Paula. Autorelato numero 1.

Dedicado a una Paula

   Yo tenía una novia que era bipolar, hermosa, mentirosa, loca y puta.

Nos queríamos un montón la verdad o por lo menos eso siempre pensé.

Ha pasado ya algún tiempo, pero recuerdo vivamente la manera en que marcó mi vida.

Aquél entonces eran tiempos difíciles, lleno de preocupaciones, mirabas a tu alrededor y no tardabas en notarlo, todo el mundo estaba preocupado por algo. Pero eso nunca va a cambiar. Yo parecía no estarlo.

También recuerdo la lluvia en el camino e infinitas horas que pasaba en él debido al pesado tráfico, yo solo prendía un cigarro mientras escuchaba algún disco de rock.

Aunque sinceramente: a mí nada de eso me importaba. Porque lo cierto es que, por aquella época, toda mi existencia, mi justificación completa como individuo en el mundo dotado de razón y sentimientos giraba únicamente en torno a Paula.

Porque aquél no era un camino cualquiera: Era el que me llevaba a casa de Paula.

Recuerdo la primera vez que me invitó, yo estaba nervioso porque acabábamos de conocernos y juro por Dios que quise violarla esa noche.

Me condujo al carro y empezó a jugar conmigo en que me quedase quieto para ella besarme sin yo hacer nada. Mi mente trataba de entender lo que estaba pasando hasta que ella habló.

   - Me gustas.

Nos besamos de nuevo, la agarré de la cintura y la puse sobre mí.

Recuerdo la extrañeza que me producía su cuerpo en aquellos primeros momentos: tan liviano, tan esbelto, como si estuviera comprimido.

Recuerdo haberle dicho lo mucho que me gustaba.

   -Ya, pero seguro se lo dices a todas.

Lo cierto era que tenía razón, le decía eso a todas las chicas, De algún modo, formaba parte de un ritual, una suerte de protocolo de interacción básico a seguir con todas las mujeres que conocía. Pero con Paula era distinto; era como si no tuviese la necesidad alguna de decírselo.

Una noche extraña, extraña como nosotros dos, hicimos varias veces el amor en un hotel que nunca sabré cómo llegar sólo. Me sentí inmortal, pensé que tenía una especie de poder para congelar el tiempo mientras estaba con ella, siempre me pasó, cada noche que hicimos el amor. Era hermoso.

Y también algo triste.

   -Escucha

   Le dije mientras acariciaba su finísimo pelo. -Creo que yo puedo ayudarte. Me refiero a que podemos estar juntos si quieres.

Ella se levantó de la cama y no dijo nada, o cambió el tema. Entonces me fui a mi casa.

En el camino de regreso me preguntaba siempre cómo era posible que nunca dejen de pasar carros por ahí. Quiero decir; mires a la hora que mires, siempre hay gente yendo y viniendo.

Es curioso. No sé si es que hay demasiada gente o demasiados lugares a los que ir.

Unos de los últimos días con ella miré a mi alrededor: Todo era tan hermoso.

Y tan triste.

   La abracé. La abracé tan fuerte como pude.

Creo que podría escribir un libro sobre Paula y el modo en que comenzó a formar parte de mi vida desde aquel instante. Mi primer impulso sería dedicar muchos capítulos a contar la forma tan brutal y extraña que hacíamos el amor.

Pero no; sospecho que lo mejor que describiría nuestra relación es el modo en que me olvidó por ahí y acababa totalmente ida, escabulléndose con todos los tipos que le salía al paso. También la forma en que yo me preocupaba constantemente por ella mientras también trataba de sobrellevar mi propia vida.

Pero no lo tengo claro: desconozco qué lugar del cuadro dramático le corresponde a cada uno de los episodios. Todo se vuelve confuso y me gustaría que el libro diera cuenta detallada de cómo transcurrieron los acontecimientos.

Me gustaría hablar de cómo algo bello, espontáneo y despreocupado se convirtió poco a poco en una interminable serie de reproches. De cómo ambos deambulábamos sobre el abismo y finalmente nos dejamos caer. Todas las ocasiones en que llorando le dije que la quería. Y también de cierto día en que estuve a punto de partirle la cara, allí en el sitio donde la abracé por primera vez.

Y de cómo, finalmente un día llamé a su puerta y Paula no abrió. De cómo no me volvería a abrir nunca más.

Y de cómo me fui de allí al cabo del rato, confundido, con las manos metidas en los bolsillos. De cómo me subí en el carro para volver a mi casa. Y de cómo lloré aquella noche.

De verdad lloré tan fuerte que grité.

Pero bueno; quizás no escriba ningún libro.

En cierto sentido, creo que el mejor modo de hablar de algo bonito es no hablar de ello en absoluto.

Hace demasiado tiempo que no hablamos.

Pero en serio; me gustaría saber cómo has estado.

Me gustaría saber si has encontrado a dónde ir.

Foto de mi autoria.