Hay lugares del mundo que están llenos de historia, pero en mi experiencia no creo que otro lugar supere a Grecia. Por lo que Grecia se ha convertido en mi destino favorito y ya tuve la oportunidad de regresar. Grecia es mucho más que la Acrópolis u otros monumentos griegos, y eso hace toda la diferencia cuando visitas este hermoso país. Recorrer Atenas a fondo, es encontrarse con su cultura y sus dioses, es dedicarse de manera especial a caminar por sus calles con tal de conocer en profundidad todo lo que la capital y sus alrededores tienen que ofrecer, el poder disfrutar de su gastronomía y de sus fabulosos vinos.
Me hospedé en el Exarcado Bizantino Católico Griego, aceptando la invitación del Exarca Reverendo Archimandrita Manuel Nin, O.S.B, quien tuve la oportunidad de conocer en mi segundo viaje a Roma con motivo de la Canonización de San Juan Pablo II y San Juan XXIII. La residencia es un lugar hermoso, que esconde en sus grandes pasillos y caminerías un aire hasta de misterio y de una gran espiritualidad. La residencia está al lado de la Catedral de la Santísima Trinidad, un templo más que hermoso, impresionante por sus pinturas y su liturgia de rito católico oriental.
Mi recorrido por Atenas no puede empezar por otro sitio que no sea la Acrópolis. Literalmente, acrópolis significa parte alta de la ciudad. No te vayas a creer que los castillos en lo alto de las colinas fueron un invento de la Edad Media. Los griegos ya levantaban sus asentamientos en lugares elevados, escarpados y bien protegidos.
El crecimiento de las polis llevaba a sus habitantes a las partes bajas, y el casco antiguo, en lo alto de los montes, recibía el nombre de acrópolis. Hay mucha información de los diferentes monumentos que forman la Acrópolis, lamentablemente no están en español (pareciera que el idioma español no existe en Grecia en general), pero la tecnología nos ayuda a traducir y así pude conocer que gran parte de la Acrópolis de Atenas se construyó en el siglo V a. C. en la época de Pericles, o sea, hace más de 2.500 años. Esto me asombra aún más, de cómo no pensar en el tamaño de las construcciones, la perfección de su arquitectura, la belleza seductora de sus esculturas.
Obviando la multitud y las dificultades para adquirir las entradas (parece algo común en los monumentos de Grecia), la entrada principal de la Acrópolis llama la atención y te hace retroceder muchos años atrás. Se puede contemplar todo Atenas, lo que lleva a sentir la sensación de poder que tuvieron los antiguos griegos. El lugar es privilegiado y te hace sentir bendecido por Dios. Ya dentro del complejo principal, se pueden ver los dos elementos más reconocibles de la Acrópolis: el Erecteion y el Partenón, sus dimensiones impresionan, no sólo por su altura, sino por la belleza que transmite, la cual se entiende mucho mejor cuando conoces y aprendes sobre su construcción.
Un lugar clave de la maravilla, es el mirador, presidido por una gran bandera griega, desde donde puedes contemplar Atenas por un lado, el Templo de Zeus por otro y justo detrás el Partenón. El tiempo es inclemente y el calor también. Hay que caminar con mucho cuidado, ya que muchas de sus caminerías son realmente resbalosas, sin embargo, hay que disfrutar cada detalle de la Acrópolis.
Al terminar el recorrido queda la nostalgia que significa haber estado en este lugar tan maravilloso, dejando atrás miles de años de historia de algo que fue y en parte es, una verdadera maravilla arquitectónica, pero que ahora se queda en recuerdos y reconstrucciones…Conocer la Acrópolis te hace sentirte parte de la Historia de la Humanidad. Todavía hay muchas cosas que compartir de Grecia. . . Nos encontraremos nuevamente en las palabras.