La noche era fría y oscura, todo lo que se podía ver era nieve, frondosos pinos, piedras enormes y los viejos rieles de un tren que pasaba por allí. La luz de la luna iluminaba todo y, junto con el reflejo del cielo y las rocas, hacía que todo el ambiente se llenara de tonalidades azules y blancas.
Rompiendo el silencioso ambiente del silencioso sitio, una moto de nieve recorría el lugar a gran velocidad. Su anchas ruedas levantaban grandes cantidades de nieve. En aquella moto se hallaban dos personas, un chico de unos 20 años, mucho menos abrigado de lo que debería, con una chaqueta blanca con rojo, pantalones blancos y casco blanco, y una chica, mucho más pequeña, cuyo cabello largo, ondeado y oscuro se movía de acá para allá con el viento soplando en diferentes direcciones y la velocidad a la que iban.
La muchacha en cuestión llevaba unos lentes de trabajo transparentes que cubrían sus ojos y las cienes. Ligeramente vestida para la ocasión también, su ropa consistía en un delgado sweater azul marino manga larga, una franela azul un poco más claro y pantalones negros.
A medida que la moto avanzaba, se acercaba más hacia una locomotora negra que se movía a toda velocidad por los rieles. Diluyéndose entre los vientos cargados de nieve y la oscuridad de la noche. El humo negro y denso que expedía sólo aumentaba su poca visibilidad.
"Estamos cerca... no tienes que volver por mí, así que no espero volver a ver tu cara. ¿Entendido?" dijo la chica. "Si llegas a hacerme responsable de algo, sí me volverás a ver" respondió el chico. "Ya te dije que te calmes, no importa si me rompo los brazos y las piernas, eso no será tu problema" contestó ella. "Bien..." dijo el chico.
La moto avanzó con rapidez hasta llegar a la cola del tren. El chico giró un poco y siguió avanzando hasta estar paralelo a ella y, por lo tanto, cercano a la entrada trasera. La moto estaba justo al lado de la pequeña rejilla que rodeaba la puerta que daba entrada al tren, la cual tenía una pequeña puertecita que se hallaba cerrada. De modo que alguien podía estar allí con el tren en movimiento y tener algo para sostenerse. La chica se acercó a la rejilla inclinando su cuerpo. Sintiendo la fuerza del movimiento y la nieve chocando con ella.
La moto se acercó aún más, hasta estar peligrosamente cerca del tren. La chica entonces, estirando sus manos en dirección a las rejas, después de perder por breves segundos el equilibrio, hizo fuerza hacia adelante y alcanzó las rejillas.
Entonces, hizo fuerza con sus brazos y se impulsó hacia el tren, fuertemente sostenida con las rejas. Al colocar los pies entre las rejas y apoyarse en el suelo pudo erguirse correctamente. Las rejas le llegaban al hombro.
El chico, que ya había alejado la moto del tren, le dijo: "¡Hasta nunca! ¡Suerte con lo que buscas! ¡Espero que lo consigas!". La chica, con dificultad y lentitud, giró la mirada hacia él y, con una mirada seria y carente de alegría le dijo: "No creo... amigo". Un escalofrío recorrió la espalda del chico y empezó a retirarse con la mirada fija en ella. Impactado y perturbado.
La chica entonces, sin prestar atención al vehículo que se alejaba, colocó, con dificultad, uno de sus brazos por encima de la reja hasta el otro lado. Luego, con cuidado, colocó el otro. De modo que, con fuerzas, se impulsó hacia adentro. Cayó con dureza en el piso, el cual estaba extremadamente frío. Recuperándose, levantó la mirada para ver cómo ya no podía ver al chico ni ninguna señal de vida a lo que alcanzaba su vista. Todo lo que podía ver era nieve, y oscuridad.
Con eso, la chica se puso de pie y abrió la puerta que daba paso al interior del tren. Desde afuera ya podía verse que el interor estaba en completa oscuridad, así que, esperaba lo peor. Con la mirada un poco baja y el ceño fruncido, esperando lo peor, se adentró completamente.
