Mi esposo llegó a mi trabajo con un gatito en brazos y una sonrisa de oreja a oreja.
Aquella semana habíamos estado aliviados porque él había encontrado trabajo después de dos semanas de búsqueda en un país cuyo mercado laboral se encontraba saturado.
Como trabajábamos cerca, mi esposo y yo solíamos comer juntos en nuestra casa para la hora del almuerzo. Ese día durante la comida me comentó, a vuelo de pájaro, que había un gatito pequeño que se había infiltrado dentro de los almacenes de la empresa donde trabajaba. Comentó que si lo veía de nuevo lo iba a llevar a casa.
El trabajaba hasta las sies de la tarde y yo hasta las ocho, y como mi trabajo quedaba camino a casa siempre pasaba a saludarme y hablar un rato. Ese día llegó a mi trabajo con un gatito en brazos y una sonrisa de oreja a oreja.
Fotografía por @josuejo
Pequeño, de pelaje gris con diseño que asemeja a un tigre, ojos grandes y redondos. Lo acaricié y se mostró tímido, casi asustado.
Quiero acotar que siempre quise tener un gato, pero por cuestiones de vivienda o dinero nunca me permití tener uno.
Una vez llegué a la casa decidimos bañarlo para sacarle la suciedad que había agarrado en la calle y le dimos un poco de comida (no muy recomendada para gatos pero era lo que teníamos de momento) para que no pasara hambre.
Esa noche le coloqué varias franelas en una caja para que durmiera tranquilamente pero el gatito, que para ese entonces ya andaba como pedro por su casa, insistía en dormir entre nosotros. Así se acomodó y ronroneó hasta dormirse.
El día siguiente lo llevamos al veterinario para que le hicieran un chequeo, nos dijeran el sexo y edad aproximada del pequeño, le pusieran sus vacunas y le dieran un desparasitante. ¡Es una niña perfectamente sana!, bueno, una hembrita, fue la palabra que usó el veterinario.
Compramos comida para gatitos cachorros y arena. Vertimos la arena sobre una cajita que tenímos en la casa y que servía perfectamente como caja de arena y, después de un día, pudo hacer sus necesidades. Era bastante aseada, en ningún momento hizo ni del uno ni del dos por allí sino hasta que le compramos la arenita.
Ya sabiendo el sexo de la gatita debatimos sobre qué nombre ponerle y mi esposo, en un momento de iluminación, dijo que le llamáramos Aurora, como una cantante que nos gusta mucho.
Al cabo de unos meses decidimos mudarnos a un nuevo departamento. Por alguna razón, temor quizás, no le mencionamos a la dueña de la existencia de Aurora sino hasta después de hecha la mudanza. Cuando lo hicimos pensábamos que se iba a molestar y nos diría que no y tendríamos que sacar todas nuestras cosas de nuevo, pero ella sólo nos instó a esterilizarla para evitar que entrara en celo.
Fotografía de @ohlisa
La historia del día que la esterilizamos puede que la deje para otro día.
Aurora es una minina juguetona, le gusta destrozar cualquier papel que ve y mordisquear cables, escalar cortinas, corretear por la habitación en las mañanas. Está loca y es un poco agresiva pero igual la amamos. Espero que pueda compartir muchos años de vida a nuestro lado.
Fotografía de @josuejo
Texto by: ohlisa