrazó y me meció un poco. Luego, con la expresión un poco triste, me dijo: “Tu padre ya no está con nosotros, lo sabes, ¿verdad hija?”. Yo le dije, tratando de que no se me quebrara la voz, “Si, lo sé”. Ella me miró entonces y me dijo “Dentro de poco, yo tampoco voy a poder estar más contigo”. Yo sentí el dolor más grande que había sentido nunca, y le dije “No quería que te fueras”.
Mi madre me consoló por lo que pareció una eternidad… y aun así sentí que me faltó más tiempo. Pero pronto se hizo de noche, y ella tenía que ir a la cocina. Sin embargo, me dejó una pequeña caja marrón en mis manos y luego se fue.
Observé la caja por unos momentos y la abrí. Era un pequeño libro de cuero marrón en la tapa. Tenía una nota que decía: “Esto fue un regalo de una enfermera que vio muchos de los primeros casos en la sala de emergencias. Yo pronto no podré usarlo, pero tengo la esperanza de que lo utilices para ti”. Abrí el libro y, para mi sorpresa, contenía todo lo que debía hacer ante aquellas personas. Cosas que los hacían enojar y una descripción detallada de su comportamiento y sus pensamientos. Al leerlo, me pareció sinceramente repugnante, pero era mi salvación. Si yo no moría con esa enfermedad ellos iban a matarme, a menos que pensaran que yo era uno de ellos.
Entendí que ellos eran una sociedad aparentemente civilizada, pero amoral. Son como los humanos ante formalidades como el trabajo, el dinero y las reuniones sociales, además de los procesos legales de cada persona, pero a excepción de ser despreciables a la hora de actuar en su vida personal. No tenían ninguna objeción ante ninguna clase de comportamiento agresivo, criminal, e incluso pedófilo. Aprobaban inmensamente la prostitución juvenil, entre otras cosas. Sin embargo, nunca permitirían que fuera legal.
El comportamiento de mis profesores aquellos días lo confirmaba. Hacían cosas inmensamente asquerosas en clase y permitían que los estudiantes también lo hicieran. Yo sólo miraba en otra dirección. Lo que hacían estaba terminantemente prohibido por el director, que también había muerto hace mucho tiempo y sólo quedaba su amoral cuerpo sonriente. Era como si disfrutaran hacer cosas que ellos mismos habían acordado prohibir.
Yo sólo podía observar a través de la ventana de mi cuarto cómo la humanidad iba pudriéndose rápidamente. “Ellos” me parecían cínicos, malvados y retorcidos. Pronto la televisión, la radio y el internet estuvo lleno de su influencia. Según el libro que me dio mi madre, tenían la intención de borrar todo rastro de las ideologías humanas y dejar sus propias opiniones, que eran como una versión torcida y deformada de las que tenía el hombre.
Todo el que no actuara como ellos moriría asesinado al instante, por cualquiera, el que estuviera más cerca. Yo tomé todos los libros de la casa mientras mis padres dormían y los guardé en una enorme caja que coloqué bajo mi cama. Le dije a mi padre “Los quemé” y él me dijo “Bien”, y me dio unas palmadas en el hombro.
Todo terminó el día en que mi mamá enfermó también, ese día fue un día trágico, gris, y doloroso. Fuimos al hospital a internarla. El médico, con una enorme sonrisa, le dijo a mi madre que pronto estaría bien. Ella asintió con la cabeza, con bastante resignación, a pesar de que tenía miedo. Yo estaba a su lado, con una mirada de temor, le tenía fuertemente tomada la mano. Ella me vio con una suave y amorosa sonrisa y me dijo “Tranquila, yo sé que estarás bien. Debes ser muy fuerte de ahora en adelante”. Yo no pude evitar que varias lágrimas salieran de mis ojos. Y antes de que pudiera hablarle, su corazón dejó de latir. Yo no pude evitar gritar “¡No!” y abrazarla con mucha fuerza.
“Por favor hija, me estás dejando sin aire”, Dijo ella, después de unos segundos. Yo levanté la mirada… la enorme sonrisa había deformado su rostro al punto de que estuve a punto de vomitar. Me alejé de aquella mujer de inmediato. Un frío recorrió mi espalda al entrar en mí un odio completamente desmedido por esa mujer. Y no sólo por ella, sino que empecé a ver a toda la gente a mi alrededor, ya nadie estaba vivo, todos estaban muertos y sonrientes. Mi odio se extendió a todos ellos. Una sonrisa bastante parecida a la de ellos reflejó mi rostro en ese momento, dije a todos ellos antes de salir del hospital “Adiós”.
Ahora estoy en mi cuarto. He vivido con esta horrible gente por mucho tiempo, pero no sé por cuanto tiempo ellos me soportarán, o por cuanto tiempo yo los soportaré a ellos, sólo sé que algo ocurrirá pronto.
Ellos no mueren, ni se pudren, sólo caminan… y por supuesto, hacen cosas de rutina sin sentido. He estado viviendo con mis padres muertos por más tiempo del que puedo soportar. Siempre me están vigilando para saber si de verdad soy uno de ellos. Creo que tienen sus ligeras sospechas. Eso me indica que son más inteligentes de lo que pensaba.
A veces olvido por unos momentos al mundo e imagino que todos son normales, e imagino que mi mamá y mi papá están bien. Pero eso no tarda en acabarse. A pesar de que su conducta es parecida, sus acciones son radicalmente distintas. Me hablan con “amor”, pero sus actos reflejan lo contrario. Mi “padre” hace cosas terribles en la sala que no voy a mencionar y mi “madre” lo aprueba.
Ahora, ya resumido todo lo que ha sucedido hasta ahora, podré empezar a escribir mi diario con lo que sucede actualmente. Si alguien lo encuentra, al menos sabrá que fue lo que sucedió aquí. No sé ni siquiera cómo sería eso posible. Quizá nos encuentre otra especie futura y descifre esto, o lo que sea. Sólo espero no tener que morir antes de terminar de escribir mi historia.
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