Al abrir la puerta y entrar, la recibió un fuerte y helado viento, inimaginablemente más frío que el de afuera. "¿¡Pero qué demonios...!?" exclamó ella. El tren parecía un congelador industrial en sus adentros. Ella cerró la puerta tras de sí y sacó de su cinturón, lentamente, una pistola negra.
Se giró de nuevo hacia los adentros del tren, con extrema cautela y paranoia. Cada respiro suyo extedía una gran nube de vapor. Todo su cuerpo estaba tenso y su corazón latía con un poco más de fuerza, pensando en el frío que tendría que soportar.
Al ver mejor el interior del tren, las puertas que dividían los vagones habían desaparecido, dejando ver todas las habitaciones hasta la primera, donde debería hallarse el chofer. La tenue luz de la luna iluminaba cada uno de los vagones, dando una visión leve de todo, llena de tonalidades de azul y negro.
No había nadie en todo el tren, de modo que la chica se acercó hacia los asientos de los pasajeros para examinarlos. Mientras caminaba, llevaba su pistola en la mano, relajada, pero preparada para cualquier cosa. Se movía tratando de no perder el equilibrio debido a la fuerte velocidad del tren y algunos movimientos.
Al llegar a ver los asientos de frente, sus ojos no podían creer lo que veía; estaban completamente cubiertos por una capa de hielo gruesa, que se veía interrumpida cada cierta cantidad de centímetros por lo que parecían ser grandes pedazos de tela gruesa, cuyo color extraño le llamaba la atención.
La tela tenía colores rojizos y carnosos. La chica acercó la mano, moviéndose un poco debido a los movimientos del tren, y, con un dedo, tocó la tela.
De inmediato alejó la mano, sintiendo que el corazón le dejó de latir por unos segundos del susto. Lo que había sentido; no era la textura de ninguna tela o lona. La conclusión del asunto venía a su mente, pero se hallaba demasiado asustada y era algo demasiado inaudito para creerlo.
Sin embargo, sus pensamientos fueron confirmados cuando miró con mayor atención el resto del asiento. El hielo estaba manchado de algo marrón oscuro y congelado. Ella acercó su rostro y respiró un poco. A pesar del fuerte viento y que todo se hallaba congelado, pudo reconocer el olor; era sangre lo que cubría los muebles y cubría lo que definitivamente eran grandes pedazos de piel humana adheridos a los asientos con el hielo.
Todos los asientos de ese vagón estaban llenos de grandes pedazos de piel adheridos por el hielo. En la parte de la espalda e incluso pedazos de piel más delgados donde iban las piernas. Junto con manchas de sangre podrida, color marrón.
Rastros de sangre también se hallaban en el piso, que también estaba completamente congelado, dejando un camino de sangre que iba en dirección delantera hacia el frente del tren.
La chica, horrorizada, no sabía qué hacer, sentía la urgencia de salir de allí así fuera saltando del tren y partiéndose los huesos... si no fuera por el hecho, claro, de que estaba dispuesta a morir allí para matar al responsable.
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Sin pensarlo dos veces, se gira y avanza hacia el siguiente vagón, siguiendo el rastro de sangre. Sigue caminando hasta estar frente a todos los asientos. Peor de lo que esperaba, aquella habitación tiene el mismo aspecto, e incluso peor. Pieles de palmas de manos enteras en algunas paredes y en el suelo.
"¡Ah!" La chica exclamó levemente, mientras miraba la escena. Entonces, al girar la mirada hacia nuevamente hacia el interior del tren, pudo ver que justo a la entrada del siguiente vagón se hallaba un cuerpo tirado boca abajo, con toda la piel de su espalda arrancada, dejando ver los musculos de su espalda y brazos.
La chica no pudo evitar gritar por breves segundos, con horror y pánico. Sin embargo, en ese instante escuchó ruidos fuertes provenir de algunos vagones adelante.
Ella rápidamente tomó su arma y se puso en posición defensiva apuntando en la dirección de donde provenía el ruido. Algo estaba con ella...
Que espeluznante historia, me gustaría conocer el desenlace
^_^ ¡Muchas gracias!