Hace 15 años, en el pequeño Puerto de Oslo, a orillas del Mar del Norte en Noruega, empezaba a caer la penumbra de la noche, acompañada de una fuerte tormenta, y yacía una mujer en una cama ubicada en el centro de una habitación de aquella humilde casa. A la luz de una vela casi desgastada, daba alaridos de dolor y gritos de desesperación. A su lado, otra mujer de edad mayor, la ayudaba en su labor...Así nací yo, en una noche marcada por la tragedia, cuando mi madre producto de algunas complicaciones, no resistió y murió.
Mi padre, se encontraba en alta mar cuando todo esto sucedió y según tengo entendido, al regresar y ponerse al día con las malas nuevas, sufrió de una crisis depresiva, producto de la impotencia y culpabilidad por no haber estado con mi madre en ese momento, sin embargo, nada hubiese podido hacer. El destino, viene marcado en nuestra frente desde el momento en el que nacemos, podemos esquivarlo, tratar de ignorarlo e incluso burlarlo un tiempo, pero inevitablemente, a todos nos alcanza.
Pues bien, luego de unos seis meses, en los que la partera fue la que se hizo cargo de mi cuidado, debido al rechazo de mi padre, quien me veía como la causa de que su gran amor hubiese muerto (quizás si lo fui), el acudió en mi búsqueda, y según, como no dejaría de comentarme por muchos años más, al tenerme en sus brazos, supo que me amaba, y en mis ojos vio reflejado el retrato de mi madre, por eso y en su honor, a partir de ese día tendría un nombre: Cinthya.
Durante los primeros cinco años de mi vida, mi padre se dedicó a la pesca de orilla, así no se ausentaba por mucho tiempo de la casa y podía hacerse cargo de mí, puesto que al no tener familiares cercanos, no tenía con quien dejarme en tierra firme. Ya luego volvería a sus trabajos en alta mar, pero para entonces, ya éramos inseparables, dos seres marcados por la tragedia, con sangre en común y una especie de auto-compasión silenciosa que no se comentaba.
Así crecí yo, de barco en barco, trabajando también, limpiando los pisos y cocinando para una tripulación dominada por los hombres, sin embargo, siempre fui vista como un compañero más de aventuras, nunca ninguno de los marineros quiso propasarse conmigo, ni insinuar más allá de lo debido. Es que ni siquiera llegué a ser la "niña mimada" entre ellos, supongo que eran hombres toscos, rudos y que en medio del mar, lo más importante era mantenerse con vida y no pellizcar las mejillas de una niña.
Cuando cumplí 14 años, al Puerto llegó un hombre de naturaleza aventurera y aspecto misterioso, que se hacía llamar simplemente Sr. Smith. Se corrió la voz sobre el motivo de su llegada, estaba reclutando a hombres experimentados en las artes del mar, para su nueva expedición: ir tras los pasos de Kraken. Para los foráneos, quizás sea un motivo absurdo y hasta les arranque algunas carcajadas, pero esto no es así en Noruega.
El Kraken, es un ser mítico, que vive en nuestras aguas, para muchos marinos, es un asunto muy serio. Quienes lo han visto lo describen como "un monstruo de mar, de apariencia feroz, con unas garras grandes y anchas. Algunos lo describen como un dragón, otros como una serpiente enorme, cuyas garras se encuentran en toda su piel, e incluso muchos otros, se atreven a afirmar que se trata de un calamar gigante. Sin embargo, en lo que todos coinciden es en que se trata de un monstruo real, que vive en las cuevas de las profundidades marinas.
Mi padre acudió al llamado, obviamente yo estuve a su lado y fuimos aceptados. Llevábamos más de un año de idas y vueltas a bordo de "El Emperador", que era el mercante del Sr. Smith. Y para sorpresa de muchos incluyéndome, muchas veces estuvimos cerca de cazar al Kraken, bestia que yo particularmente no sabría cómo describir, pero la sorpresa de saber que semejante ser era real, hizo que los experimentados hombres de mar cometieran muchos errores, que el monstruo supo aprovechar para escapar. A mi padre, Jhon, muchas veces le oí decir que Kraken estaba dotado de inteligencia.
En una ocasión, Kraken nos regresó el ataque, golpeó el barco de tal manera que los marineros que se encontraban en la proa cayeron al mar, yo me encontraba en la cocina cuando sentí el estruendo, asustada corrí a ver que sucedía, fue entonces que uno de los listones que sostenía las velas logró alcanzarme en el rostro, y más aún caí al mar. Mi padre, reaccionó desesperadamente haciendo torpes intentos para sacarme del agua, cosa que finalmente logró. ¿El resultado? 12 hombres muertos, 5 heridos, entre los que me encontraba yo, con la cara desfigurada y un brazo brutalmente desgarrado.
