El techo se venía sobre ellos. Escombros empezaban a caer por lo que necesitaban cubrirse sus cabezas. La pared detrás de ellos estalló en mil pedazos, y una nube de polvo hizo imposible tener visibilidad.
La parte de arriba del pequeño estacionamiento recibió otro impacto, lo que incrementó la inestabilidad de la estructura, un pedazo de concreto de dos metros cayó muy cerca del grupo, casi mató a dos soldados. Los hombres gritaban desesperados y el capitán Richard intentaba hacerse escuchar. Le ordenó a sus hombres que formaran una fila y sostuvieran el hombro de la persona delante de ellos, de esta forma, entre la poca visibilidad y el caos, podrían guiarse unos a otros hasta la salida, la cual se encontraba a unos quince metros.
La movilización era lenta, debían cubrir sus rostros con algo o se asfixiarían con el polvo, debían estar atentos a los escombros que caían del techo. Disponían de poco tiempo antes de que todo se viniera abajo. Ya iban por mitad de camino cuando en un intervalo de silencio escuchó un grito de auxilio. Venía justo detrás de ellos. ¡Se dio cuenta de que no había contado hombres!
Otro impacto hizo retumbar la estructura.
Inmediatamente el capitán rompió fila y le dijo al soldado detrás de él que siguiera hasta la salida. Uno a uno, Richard fue contando a sus hombres tocando sus brazos. Contó seis, ¡faltaba uno! El grito de auxilio era real, provenía de una de sus hombres. Sin pensarlo dos veces corrió hacia la voz.
Uno de sus hombres lo necesitaba y él se aseguraría de que regresara a casa.
Un disparo se escuchó y un segundo después parte del muro a su derecha ¡estalló en pedazo!, pequeñas esquirlas lo golpearon pero él no disminuyó el paso. El polvo se le metía en los ojos, le costaba mantenerlos abiertos.
Tropezó con algo y cayó al suelo. Soltó una maldición. Pero lo que le hizo perder el equilibrio no fue un pedazo de escombro, por lo que tanteó el suelo, sus manos tocaron un arma, pudo distinguirla un poco, era uno de los rifles que él y su equipo llevaban.
El techo se agrietaba más y más.
Algo agarró su brazo, y el capitán dio un respingo. Al voltearse vio un rostro joven y empalidecido, ¡Turner! Del escuadrón era el soldado más joven, sin embargo, eso no le evitaba ser valiente y acatar órdenes con absoluta disciplina. El joven estaba tirado en el suelo. El capitán pudo verlo en sus ojos, estaba asustado. Tenía algunos escombros encima y lo ayudó a quitárselos.
Le gritó que se moviera. El soldado negó con la cabeza y miró su brazo izquierdo. Al seguirle la mirada el capitán tragó saliva. La mitad del brazo de Turner estaba aplastado por grandes pedazos de escombros.
Le sería imposible remover algo tan pesado.
Buscó alguna cosa con la cual pudiera hacer palanca, debía al menos intentarlo. Su vista se clavó en un gran agujero que se hizo en la pared, y al dar un vistazo afuera, finalmente sintió temor. Vio a un demonio de metal. El tanque que creyeron haber perdido la noche anterior los había encontrado. Habían estado tan cansados, que cuando encontraron el estacionamiento lo primero que hicieron fue reposar para recuperar energías, algunos hombres se quedaron dormidos, él y dos más hicieron un gran esfuerzo para turnarse y hacer guardia. Desesperadamente contactaron con los otros escuadrones, pero no tendrían asistencia inmediata. Debían rogar porque el tanque no los encontrara. Pero el agotamiento fue tanto que aún no estaban del todo alerta.
El primer cañonazo los tomó desprevenidos, se culpó por eso, de haber estado más atento hubiera escuchado el tanque. Ahora uno de sus hombres estaba atrapado.
Esos sádicos, seguro optaron por sepultarlos vivos en lugar de simplemente tomarlos como prisioneros de guerra.
A su alrededor no había nada que pudiera ayudarlo a remover los escombros, y debía pensar en algo rápido. Llevó su mano a su espalda y sacó algo que hizo que Turner temblará de miedo. Richard apretó la empuñadura del machete, no podía creer en lo que estaba pensando.
El cañón del tanque disparó una vez más.
Richard miró al soldado a los ojos, la mano que sostenía el machete temblaba. Ambos tenían miedo. Fue Turner quien tomó aire y armándose de valor asintió. El entregó al soldado un cartucho de balas para que mordiera.
Tomó aire y lo soltó. Alzó la afilada arma en el aire y con todas sus fuerzas la dejó caer.
A pesar de estar mordiendo algo el grito ahogado de Turner pudo hacerse escuchar entre el caos. Pero aún no estaba liberado, antes de que tuviera tiempo de penar y arrepentirse el capitán asestó otro golpe. Turner grito con aún más agonía, ¡pero ya era libre!
Richard lo ayudó a levantarse y pasó su brazo alrededor de su cuello para que tuviera donde apoyarse. La herida no dejaba de sangrar, ¡debían apresurarse! Su estómago se revolvió, sentía que iba a vomitar, sintió el sabor de la bilis en su boca.
Avanzaron a paso torpe, Turner no dejaba de sollozar de dolor. El capitán sabía que había tomado una decisión extremadamente difícil, y de no ser porque el soldado tuvo el valor de aceptarla, él no lo hubiera hecho.
El techo colapsó justo donde habían estado. La estructura se hacía añicos, la planta de arriba se venía abajo. Un pedazo de concreto cayó sobre su hombro, enseguida le estalló de dolor, pero no se detuvo, si lo hacía eso significaría la muerte de ambos. Todo se derrumbaba. La estructura rugía como la boca de un animal que estaba a punto de devorarlos. A pocos metros estaba la salida...sólo un poco más. Podía ver los rayos del sol del exterior.
Quedaban apenas un par de metros. Sintió que algo cayó sobre su cabeza con una fuerza increíble. Se tumbó de rodillas y luego se desplomó, su visión se tornó borrosa, intentó avanzar más pero no pudo. Había estado tan cerca, y ahora los dos iban a morir, mentalmente se disculpó con Turner por no poder haberlo salvado.
Todo se volvió negro.
Ese día, el capitán Richard Green cayó en estado de coma, inducido por un gran pedazo de concreto que golpeó su cabeza. Su escuadrón lo encontró junto con el soldado Ross Turner mientras se abrían paso para salir de un estacionamiento que se derrumbaba, a consecuencia del fuego de cañón de un tanque. Recibieron apoyo por parte de los otros escuadrones que estaba repartidos en el pueblo. El tanque fue abatido junto con los soldados enemigos que lo acompañaban.
Turner fue inmediatamente trasportado a la base para ser atendido en la enfermería.
El precio que el capitán tuvo que pagar para mantener a cada uno de sus hombres con vida fue caro, su escuadrón jamás olvidaría lo que hizo, mucho menos el joven Turner, quien ahora se encontraba de baja y estaba camino a casa. No le guardaba rencor a su capitán por lo que hizo, de hecho le agradecía por darle una segunda oportunidad.
Hacía un año que se había ido, y de vuelta en casa, su esposa lo esperaba con un bebé en brazos.
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que desesperación jaja, mientras leia sentia la desesperacion. y si eso fue lo que impacto en mí esta lectura, significa que fue buena. espero leer mas cosas tuyas niklaus22
Oh por dios! Esto esta increíble! Me gusto mucho. Te felicito! Ya me dejaste enganchada.