Escrito el 25 de Agosto del 2015, por Seifiro Noctis.
Habían pasado tres días desde su último trabajo involucrado con la fuerza policial. Jon se encontraba en su oficina organizando unos documentos de rutina. El reloj marcaba las 11:45 A.M. Su asistente personal, un gato de forma caricaturesca que aparecía cuando cerraba los ojos para conectarse a la red, le decía cuáles correos parecían importantes, unos eran solicitudes de amistad para la gran red, otros eran invitaciones a clubes, mientras que los de menos importancia eran ofertas de productos que Jon no necesitaba. Para el año 2288, después de la “última Gran Guerra”, la tecnología había alcanzado el punto donde no se necesitaba de ordenadores, móviles o tablets para ingresar a la red. Bastaba con cerrar los ojos y el cerebro estaría conectado, navegando por un infinito mar de informaciones y eventos sociales donde podría verse cara a cara o a través de un avatar con otras personas. Pero Jon poco se entusiasmaba por estas cosas. Como vigilante, su misión era la de proteger al sistema de las aberraciones que en él se presentasen. Ya eran las 12:15 P.M, así que sacó de su bolsillo la pastilla de Soma, la cual Bosco obligaba a consumir a todos los habitantes del país cada doce horas. Así que tomó la pastilla, era pequeña, la introdujo en su boca y la tragó. Veinte minutos después terminó de procesar los documentos. En el último mes habían bajado en un 15% la tasa de criminales de la psique que estuviesen por los ocho o diez puntos, es decir, que necesitasen ejecución inmediata, y en un sorprendente 28% la de aquellos que necesitasen ser detenidos para posteriormente ser trasladados a los programas de reinserción. A veces se preguntaba cómo se sentiría jalar el gatillo y quitarle la vida a alguien. Y en cómo le latiría el corazón en hacerlo. Así mismo, se preguntaba si era posible medir las acciones morales de un hombre de acuerdo a los latidos del corazón. Pero Bosco era el sistema, era quien (o que) proporcionaba absolutamente todo. Incluso el lenguaje, la sabiduría y la Filosofía. Bosco tendría las respuestas a estas y a otras dudas que a veces dejaba escritas en su blog de notas. Pero a su vez sentía cómo el Soma le borraba las sensaciones de angustia, como la tristeza producto de la soledad debido al hecho de ser de las pocas personas que sabía leer «el viejo lenguaje». Ya era otra vez de noche, y Cynthia, una mujer de veintitrés años, acababa de entrar a la habitación de Jon. Su cabello era de color rubio y rizado. Sus labios estaban teñidos de color carmesí, mientras que sus pechos eran grandes y de una redondez perfecta. Firmes como dos lanzas apuntando hacia el sol, contorneados por pezones rosados. Jon cuando apenas la vio desnuda reflexionó cuán solo había estado de compañía femenina hasta ahora, así que disfrutó del sabor de su boca y la humedad de su sexo. A la mañana siguiente, él se despertó primero, ordenando a uno de los drones de cocina que preparasen el desayuno. Él tomó una tableta para lectura. Se había puesto de moda la onda retro, así que las tablets se vendían como productos para tareas como dibujar, jugar, y raramente leer. Jon notó cómo Cynthia lo miraba curiosa.
— ¿Qué estás haciendo, mi vigilante que no viene a enrollarse nuevamente conmigo?
—Estaba leyendo “Hamlet”—Jon también se había dado cuenta de que ella no sabía leer en la vieja lengua.
— ¿Y por qué no dejas esas cosas aburridas y te vienes a acostar conmigo? Veo que te gusta follar, pero pareciera que le estás perdiendo la práctica, Jon. Ella lo tomó por la espalda y le puso la mano en la entrepierna. No le costó más que un par de segundos en ponerlo duro. «Vamos a hacerlo antes de que el Soma nos haga perder las ganas de, aunque sea mirarnos a la cara con algún sentimiento o sensación»—pensó Jon, antes de regresar a Cynthia.
