Las verdades nunca han sido absolutas en la vida, se puede tener mucha razón en algo, pero en lo que a mí concierne, no existe algo como verdad absoluta o indiscutible en ninguna ciencia social, ya que todo es discutible según el cristal con que se mire.
Habiendo dicho esto, creo tener mucha razón, al decir que en Venezuela es un mito que se viva. Como mínimo se sobrevive, y ya ven, sobrevivir no es lo mismo que vivir, mucho menos vivir plenamente.
Obviamente harían falta argumentos convincentes para ilustrarles de que no es posible vivir aquí. Amigo lector, tendrá que convencerse a través de mis palabras, ya que por ahora me es imposible colocar fotos por pequeños inconvenientes diarios con el internet de que lo que digo es cierto. Como ejemplo colocare un día normal de mi vida en este desorden que llamamos Venezuela.
He empezado mi último semestre de la carrera y, como yo, algunos (por no decir todos) mis compañeros de promoción tienen por lo menos un obstáculo para poder llegar a nuestra Alma Mater. Esto se debe al tema del transporte. La universidad se encuentra en la Ciudad de Valencia, pero esta ciudad esta como el resto del país, ¿Y cómo está el resto del país? Pues compañero lector, esta sin transporte público, o al menos mermado, que es lo mismo que estar sin transporte público. Esto se debe a que existe un ligero, ligerísimo problema con los repuestos, y es que no hay; y si hay, de haber, o de encontrar, están muy caros ¿y qué tan caros pueden estar? Amigo lector, mas adelante en este escrito, le sacara usted sus propios cálculos a mis palabras.
De tener la suerte usted, de toparse con un transporte para realizar su habitual recorrido a donde sea, se encontrara con una quimera de piernas y brazos, apelmazada y amasada a punta de gritos de “ahí cabe uno más” o “pégate un poquito pa’ lla’ que hay espacio” en un solo torso en el pasillo del autobús. Todos quieren llegar a su destino, es lógico, y uno no es la excepción. Guidando como un mono de una rama, vas encaramado con dientes y brazos en el bordillo de la entrada al vehículo, eso si tienes suerte y estas de buenas para posiblemente engrosar la larga lista de datos estadísticos de fallecidos o lastimados en ese seguro puestico del armatoste.
Obviamente tendrás que ejecutar el pago del cual quien presta el servicio se hace acreedor. Es el efectivo, cash, billetes, o como queráis llamarle, la única forma de saldar tal deuda, Razón, además, por la que no pude asistir a mis respectivas clases, ya que no tengo. Si no tengo, debería de ser buscado, pero bien buscado para encontrarlo.
Me dispongo entonces desde tempranas horas a ir al banco y retirar el preciado efectivo, para poder moverme a valencia. Ya que yo no vivo allá, si no aquí, en mi pueblito, en un estado vecino a 45 minutos de aquella metrópolis. Con esto empieza lo entretenido, los numeritos. entro al banco y me encuentro con que los cajeros automáticos están como los doctores, solo consulta, no hay dinerito. Así que me adentro en la agencia para llenar una planilla de retiro, y ¿a que no adivinan cuanto es el máximo a retirar? Se los contesto rápidamente 10.000 Bsf. (Bolívares “Fuertes”) o 10.000.000 de Bolívares de los de antes. Y usted dirá, ¿y con 10.000 de bsf. no es suficiente? Espero que se sorprenda cuando le diga que medio cartón de huevos cuesta 155.000 Bolívares “fuertes”. Tuve que, con ayuda de mi progenitora sacar 10.000 bs. mas y usar un cheque para un súper bono extra de 10.000 bs. Haciendo un total “súper descomunal” de 30.000 bs en efectivo. Dan poco “cash” porque resulta y acontece (y no me lo va a creer) que los bancos no tienen efectivo, pero eso es ya otro tema.
Ya que no fui a mis clases, porque no tenía efectivo, comentándoles que de pasaje tengo que pagar 1.000 bs en efectivo si voy en el transporte de la universidad o 15.000 bs, en efectivo también, en un transporte privado si por algún extraño acontecimiento nuestro transporte universitario se accidenta. Como digo una cosa les digo otra, pero esos 30.000 Bs solo me sirven para una ida y una vuelta si tengo que irme en ese transporte privado. Parece extraño que lo máximo que te pueda dar un banco se te vaya en un solo día en transportarte.
Con el pequeño “alivio” que suponía encontrar papel moneda, me dispongo con mi mamá a buscar en el pueblo donde vivimos, lo que hubiese, llevándonos una depresión y un susto en el cuerpo al ver anaqueles vacios, y con ingredientes tan importantes para la alimentación como lo son: la salsa de tomate, algunos envases de yogurt, paquetes de orégano, ajo y comino en polvo, alguna que otra bolsa de detergente y ollas para la venta, todo lo necesario para asegurar una dieta balanceada y garantizar la seguridad alimentaria de la población.
Nos disponíamos a entrar en otro local y nos topamos con, más o menos, el mismo panorama del negocio anterior, con el añadido de vinagre y algunas pacas de sal, que si compramos. Pagándole al cajero con tarjeta, obviamente porque pocos pueden alardear de tener efectivo, vi como un tumulto de gente se agolpaba frente a las puertas de un galpón al otro lado de la calle, justo al frente del local donde nos encontrábamos, en un comercio similar. Inmediatamente las fuerzas de seguridad llegan para poner orden al desorden, mientras llegaba un camión con la preciada mercancía: harina de maíz precocidad de la marca PAN. Se disponían entonces, los soldados y los policías a dejar que la mercancía entrara al negocio, mientras muy grácil y honorablemente el oficial de turno le cobraba al dueño una generosa y muy voluntaria “donación” por la ayuda que tan gentilmente habían ofrecido los oficiales, recordándome lo pútrido que están los organismo oficiales, incluyendo a los miembros del alto muladar que nos “representa” y nos desgobierna, pero dejemos a esas personas quietas, no me gusta tocar temas escatológicos.
Nos disponemos a visitar de forma casi social los diferentes mercados del pueblo, digo casi social porque fuimos a verle las caras a los cajeros, porque de haber, no había nada y en el ultimo que visitamos si compramos algunas cositas, 1 caja de Maizina, 2 cartones de leche, 4 paquetes de azúcar y uno de café que nos costaron en total redondeado, 1.200.000 bs en un país con un sueldo mínimo de poco más de la mitad de eso, y sin comprar gran cosa.
Son pocos los números que he dado, pero solo con ellos ya uno se puede dar idea de las vicisitudes por las que pasamos los Venezolanos y la odisea total que vivimos día a día, entre otros minúsculos problemas que nos azotan. Mi “normal” día, es así para el resto de mis compatriotas.
Ya dije que las verdades no son absolutas en las ciencias sociales, pero me parece una verdad absoluta que es un mito poder vivir o sobrevivir en mi país hermoso, según mi cristal con que lo miro.
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