No podría estar más en desacuerdo. La literatura sirve, verbi gratia, para enfrentarse con un mundo con el que no se está de acuerdo, o para burlarse de la muerte. Aquel que consigue escribir un buen libro nunca muere del todo. La literatura es, quizá, la única disciplina artística que nos permite comunicarnos directamente con los muertos, mente a mente, de la conciencia del escritor directa al hipotálamo del lector. La literatura es, quizá, el acto más sublime de rechazo pues nadie que esté conforme con el mundo pierde su tiempo en escribir. Sólo cuando se siente que hay algo enfermo en el mundo, en la sociedad, algo que no va del todo bien, se siente la necesidad de escribir algo trascendente. Así las cosas, la literatura es el vehículo del descontento, la protesta, la denuncia y, por todo ello, de la esperanza de cambio.
Por si esto fuera poco, la literatura sirve también para pasar un rato la mar de agradable leyendo una buena novela en un parque o en una cafetería.
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Me ha gustado el apunte de que la literatura nos permite comunicarnos con los muertos; o que permite a los muertos comunicarse con nosotros. Añadiría que la literatura es un acto de creación colectivo entre vivos y muertos (o vivos y otros vivos, pero es menos poético) mediante el que se completan millones de historias distintas, individuales, a partir de la misma obra.