Jon ya cumplía exactamente un año de haber iniciado una investigación por su cuenta sobre un criminal fuera de lo común. Uno que Bosco no había podido atrapar ni juzgar. Jon conocía perfectamente que Bosco juzga por sí mismo a los criminales a través de un sistema lógico que comienza a funcionar una vez alguno de los escáneres de la ciudad registrasen al ciudadano. Esto en una escala del 1 al 10, donde del 1 al 5 no había problemas, pero del 6 al 8 terminaba en una necesidad de reinserción en la sociedad, mientras que del 9 al 10 era ejecución del individuo. Esta escala mide los niveles de estrés de todos los individuos de acuerdo a patrones de comportamiento que podrían evolucionar desde acto vandálicos hasta asesinatos. Pero era raro para Jon el hecho de estresarse, poca gente trabaja en la actualidad, y los que trabajan son muy selectos como sus áreas laborales, destacando la informática y la seguridad nacional, así que era normal que la escala de los trabajadores fuera de 2 y 3, incluso con el aumento de la dosis de Soma. El de Jon era casi 4 desde que comenzó a investigar al fenómeno “fantasma”, como se le llamó al individuo al cual ningún escáner podría acceder. Escáner que se encuentra también en las pistolas Ajusticiadoras de los vigilantes. Jon insistía en preguntarse en cómo se sentiría al ejecutar a alguien, pero su pensamiento se vería interrumpido por el gato dentro de su cabeza que le avisaría de un mensaje de carácter importante:
Jon, sé que me estás investigando desde hace ya un tiempo. ¿Por qué no nos vemos en el McDonald’s de la calle Dalí el sábado a las siete de la noche? Seguramente será un encuentro interesante. Si gustas, además de tus dudas, lleva tu ajusticiador, vigilante.
«Fantasma».
Jon acudiría a la cita el día acordado. Conocía la identidad del sujeto, mejor dicho, del “fantasma”. Las cámaras de vigilancia de Bosco lo habían capturado en varias oportunidades. Había cometido delitos de hurto, robo y asesinato en vías públicas, pero debido a que su psique se encontraba siempre en “1”, y a veces en “0”, la lógica del sistema arrojaba que no era necesario ajusticiar al fantasma, pero sí muchas veces a sus víctimas, que por las agresiones sus psiques subían entre 7 y 9, siendo la respuesta arrojada por el Bosco: paralizar o ejecutar, dependiendo del caso. Jon desde que nació, sabía que la justicia solo funcionaba según la lógica del sistema Bosco, quien juzgaba a las personas midiendo su psique, o su sanidad mental. Una carga de estrés, de ira, enojo que podían ser causadas por muchos ejercicios laborales, el nivel social, e incluso decepciones amorosas podían causar que se nublara la mente, y los ciudadanos a continuación cometieran actos que atentasen contra las reglas del sistema: robar, matar, contaminar las calles. Por ello hacía un par de décadas que se llevó a cabo la purga conocida como «la purga de las emociones», donde Bosco ofreció de forma gratuita y obligatoria a todos los habitantes las pastillas de Soma, las cuales se encargaban de eliminar por horas cualquier sentimiento desde emoción, hasta apatía; amor y odio; excitación y deseo sexual. Básicamente era una droga legal entre muchas otras como los cigarrillos y el alcohol, incluso la marihuana, pero solo que el Soma era obligatorio tomarlo como si fuera una medicina necesaria, cual vacuna para un brote de infección de algún virus maligno. En este caso las emociones. Absolutamente nadie sabía si Bosco era una persona, al menos no los ciudadanos. Los que trabajan como vigilantes o informáticos conocían que se trataba de una computa enorme ubicada en algún lugar dentro del Ministerio de la ciudad. Jon miró por la ventana abstraído en sus pensamientos. En una hora le volvería a tocar otra dosis de Soma, se había saltado las horas este último día. No se dio cuenta cuando un hombre de sentó frente él y le dedicó unas buenas noches.
—Jon, es un placer conocerte en persona—dedicó el hombre. Jon lo miró a los ojos, eran de color verde y su cabello rubio rizado le cubría hasta las orejas. Estaba vestido con una chupa de cuero, o pudo notar solo a través del espacio de la mesa entre él y su interlocutor.
— ¿Eres tú acaso el fantasma?
—Sí, así es, pero mejor llámame por mi nombre: Máquina. Le estrechó la mano y le dedicó una sonrisa a Jon.—Sé que me has estado investigando por algo más de un año—prosiguió. Sé que estás consternado por el hecho de que a pesar todo lo que he cometido, el sistema no puede juzgarme, e incluso muchos ciudadanos tampoco. Creo que incluso varios de tus colegas, e inclusive superiores tampoco lo hacen, pues, si Bosco, o sea, el sistema o el dios que rige a esta sociedad es incapaz de hacerlo, ¿por qué lo harían simples peones en su mundo de policías y ladrones? Aunque sé que tú me juzgas, Jon, por algo me estás investigando, ¿no es así? —sonrió ampliamente. Jon se había quedado mirándolo en una mezcla de incredulidad y asombro. Quizá él mismo no se había cuestionado por qué lo hacía realmente. En cuestiones de oficio, no tenía por qué realizar esta acción si el sistema no había arrojado necesidad de hacerlo. Es más, las investigaciones policíacas eran cuestiones de novelas sobre detectives. En la actualidad no eran necesarias. La ciudad era enteramente vigilada y escaneada constantemente a fondo. Si había personas con alteraciones psíquicas aparecerían en la computadora mostrando incluso su ubicación e información del o de los sujetos, sin importar dónde se escondieran o cuántos fueran, estos siempre tendrían a algún polidrone persiguiéndolos hasta esperar el juicio de los ajusticiadores.
