Como todos los años, al llegar las vacaciones correspondientes al descanso escolar, mi hija menor Nancy Ginet y yo, armamos el equipaje para viajar a la ciudad de Mérida (Venezuela), a visitar a mi hija mayor Gisselle y a mi nietita consentida Nicolle Jackelia, donde nos reencontramos y compartimos en familia, a fin de recuperar el tiempo, que la situación país nos obligó a perder… Pero no quiero hablar de cosas tristes, vamos a enfocarnos en lo bueno y positivo de mi bello y amado país.
Nancy y yo, iniciamos el recorrido desde de Tinaco, una pequeña población del estado Cojedes, donde vivimos, cuyo lugar es de pocos habitantes, no más de cuarenta mil. De clima caluroso y árida vegetación, de gente sencilla, austera y hospitalaria, con la típica idiosincrasia del gentilicio llanero, ocurrente y chispeante. Partiendo de allí en un pequeño autobús hasta la terminal de la ciudad de Acarigua, donde nos espera una buseta que nos llevará directo a Mérida yupiii pupiii!..
Durante el recorrido disfrutamos encantadas el recorrido por la carretera, nutriéndonos con cada paisaje que pasa ante nuestros ojos. Desde Acarigua hasta Barinas, se aprecia un paisaje de largas y anchas planicies en el recorrido por la carretera, alfombrado con un pasto Verdi amarillo, donde eventualmente se asoma una tímida y temblorosa flor silvestre. Nos topamos con zonas rurales, barrios y caseríos en cuyo interior se visualizan algunos potreros y caballerizas.
Al llegar a Barinitas la geografía cambia de paisaje llanero a montañoso, donde es necesario tomarse la pastilla para el mareo, porque la carretera desde allí es una verdadera montaña rusa, donde oscilamos en el asiento de derecha a izquierda y viceversa, revolviendo el estómago hasta provocar vaciarlo inevitablemente.
Una vez calmados los efectos de las náuseas, nuestros sentidos se disponen a disfrutar del paisaje andino colmado de belleza y frescura, donde se hace necesario abrigarse porque la temperatura baja bruscamente. Cada pueblito por donde pasamos parece un fragmento sacado de una poesía bucólica, de verdes praderas, flores multicolores, hermosas sembradías de hortalizas cuyo cultivo lo hacen de manera rudimentaria, sus pobladores quienes parecen pastorcillos abrigados trabajando la jornada de sol a sol. Esa hermosa vista se repite por cada pueblo que pasamos nutriendo nuestras mociones y pensamientos a niveles inspiradores. El autobús hace una única parada en el páramo andino, en el Parque Nacional Sierra Nevada, donde hay un conjunto de negocios que vende suvenir artesanales y gastronomía típica de la región.
Allí aprovechamos para estirar las piernas y comer algo. Nancy toma chocolate caliente que aun cuando está hirviendo no se siente por el frio. Y yo me tomo un calentaíto que es un licor fabricado con caña clara y aliñado con canela, clavo de olor nuez moscada y papelón, que al ingerir el primer sorbo te prende el termostato corporal y te da un sofocón, manteniéndote calentito durante el resto del viaje.
Así pues trascurre nuestro viaje hasta llegar a la terminal de Mérida donde nos reciben Giselle y Niky para experimentar mayores vivencias en su compañía, al el abrigo de esa encantadora metrópolis venezolana.
Fotos de mi autoría, tomadas con un móvil. En que se describe los momentos vividos durante el viaje y los días transcurrido en la ciudad de Mérida compartiendo en familia y disfrutando de las bondades de la ciudad.
oye estuvo genial tu historia gracias por compartirnos esas cosas importantes de tu vida personal..