El hotel de pintura blanca y de baranda verde quedaba al final de la costa. L se bajó del auto en el parking, mientras trasladaba las maletas a la habitación que le indicó el vigilante, respiró la brisa marina. Abrió la puerta con la llave magnética y metió su equipaje en el domicilio. Arregló su ropa en el closet de perchas vacías; miró por el amplio ventanal que daba al sur, a un lago pétreo con nubarrones de mosquitos. Luego, salió del departamento al pasillo y fumó recostado de la baranda. Había partido de la ciudad en la mañana, y ahora, veía los chispazos rojizos del atardecer. Las luces de neón verde del gigante anuncio lo llenaron de miedo y tristeza. Fumó un rato, lanzó la colilla desde un segundo piso y se fue a dormir.
Se levantó en la claridad de la madrugada. Se sentó en la salita con comedor y observó. Todo era muy blanco; sábanas blancas, paredes blancas, mesas de cristal; como si fuera un mensaje en una lengua complicada, muerta. Desayunó tostadas y café en el silencio blanco. Decidió ir a la playa que había visto camino allí, distaba de una breve caminata. Se puso una camiseta, un short y salió.
El mar se confundía con el cielo. La arena se levantaba en olas, como médanos, y esto le pareció a L lleno de una indecible belleza. Se sentó en la orilla y vio como el agua traía residuos de lejanas costas, de mares escondidos y tierras olvidadas. Se preguntó si quizás en una playa del otro costado no estaría alguien como él, pensando lo mismo. Le hubiera gustado ser el mar. Vio unas gaviotas volar bajo y cerca. Le pareció que volar sería lo mejor del mundo y las siguió con la vista perderse empequeñecidas. No había nadie en la playa, solo un bar con un letrero que decía “Vuelvo en cinco minutos”. L se sentó sobre una toalla a llevar sol y cuando fue mediodía y le quemaban los hombros, aún no había vuelto nadie.
Se estaba quitando la arena en unas oxidadas regaderas cuando vio el local abierto. Se quedó parado recibiendo el viento caliente hasta secarse y entró. Una choza baja con barra de madera negra, con sillas y mesas plasticas. Apareció una muchacha morena tras una puerta encubierta detrás de la barra, le deseó buenas tardes y con un bloc de notas le tomó la orden. Le dijo que esperara. L se sentó cerca de la costa. Las primeras semanas la muchacha se le quedaba viendo mientras comía y cuando él levantaba la vista, ella la bajaba asustada. Una vez la vio sonreír. En todo ese tiempo no entraron más clientes.
—¿Qué haces aquí?—le preguntó una vez que trajo el mismo plato de siempre: espagueti con queso.
—Nada. Solo vengo y como—respondió L.
— Sí, sí, eso lo sé. Pero ¿qué haces en este pueblo? Digo, es temporada baja, y eso. Tú no pareces ser un pescador.
—Escribo— dijo L.La vio en detalle. Su boca fruncida en confusión, sus ojos castaños claro y su pelo negro pegado a la frente por la brisa. Es muy joven, pensó.
—¿Cómo así? Aquí solo vienen pocas personas, hasta en vacaciones. Yo intento hablar con las personas que me parecen interesantes. Alguna sólo llegan y comen en silencio, y uno se sienta e intenta conversar. Pero solo la miran a uno, con unos ojos grandes, aterrorizados y llenos de tristeza. A esos no me gusta hablarles, ni acercarme mucho. Una vez hablé con un ingeniero, era un tipo alto y muy elegante. Me dijo que aquí se estaba en paz. Me dejó una propina en dólares, imagínate. ¿Tú que escribes?
Sus voces eran dos alfileres en la inmensidad blanca, se perdían junto al ruido de las rocas y el silencio caliente del salón.
—Cuentos cortos—dijo L.
La joven lo miró azorada, dejó el plato en la mesa y se quedó observando las olas romper en un parteaguas lejano. Luego, metería su mano entre su cabellera negra mientras ella se aferraba a él en la penumbra de la habitación del hotel. Se llamaba Angie. Le contaría en susurros, que vive con su madre y que le gusta el mar. Por eso no se muda como le han dicho, no pudiera vivir sin sentir. Y por qué, si L es escritor, no escribe nada. Que qué le pasa.
—¿Qué hacías antes?—preguntó después del silencio.
—Era contador en una empresa privada. Una empresa de seguros—le contesta L.
—Cuando te vi me pareciste un vagabundo. No porque lo parecieras sino que mamá dijo que tenía que abrir, que quizás eres un hombre excéntrico con dinero. Ya sabes, esos que llegan aquí preguntando por acción con niñas menores. Pero a mí me pareces un tipo solitario. ¿Cómo llegaste aquí?
—No lo sé. No lo recuerdo. Lo soñé. O creo haberlo soñado.
—¿Soñaste con este lugar?—preguntó curiosa, en tono agudo.
— Sí, solo conducí y llegué aquí.
Las noches pasaron de apacibles a una humedad molesta y pegajosa. L se levantaba y observaba la oscuridad de los habitáculos vacíos. Fumaba en silencio viendo las luces de los veleros, detrás del edificio, que llegaban del puerto. Se dejaba acariciar por la brisa y con el mundo así, encogido en la noche, se estaba bien. Se podía creer.
Esperen la segunda parte. Si ya se, estarán pensando que yo nunca cumplo mis segundas partes. Pero esta ya la tengo escrita. Me gustaría comentarios de que les pareció la historia para ir nutriéndome con comentarios y consejos. Cualquier comentario es aceptado. Saludo y gracias por leer.
Creo que no tengo muchas palabras. La naturalidad con la que escribes es maravillosa.
Me encantó.
Muchas gracias amiga. Siempre me alegra encontrarte por aquí y que te guste mi trabajo. Un abrazo.
Es bueno regresar porque me reencuentro con autores de tu calibre. Un abrazo, mi frien.
Epale bro. Que bueno tenerte por aquí. Menos val que volviste, Steemit no es lo mismo sin tus post. Éxitos por allá.
ya lo prometiste asi que estaremos pendientes de tu segunda parte! Ojala puedas apoyarme en mis dos utimos post. Saludos amigo.
Claro ya me paso por tu blog. Me alegro que te haya gustado. Un abrazo ;)
Como siempre buen relato y continuando el camino.
Gracias amigo. Me alegro que te haya gustado. Éxitos.
Muy interesante tu relato, @poesiaempirica. Detenerse en los detalles es una forma de ponerle ritmo a los textos. El tuyo es como ese paisaje que describes: sereno, limpio, pausado. Me gusta ese primer párrafo. Un misterio y una idea imprecisa de algo que ya pasó respira desde la primera línea. Ya espero la segunda parte. Un abrazo.
Muchas gracias amiga, me alegro que haya podido captar la atmósfera que quise crear. Un abrazo. Éxitos ;). Nos vemos en su blog.
Me gustó mucho hermano, me sentí en ese lugar mientras lo leía.
Espero la segunda parte. Un abrazo.
Gracias bro, me alegro que te haya gustado y te hayas sentido parte. Un abrazo ;)
Me pareció interesante. Creo que me falta la continuación para hacerme un comentario de análisis. De todos modos, me gustó el relato, los matices poéticos, la descripción. Bien hecho. Saludos. (En cuanto tenga poder de voto, paso a votar).
Muchas gracias amigo. Me alegro que te haya gustado.