—Te investigo porque eres una aberración del sistema, un bug, cometes los peores actos delictivos que ameritan que sean respondidos con tu ejecución inminente. ¿Eres acaso el experimento de algún terrorista?
—«Terrorista» es una palabra que quedó en desuso hace muchísimo tiempo, Jon. Veo que lees historias, que has leído a Ortega Y Gasset, a Platón también, sin duda a Kant, que hace poco terminaste de leer Hamlet, y ahora estás leyendo ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? —«¿Cómo coño lo sabe? ¿Me ha hackeado el cerebro? No, eso es imposible de realizar. ¿Ha puesto cámaras espía o micrófonos en mi residencia?» pensó Jon, con irritación, pero debía mantener la postura. —Y no, Jon, no soy necesariamente un error del sistema—prosiguió Máquina, con tono irónico y luego sarcástico—, como tú y como todo el mundo nací y crecí. Solo que Bosco no me puede juzgar. Soy como tú, una de sus tantas creaciones. Solo que a diferencia de ti, yo soy la roca que Dios no puede crear ni levantar. La negación de su omnipotencia. Una paradoja. Ahora, vigilante, apúntame con eso que llaman ajusticiador. Mide tú mismo mi nivel de psique y haz lo que te ordena el sistema. Jon lo pensó un momento. Realmente no había problema con que apuntase a un civil con su arma para escanearlo, ya que de hecho el arma solo servía como un escáner más y de acuerdo al nivel de psique esta activaría una de sus dos otras funciones. Así que sacó el arma y apunto a Máquina quien se veía complacido de que el vigilante acatase su orden. «Nivel de psique 0. No es necesario llevar a cabo ninguna medida. Gatillo desactivado»—dijo la computadora dentro de su cabeza.
— ¿Y bien, Jon?
—Es de cero. Es el nivel psique que debería tener un zombí, no una persona—sentenció.
—Apunta nuevamente entonces. Jon hizo caso. «Nivel de psique 4. No es necesario llevar a cabo ninguna medida. Gatillo desactivado» dijo esta vez la computadora. Esto lo sorprendió, un cambio de cuatro puntos solo se daba en situaciones de estrés demasiado grande.
—Esta vez indica 4—dijo finalmente.
—¿Ah, sí? Fascinante. Hazlo otra vez. Jon ya sintiéndose molesto y a la vez incómodo apuntó una vez más. «Nivel de psique 10. Medidas terminales son requeridas. Disparar al blanco…» Los dedos de Jon se colocaron instintivamente sobre el gatillo, sintió cómo ejercía presión pero a la vez intentaba contenerlo, ya había atrapado a este sujeto en ese momento, ¿pero qué diablos pasaba con el escáner? «Nivel de psique 0. No es necesario llevar a cabo ninguna medida. Gatillo desactivado» —¿Qué mierda? —dijo Jon, para solo contemplar el rostro de Máquina donde se había dibujado una sonrisa de burla e ironía.
—Apunta otra vez, Vigilante. Sé que lo has hecho muchas veces. Jon ya estaba cansado pero acató la orden. «Nivel de psique 8… 7…3…10…2…1…6…0. No es necesario llevar a cabo ninguna medida. Gatillo desactivado» dijo esa maldita voz de computadora que solo Jon podía escuchar.
— ¿Ya ves, oficial? Esa es la prueba de que Bosco no puede juzgarme a través de su sistema, pero tú sí, ¿no? Tú bien sabes cuántos crímenes he cometido y no lo ignoras. ¿Ahora recuerdas cuántas veces has jalado ese gatillo para ejecutar a alguien?
—Nunca lo he hecho—respondió Jon, tratando de ganar algo de autoridad—. Nunca he tenido que disparar en modo de ejecución.
