Cuando vi esa estrella surcar el cielo y morir, no creí que mi vida cambiaria tan drásticamente, o, mejor dicho, que lo que conocía como mi vida terminaría para dar paso a algo totalmente diferente.
Lo recuerdo con mucha claridad, miraba al cielo sentada en la esquina de una calle, con mi espalda apoyada a un farol que estaba descompuesto, la completa oscuridad de mi alrededor me permitía ver el cielo con claridad, los huecos en mis ropas dejaban entrar el aire frio de la noche. Cuando la vi pasar, sin pensarlo dos veces cerré los ojos y pedí con todas mis fuerzas que esa estrella me otorgara las fuerzas y las herramientas para mejorar la vida de los que me rodean.
Apenas unos segundos pasaron, y el viento trajo a mi lado una extraña entidad, cubierta por ropajes, no podía ver nada de su forma, de su rostro o de su cuerpo, se sentó a mi lado en aquella acera y no pude observar sus pies, aquellos trozos de tela rotos y rasgados uno sobre el otro lo cubrían tanto y eran tan oscuros que en el medio de la noche solo pude distinguir que algo tenia a mi lado.
Primeramente, me sobresalte, pero mi curiosidad pudo más, me quede tratando de ver aquello que me acompañaba a escasos metros sin lograr definir algo más de su forma.
-las formas no importan, ni las palabras son necesarias- escuche, una voz ronca y lenta al hablar, que no resonó en los alrededores, que casi sentí sonaba solo dentro de mi cabeza. Ladee mi rostro, intrigada aún más -tu pediste, yo vine a dártelo- ni siquiera podía saber si ese ser me mira o no mientras seguía escuchando su voz -podrás poner orden en el mal que se cierne sobre este mundo, pero tendrás que dejar tu vida atrás, y entregarte al servicio- su brazo se levanto y apunto hacia el frente “levántate y anda” fue lo ultimo que escuche decirle, y ya no pude percibir su presencia a mi lado.
¿Poner orden en el mal?, ¿de que demonios iba todo esto? Pero en ese momento lo recordé, recordé mas de una escena en la cual veía sin poder hacer nada como lastimaban a alguien, como violaban, mataban, robaban. Nada le daría mas sentido a mi vida que acabar con eso.
Me levante, camine hacia el frente sin saber hacia dónde iba exactamente y en apenas un parpadeo mi cuerpo fue arrollado por un automóvil. Extraño, pues vi como todo sucedió mientras yo permanecía parada en el mismo lugar.
Mi cuerpo volando por encima del carro, mi cráneo golpeando contra el asfalto al caer, las personas del carro huyendo del lugar. Vi como un hombre que pasaba por aquella calle corría hacia mi y comenzaba a gritar a su alrededor, pero ya yo no lo escuchaba. Intente mirar mis manos, estaban cubiertas por los mismos guantes de cuero, mis ropas, las mismas, pero ahora todo lo que me rodeaba parecía desasociado, ajeno.
Un pequeño dedo toco mi espalda y voltee bruscamente a ver de que se trataba, una niña, blanca como la nieve, con costuras por todo su cuerpo, cubierta por un pequeño vestido y con una sonrisa que casi desencajaba su rostro, me ofrecía una pistola, una espada en su vaina y una navaja. Empujaba los objetos hacia mi una y otra vez, intentado que los tomara, y yo por mas que cerraba y abría mi boca no escuchaba ninguna de mis palabras.
Confundida, termine por tomar los objetos y ajustarlos a mi cintura con una correa de la cual la pistola colgaba, apenas termine de asegurar los objetos contra mí y escuche un grito, una mujer, sonaba desesperada y asustada, suplicante. Mire de nuevo a la pequeña niña que trotaba sobre el mismo punto donde había estado parada y me señalaba la dirección de la voz.
Corrí en esa dirección, era mi vecindario, podría tratarse de alguien que conocía. Comencé a correr con todas las fuerzas que tenía, una cuadra mas allá vi como el piso se acercaba a mi o quizás yo a él, trate de mirarme a mi misma sin detenerme y solo pude observar un cuerpo de pelaje blanco y unas patas igual de blancas galopando rápidamente, al pasar por una tienda pude apenas ver como un lobo blanco atravesaba los vidrios, pero nada de mí. Extraño. Pero otro grito de la chica atrajo mi atención de nuevo.
Una esquina, dos saltos y me empuje hacia adelante dentro de un callejón, de nuevo en mis dos pies. Un hombre, gordo y apestando a borracho, intentaba desnudar a una chica de falda, piel bronceada y cabello largo. Intente gritarle, pero mi voz no salió. Me acerque y trate de empujarlo fuera de ella, pero era muy pesado y con uno de sus brazos me mando lejos a la entrada del callejón.
-borra el mal que te rodea- escuche de nuevo en mi cabeza, y casi podía sentir como el arma a mi costado me quemaba. La tome. Una pistola, sencilla, por el peso la sentí cargada. ¿Qué haría? ¿matarlo? ¿Quién era peor, el por violarla o yo por matarlo?
La chica ya había perdido toda la ropa de su torso y el desgraciado se desabrochaba los pantalones. La rabia me recorrió y mi mano, como guiada por otra cosa, se elevo y le acertó un tiro justo en la cabeza al imbécil. Su cuerpo cayo como saco de papas, y la chica salió huyendo por el otro lado del callejón.
Miraba el cuerpo, inerte. Lo mate, no podía creerlo. ¿Hice bien, o mal?, ¿se lo merecía? Mientras me debatía pude sentir de nuevo esas manos pequeñas sobre mi cuerpo, tirando de mí, cuando me giré a ver era esa niña pequeña blanca como la nieve intentando meterme por lo que parecían unas cortinas transparentes, al cruzarlas seguía en el mismo lugar, pero las personas que corrían hacia la escena se veían algo mas borrosas y no notaban mi presencia.
La pequeña tenia una mascara en su mano, lucia como el rostro de un lobo blanco humanizado, salto, se sujeto de mis ropas y subió por mi cuerpo hasta colocarla en mi rostro. Observe su rostro a través de la mascara y la vi sonriéndome, abrió su boca para hablar y a pesar de que la escuche un dolor agudo atravesó mi cabeza mientras sus cuerdas resonaban – No dejes que vean tu rostro-
Me arrodille al suelo tomando mi cabeza, el dolor moría poco a poco pero no dejaba de ser insoportable, mire a la pequeña, enojada, pero seguro no notaria mis gestos detrás de la máscara. Ella no paraba de sonreír.
-Ya perderás tu humanidad, Ángel de la muerte- Escuche su chillona voz de nuevo, pero esta vez sus labios no se movieron, ni el dolor atravesó mi cráneo. Me sentía mareada. No entendía de que demonios hablaba ni que estaba pasando a mi alrededor.
-Ya lo descubrirás- musito la niña mientras se daba la vuelta y comenzaba a caminar fuera del callejón con sus manos tomadas detrás de su espalda -Por ahora, Bienvenido a casa. White Wolf, sígueme-
Y pues, ¿acaso podía hacer otra cosa?
Que bonito escribes! Me gustó mucho por que aumentas la curiosidad en cada párrafo. Escribe más historias así.
Muchisimas gracias. ! Que lindo recibir un comentario positivo. Pronto publicare mas. Gracias de nuevo
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