Una mujer de tinta cobriza
cimbrea su postura mirándose en un espejo y
Mercurio diseña por ella los movimientos,
tan lentos que se diría que el tiempo aún no ha nacido
para el bostezo infinito.
Elástica y dolorosamente bella,
con esa quimera pintada en la frente,
lunar de Shiva,
ladea la cabeza y su pelo es cascada en horizontes verticales
de pétalos aparecidos para el placer de las orquídeas.
Nada más se mueve en el marco,
que aparenta ser imagen borrosa por el humo
de los cigarrillos. Ella levanta un dedo,
dos, hacia el cielo,
y se ofrecen mil reproducciones
de ese milagro.
Con cándida lascivia se descalza luego,
mostrando un pie digno de que lo adoren
todos los componentes
de todas las dinastías,
lo acaricia, frágil polluelo,
me mira de nuevo y sonríe
como un ángel que nunca viera morir su sexo
por afán de lo extraordinario.
Con sólo ese gesto, hace que la canción de las esferas
sea un breve silbido de sonidos tristes.
Y yo lo comprendo,
seguramente.
Realmente hermoso
Muchas gracias.
Mágico... eres una creadora de momentos fantásticos con la palabra.
Te agradezco mucho la visita y tu cariñoso comentario, un beso.
Escribes muy lindo! Que talento!!! Admiro eso.. 😊🙏 definitivamente es lo tuyo. Feliz tarde 😁
Gracias, jenny, me alegra mucho que te guste. Besote.
La poesía, @susiunderground, es un juego con las palabras y este juego lo bordaste.
Pues me has "calao", me encanta Rubén Darío.
Mujeres cobrizas, indescriptibles en sus infinitas formas. ;)
Serpientes enroscadas a la rama de un roble.