—Entonces tu memoria es tan falsa como lo es todo lo que crees conocer, Jon. Sé que por mucho tiempo has estado cuestionando dentro de tu cabeza a todo el sistema. Sé que también tienes preguntas que necesitan repuestas que no puedes encontrar. Este mundo te repugna como a mí. Pero este mundo no es más que una mera ilusión hermosa y utópica creada para que los humanos puedan sobrevivir sin ver el terrible estado en que se encuentra el mundo real. Estamos dentro de un sueño profundo del cual no podemos despertar, Jon. Pero yo pienso hacerlo. Y si tú quieres, también te permitiré que lo hagas. Solo debes unirte a mí. Te enviaré una dirección muy pronto. Otra cosa, y es retomando el tema de los libros. Tienes muy buen gusto con respecto a la Literatura. Debes sentirte muy solo, ya que eres de los pocos que saben leer en la lengua vieja. Orwell y otros escritores habían dicho que los sistemas totalitarios prohibirían la lectura para promulgar así la ignorancia, pero aquí ningún tema intelectual está prohibido. Bosco así no lo desea. Bosco ha, mejor dicho, creado una ignorancia colectiva disfrazada de sabiduría. La gente no lee la vieja lengua porque no la consideran necesaria. Aprenden el uso de la nueva lengua, una de meros signos y señales. Donde un pulgar arriba o abajo señalan una infinidad de acciones sociales tanto positivas como negativas. ¿Alguna vez has leído “Romeo y Julieta” en la nueva lengua? Es aterrador para mi gusto el observar cómo se han eliminado todas las frases remplazándolas por imágenes que expresan tantas cosas que saturan mi cerebro. La gente actual se cree muy inteligente y sabia, pero es porque ignoran lo que el sistema desea que ignoren, y saben todo lo que este quiere que sepan. Incluso los secretos que se hacen más difíciles de descifrar, pero es intencionado que así sea. La mente de ustedes los vigilantes también ha sido alterada. Para mantener controlado su nivel de psique, no solo se les aplica el consumo del Soma, también se les aplica un borrado de memoria cuando corresponde apretar el gatillo en modo de ejecución. Jon, tú mismo has ejecutado a una docena de criminales, solo que después de una hora lo olvidas.
—Ya basta, esa mierda que dices es imposible. ¿Cómo puede eso suceder?
—Todos los humanos llevamos desde que nacemos una computadora dentro de nuestras cabezas. Es implantada. Funciona para conectarnos a la red, para organizar nuestras vidas, incrementar nuestra memoria. Naturalmente todo recuerdo funciona como archivos de datos de teras de información. Son datos almacenados que se puede borrar desde una computadora central. Tú personalmente puedes retener el recuerdo del desayuno de hoy, pero no lo puedes borrar por capricho propio, pues, tú ni tampoco yo controlamos a la computadora central, que no es más que un eufemismo para Bosco, que es a su vez el arquitecto de este maravilloso e ilusorio mundo de espejismos de información que componen todo aquello que vemos y todo aquello que sentimos.
—¡Claro que eso no es posible! Estás insinuando que todo el mundo es una simulación, ¿no es verdad? Pero eso no es posible. Estás chalado. Eres un asesino, un criminal
—He ordenado una Coca-Cola, Jon, ya la traerán para acá las mikumaids. ¿Te has preguntado que son ellas? Has jugado juegos de vídeo, y siendo así conoces lo que son los NPC. Ellas son exactamente lo mismo, pero una sola de ellas es especial para mí—concluyó Máquina. A continuación, una mikumaid trajo las bebidas, las depositó en la mesa. Máquina comenzó a sorber el líquido a través de la pajilla, Jon por su parte solo se limitaba a mirarlo.
— ¿Y bien, no vas a probar nada? —le preguntó Máquina. Entonces Jon agarró el vaso
—Está demasiado caliente, parece café. ¿Pero por qué han servido café en un vaso de refresco?
—Tómalo de nuevo— Jon lo hizo y al tacto ya estaba frío, como un vaso de refresco. Aun así extrañado comenzó a sorber la bebida y sabía a leche de vaca—. Anda, prueba un poco más. Jon siguió sorbiendo y la bebida cobraba diferentes sabores y texturas, en un momento sabía a zumo de naranja, luego tenía la textura de una crema de verduras, y por último sabía a orine. Jon escupió al suelo.