Poco a poco, fui recuperándome física más no psicológicamente, pero no quise demostrarlo. Un día, acercándose a mí, me pidió perdón por la crianza que me había dado, pues entendía que a raíz de ello, había estado en ese barco para el ataque. Así mismo, juró que no dejaría que nada más me pasara, y cuando atracáramos en tierra firme, yo me quedaría. Pero no contamos con lo que sucedería antes de llegar al puerto.
Nos encontrábamos entonces, en Cabo Lindesnes, cuando algún marinero avistó un bulto que se aproximaba hacia nosotros, el Sr. Smith aseguró que era Kraken y dio la orden de atacarle. Algunos marineros, incluyendo a mi padre, se lanzaron al mar para llamar su atención, mientras los otros se ubicarían en la proa para atacarle con arpones.
Así sucedió, pero los intentos fueron fallidos, muchos de los hombres no lograron subir mientras que otros cayeron del barco y fueron devorados por la descomunal criatura y uno que otro murió ahogado o de hipotermia. En un instante, el mar se tiñó de rojo púrpura y sobre él flotaban los cuerpos desmembrados de los marineros. Ya la oscuridad se cernía sobre el mar, cuando recibimos un fuerte ataque, éste fue brutal.
Mi padre, tal vez vaticinando lo que se avecinaba, lanzó un pequeño bote al agua e intentó subirme en él, pero ya Kraken estaba frente a nosotros, tratando de cumplir sus promesas me tomó en sus brazos y me colocó en el bote, sin embargo cuando iba a subir (no sé muy bien que sucedió entonces), sólo sé que se hundió durante algunos segundos y luego volvió a emerger, pero entre las fauces de nuestro verdugo.
Mi padre, se encontraba con la espalda doblada hacia atrás y en su rostro, cubierto por la tétrica palidez de la muerte, me pareció que sus ojos me observaban, es más de ellos me pareció ver que se deslizaba una lágrima, aunque no puedo asegurarlo, tal vez sólo fue agua. Sólo sé que esta escena algo grotesca, la llevaré grabada en mi mente por el resto de mis días.
El ataque final fue mutuo, yo me encontraba lo suficientemente alejada del barco como para tener una perfecta visión de lo que ocurría. Un enorme arpón se clavaba en la piel de esa bestia marina, que luego de una especie de alarido chirriante, se dirigió velozmente hacia la embarcación, partiéndola en dos. Todos los marineros fueron a la parte más elevada del barco, en un esfuerzo por salvar sus vidas. Pero uno a uno, fueron muriendo ahogados o tragados por la muy real “serpiente marina”.
Del Sr. Smith no puedo decir mucho más. Sólo vi cuando cayó al mar y se sostenía de una tabla, tal vez se convirtió en cazador cazado y la bestia se lo tragó, para luego desaparecer dejando tras de sí, muerte y desolación. Yo observaba todo, confundida, asustada y desamparada.
Cuando el borde del sol comenzaba a asomarse por el horizonte, yo estaba aún tratando de buscar algún sobreviviente entre los restos de madera, pero los esfuerzos fueron en vano. Me vi sola, malherida, entre las aguas de ese inmenso océano, a merced de una bestia milenaria y poderosa que había hecho de esas aguas su hogar, su escondite, su refugio.
Ya corría la tarde, el cielo estaba extremadamente brillante y claro, una calma bochornosa aumentaba la fuerza del calor, caían unas gotas de agua sin verse la más mínima nube en el cielo. Hoy es 24 de noviembre de 1816 y yo estoy sentada aún en el centro de la barca, escribiendo estos acontecimientos en mi bitácora personal (sino fuese del mar sería un simple diario como el de cualquier chica), aquella que mi padre me regaló el día de mi cumpleaños número 14, q7ue siempre tenía conmigo, pero nunca había utilizado hasta ahora. Aunque para escribir en él, tuve que abrirlo y colocarlo al sol, para que secaran sus hojas.
Me dolió perder a mi padre, pero no lloré, ni ahora lloro, tal vez por la impresión que aún no me lo permite. Sólo sé que en el fondo, yo odiaba a mi padre, lo culpaba de la muerte de mi madre y de mi desdicha, pero a fin de cuentas, era mi padre. Nada de eso importa ya. Yo aún sigo aquí, sola en el medio del mar, tal vez me rescaten, tal vez no, pero eso tampoco me importa.
Hasta aquí llegó esta historia, hasta aquí escribo, pues se me acaba la tinta de la pluma y además, avisto a lo lejos algo blanco, por su lejanía no puedo distinguirle, quizás sea un barco, un buque o quizás…
KRAKEN
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