Tras pasar unos años volvieron a encontrarse y con un estrechón de manos pudieron entablar una amena conversación, la ciencia mirando fijamente a la filosofía le expresa, cuanta falta me haces, en mis noches de desolación y profundos pensamientos recuerdo tus manías, risas y esa forma especial de percibir la vida con diferentes matices. Me detengo a observar el cielo estrellado cada noche, entones me pregunto si existe una fórmula secreta para el amor. A tu lado podía interpretar mejor el mundo. Conocer y comprender diversidad de cosas. Ahora me doy cuenta que pudimos ser un gran equipo, tus brazos han sido mi refugio y mi sostén, sin ti no hay razón de ser.

Por su parte le responde la filosofía, no te puedo transformar por eso decido comprenderte y aceptarte tal como eres. Admiro de ti esa forma peculiar de entender y saber el porqué de las cosas verificarlas y experimentarlas, nunca te das por vencida, tu manera de tratar y dominar la realidad aflora en mí la motivación de buscar una explicación de los sucesos. Extraño las tardes de cafecito galletas y conversaciones formales con gran objetividad, me alejaban un poco de la rutina. Además, tu dedicación minuciosa siempre esperando un resultado impecable y esa manera especial de ser sin dar mucha importancia a las preocupaciones y la opinión de los demás.

Así finalizó aquella amena conversación y con otro estrechón de manos más allá de pensar en la reconciliación cada quién aceptó y entendió la postura de la otra y a pesar que tomaron rumbos diferentes ahora pueden entender mejor la necesidad y ayuda entre ambas partes.