— ¿Lo ves? Solo es cuestión de cambiar el formato de unos bits de información, y así la textura y el sabor cambiarán con esta, dándole a tu cerebro la sensación que yo designe en este caso tanto al sabor como a la textura. A continuación, Máquina se levantó de su asiento, Jon no decía nada. Máquina se le quedó mirando y dijo: «era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura. La primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. En pocas palabras, aquella época era tan parecida a la actual»—Charles Dickens, le respondió Jon. Máquina le dedicó una sonrisa. Caminó hasta la salida. Jon no recordaba cuánto había pasado ya desde la invitación; quizá un día, quizá una semana o dos. Había estado trabajando en la oficina, atendiendo casos diversos entre un mar de papeles burocráticos y casos que ameritaban atención directa, donde podría haber disparado de forma letal pero no lo sabría porque el sistema no le permitía acceder a los archivos de memoria en su cerebro que este deseara. Bosco decidía qué se podía recordar y qué no. Jon no despreciaba la vida, pero la suya sí le parecía aburrida, y desde que habló con aquel joven de cabello rubio, descubrió que su vida y su realidad eran solo un bosquejo pintado por un artista que lucha con su obra; con un dios con problemas demasiado grandes para sus fuerzas. Jon finalmente se encontró con Máquina donde le había indicado, un galpón en la parte abandonada de la zona industrial. Había escáneres como en toda la ciudad pero Máquina le avisó que hacía mucho que habían dejado de filmar y que como él mismo los boicoteó, Bosco no lo sabría. Así mismo, le mostró lo que él llamaba «la salida de la caverna», un portal.
—Servirá para despertarnos, Jon. Estamos dormidos, tú, yo, y el pequeño equipo que nos acompañará—le indicó Máquina con voz queda, parecía abstraído en las posibilidades poéticas que le otorgaba la palabra y el hecho de “despertar”.
— ¿Qué pasará una vez despertemos?
—Preguntó Jon.
—Allí no podré hacer nada seguramente. No tendré el control del sistema. Tampoco sé muy bien cómo es el mundo de allá. Los pocos archivos de imágenes que he podido recopilar lo muestran cuando era hermoso. Ahora no debe ser más que un infierno luego de una guerra nuclear: un mundo helado, radioactivo, que carece de sonido y toda forma de vida. No viviré mucho, ni quienes nos acompañarán. Aunque según mi hipótesis, podremos despertar con estos trajes especiales. Para eso también funciona este universo.
—¿Qué quieres decir?
—Jon, este mundo solo es un esquema o modelo de otro que será impreso cuando la tecnología de afuera funcione gracias a lo que aquí se está realizando. ¿Has leído «La caverna» de Platón?
—Sí—respondió Jon.
—Muy bien. Solo que nosotros no regresaremos para contar absolutamente nada sobre el mundo real. Solo quedarán registros digitales de nosotros que se enviarán a todos los computadores del Bosco. Lo que suceda a continuación es incierto. Meras suposiciones— esbozó una sonrisa irónica. Entonces indicó a todos, incluso a Jon que se colocasen sobre la plataforma. El proceso de transportación del portal comenzó. —5…4…— decía una voz desde la radio, era la voz aguda e infantil de una mikumaid. «No hay tiempo para arrepentimientos. No puedo regresar al mundo exterior. Máquina ha colocado mi nivel de psique en 10» pensó Jon. —3…2…1—Jon tomó aire. — ¡Destati!—fue lo último que escuchó. Despertó dentro de una cápsula que se abría. Sentía que su cuerpo pesaba una tonelada en cada una de sus extremidades. Consiguió arrastrarse varios metros mientras sentía que sus fuerzas regresaban. Ciertamente cargaba el traje con el que dejó el viejo mundo. En el nuevo había máquinas operando sin rastro de vida humana, pero esto no difería mucho de lo que conocía, excepto por el exceso de óxido y suciedad, además de lo rudimentaria de la tecnología. Pasaron varias horas. Por fin podía ponerse de pie. Caminó por todo lo que pudo del complejo. El sitio era enorme. Había cápsulas en todas partes, cada una contenía personas. Jon se preguntaba en dónde podrían estar Máquina y los demás. Incluso pensó en la posibilidad de que hubiese algún sistema de seguridad en la zona, pero con el tiempo que llevaba dando vueltas sin que nada lo detuviera, pensó en que no había ninguno. A continuación, encontró un pasillo que llevaba hacia una puerta enorme. Respondía con un interruptor manual que cualquier ser humano podría activar. Lo hizo. Esta se abrió. El portal conducía hacia el mundo de afuera. Jon salió. Parecía que la tierra estaba muerta. Entonces escuchó una voz humana cerca de su posición. Buscó de dónde provenía.
— ¡Oh, qué maravilla! ¡Cuántas criaturas bellas hay aquí! ¡Cuán bella es la humanidad! ¡Oh, mundo feliz, en el que vive gente así! Vaya, así se siente tener un libro de verdad entre las manos—y Máquina se rió.