Siempre he pensado el drama y el desconcierto de esos primeros hombres en la pradera que se vieron hombres, que ya no eran como los que se habían quedado en los árboles y tuvieron que emprender el largo camino a sobrevivir y el largo camino de tener conciencia.
Saberse existente sigue siendo la mayor duda de nuestra especie.
Hemos explorado lo que hemos podido explorar, nos hemos respondido todas las preguntas posibles e imposibles de la existencia, pero aún seguimos en la pradera... viéndonos desnudos frente a la naturaleza, a las bestias que somos todos, inventando Dioses, creando territorios, creyéndonos el la cúspide de todo lo que parece con vida.
Pero allí estamos, sin saber que somos, lo que somos y porque somos y nunca pero nunca tendremos una respuesta solida más allá de la fe o las especulaciones científicas pasajeras.
La filosofía no explica, nos interpreta, nos lanza un salvavidas moral y ético para darle sentido a nuestra perdida animalidad.
Estamos en la pradera poblando en mundo nada más.
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