¡Bienvenidos a La Grande!

Apenas llegamos unos empezaron a armar las carpas, otros fueron derechito a comer y yo estaba tan muerta que me eché en el suelo a dormir “unos minuticos” bajo el sol.

Sabíamos que solo pasaríamos una noche allí, así que teníamos que sacarle provecho al día. Lo primero que hicimos aparte de comer fue ir a la orilla de la laguna que bien pudo haber sido una playa, con arena blanca y agua cristalina, amé eso de La Grande, realmente bonito, algo que no he visto en ninguna de las otras lagunas que he visitado en Los Andes.

Allí compartimos un rato, metimos los piecitos al agua y algunos hasta se lanzaron de chapuzón, pero no se confundan, esa agua es HELADA.

Aprovecho para recordarles que en estos cuerpos de agua está prohibido bañarse usando cualquier tipo de jabones, cremas, champús, etc. puesto que esto perjudica al ecosistema y eso es lo menos que deseamos cuando salimos a conocer.

Seguido decidimos continuar caminando para explorar otras lagunas cercanas, los muchachos se nos adelantaron y nosotras (Majo, Cristi y yo) lo pensamos dos veces para caminar más después de todo el cansancio acumulado.

Cristi y Majo se regresaron al campamento, pero a los minutos escuché el silbato y supe que ellos habían encontrado algo, así que saqué fuerzas de donde no habían y los alcancé.

Efectivamente habían encontrado otra laguna de gran tamaño también, que hoy por hoy sigo creyendo que se llama “los patos” pero no estoy muy segura de que así sea.

Emanuel como buen explorador continuó caminando y al rato nos llamó, ¡había conseguido otra laguna! pero esta estaba seca, creando un claro muy verde igual de atractivo, casi como sacado de una historia de fantasía.

Dato: En este Parque Nacional llamado "General Juan Pablo Peñaloza", ubicado en los páramos Batallón y La Negra, se pueden encontrar más de 100 lagunas de diferentes tamaños y formas.

De regreso encontramos una vista increíble de la laguna principal así que pasamos allí un buen rato tomando fotos y descansando, luego volvimos al sitio de camping viendo poco a poco como caía la noche sobre La Grande. Por suerte esa noche hizo menos frío, tal vez porque estábamos rodeados de montañas y no en un claro a merced del viento. Una vez más nos reunimos en mi carpa para echar cuentos y hablar sobre las leyendas que existen en torno a estos lugares.

En la mañana al salir el sol sabíamos que era hora de irnos y yo no me quería despedir, luego de volver a empacar todo en las mochilas, empezamos a alejarnos y aproveché para sacar una fotografía mental de esa ultima vista maravillosa de la laguna, de esas que se quedan grabadas en la memoria.

¿Recuerdan el celular que dejamos abandonado? ¡Apareció! Casi congelado, pero allí seguía sobre una de las piedras que habíamos usado como asiento al pararnos a descansar.

Para volver a la civilización tomamos un camino distinto, ya no tendríamos que caminar dos días, el alterno consistía en caminar por la cresta de las montañas del páramo, la vista era una cosa impresionante pero estaba muy concentrada en mantener el equilibrio como para ir tomando fotos, llegamos al tramo crítico donde la bajada era muy empinada en un terreno irregular de tierra y creo que allí quedaron los recuerdos de mis jóvenes rodillas, no las volví a ver desde entonces, ahora tengo las rodillas de una abuelita.

Terminando ese tramo llegamos a unas fincas, de vuelta en la civilización, yo creía que ya estaba por acabar pero el trayecto seguía por un camino de cemento que parecía infinito, hasta que por fin cuando mis pies ya no daban para más salimos a la carretera principal.

Allí esperamos algún tipo de transporte pero nada pasaba, esperamos tanto que a Vicente le dio tiempo de jugar un par de partidas de ajedrez con un señor que acostumbra a hacer eso con los viajeros que paran frente a su casa luego tal vez de que le compran un par de obleas.

Entre zapatos rotos, cansancio extremo y desesperanza se decidió caminar por la carretera en dirección a La Grita, a mí me pareció innecesario en el momento pero obviamente no me iba a quedar sola.

Caminamos por unas cuestas hasta que llegamos a una parada frente a un cacerío donde había una señora con su hija pequeña esperando transporte también. Increíblemente no pasó mucho desde que paramos allí antes de que pasara un Jeep y nos diera la cola a todos

Desde donde nos dejó nos dio chance de caminar frente a la Basílica del Espíritu Santo, la cual yo nunca había visto pero en ese momento había mucha gente como para ir con cámara en mano, no conocía que tan segura era la ciudad.

Llegamos al terminal y nos montamos en el primer bus con destino a San Cristóbal. El regreso fue como siempre, un grupo de locos sucios y cansados pero felices durmiendo en los asientos del fondo.

Este fue uno de los destinos regionales que más ansiaba conocer y que definitivamente dejó una impresión positiva en mí, pero no les voy a mentir, no sé si vuelva pronto, es una ruta realmente exigente, y creo que así debe permanecer, lejos del contacto constante de los humanos que tanto daño puede hacer.