Proverbios 23:12 Aplica tu corazón a la disciplina y tus oídos al conocimiento.
En la filosofía griega, el conocimiento se consideraba como el sumo bien del hombre. Para Sócrates, equivalía a la virtud, de ahí su máxima clásica: "Conócete a ti mismo". Pero en el Antiguo Testamento todo conocimiento se contrasta con el conocimiento de Dios. El conocimiento de Dios es infinito e íntimo. Dios conoce los nombres los pensamientos los caminos y las actividades del hombre. Mientras el hombre persigue el conocimiento, debe reconocer que todo su conocimiento es incompleto y puede ser vano.
En el Antiguo Testamento incluso la relación sexual se describe como "conocer", dando a entender que tal acto no solo tiene carácter fisiológico, sino también sicológico. Sobre todo conocimiento, el hombre debe anhelar el conocimiento de Dios y su poder. Esto no es saber algo acerca de Dios, sino conocer profundamente quién es. El tiempo vendrá, declararon los profetas, cuando todo el mundo conocerá a Dios.
En el Nuevo Testamento se halla el mismo concepto del conocimiento. Toda persona posee un conocimiento parcial e insuficiente de Dios; el conocimiento completo se halla solamente en Cristo, en quien "habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad". Entonces, el conocimiento de Dios, recibido a través de Cristo, pone al hombre en una relación nueva con Dios. Este conocimiento es la única fuente de libertad, es para todo el mundo y es meta del cristiano.
Es notable que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento el conocimiento espiritual no lo alcanza el hombre por sí solo, sino que es don de Dios.
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