Uno de los sitios que más me impactó durante mi visita a la capital italiana fue por lejos el Coliseo. El solo hecho de verlo tan imponente en plena cuidad fue una sensación espectacular y gratificante; sin embargo fue mayor aun la satisfacción cuando pude entrar y recorrerlo a fondo. Esta monumental estructura es sin lugar a dudas la atracción turística más icónica de Roma; fue declarado Patrimonio de la Humanidad, y es una de Las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno.

Este famoso recinto que data de la época del Imperio Romano, fue edificado en el siglo primero. Su nombre hace referencia a la estatua del Coloso de Nerón, aunque también es conocido como el Anfiteatro Flavio, ya que fue construido durante la dinastía Flavia.

Con una capacidad para casi 65000 espectadores, el Coliseo fue escenario de combates de gladiadores, así como también de obras teatrales, caza de animales y ejecuciones públicas. Hacia la época medieval la edificación tuvo otros usos; sirvió de fortaleza, cantera, refugio y sede religiosa. Actualmente el papa realiza allí un viacrucis todos los viernes santos.

En los alrededores del Coliseo, hacia la colina del Palatino, pude apreciar el arco de Constantino, el cual conmemora la victoria de Constantino I el Grande en la batalla del Puente Milvio. Justo en frente se construyó el Foro Romano, antigua sede del imperio; allí se administraba el comercio, la religión y la justicia. Sus ruinas incluyen edificaciones y monumentos, tales como: los Templos de Rómulo, Saturno, Venus, Roma, Vespasiano y Tito, los Arcos de Septimio Severo y Tito, la antigua sede del Senado, la Basílica de Majencio y Constantino, entre otros.

Recuerdo que mi visita a este histórico complejo fue una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido, ya que además de entretenerme, tuve la oportunidad de conocer mucho de la historia y cultura del imperio romano, que en su tiempo llegó a conquistar casi la totalidad del mundo conocido. Les recomiendo realizar este recorrido sin pensarlo dos veces.