Abrí mis ojos y todo lo que pude ver fue un enorme remolino de nubes violetas girando en sentido contrario a las agujas del reloj. Dentro del remolino solo había una negrura vacía, en la que pequeños puntos blancos parecían palpitar.
Me reincorporé. La vista que tuve no era nada favorable. A mi alrededor no había más que un bosque de árboles muertos. Los trocos estaban secos y desnudos, la corteza parecía marchita y resquebrajada. El aire era denso y húmedo. Y la única luz era la leve luminiscencia que emitían las nubes violetas.
Pero esto no era lo peor.
Entre el bosque figuras grises se movían a un ritmo lento y pesado. Estas parecían tener una forma humana, pero era muy difícil saberlo.
Me miré. Estaba vestido con una franela y unos pantalones jeans. Lo único fuera de lo común, era una especie de arnés que tenía alrededor de mi cintura. Lo recorrí con mi mano y encontré una cuerda enganchada a este, media apenas unos treinta centímetros, estaba rota.
Alcé mi vista al cielo, directo al remolino. Estaba justo debajo de él. Luego miré el arnés roto… ¿Cómo diablos llegué a parar aquí? Por más que lo intentaba no podía recordarlo. Sin embargo, el esfuerzo resultaba doloroso, imágenes venían a mí como flashes, pero tan rápido que no podía darles sentido, solo estaba logrando darme un dolor de cabeza.
También pude notar que estaba demasiado tranquilo para no saber dónde estoy. De hecho, no tenía idea de nada.
La humedad del aire comenzó a picar en mi nariz me la froté esperando a que pasara, pero solo logré estornudar. Esto hizo un eco entre los árboles.
De repente, las figuras grises de detuvieron.
Oh…
Todas se voltearon a verme.
…mierda.
La duda de que parecían humanas fue aclarada. Solo eran figuras humanoides con grandes y redondos ojos amarrillos, como dos focos. Eran al menos una docena de esas cosas, y todas me estaban mirando. De repente, abrieron sus bocas. Quiero decir, LAS abrieron…más de diez centímetros. Comenzaron a emitir un aullido agudo que me penetró los tímpanos.
Olvídense de la tranquilidad, ya estaba asustado. Me puse de pie para correr, esas cosas se acercaban, rodeándome.
De la nada, escuché unos pasos detrás de mí. Mi visión se tornó turbia y algo me agarró de la muñeca como una tenaza, y me jaló en su dirección. Todo ocurrió tan rápido y fui llevado con tanta fuerza que no tuve tiempo de oponerme.
Avanzamos por el bosque, pasamos a las extrañas figuras, corrimos unas decenas de metros. No era capaz de ver bien quien me jalaba, era como tener una bolsa en la cabeza que no me podía quitar. Por alguna razón no entré en pánico, seguí el paso de quien sea que me llevaba sin problemas.
Nos detuvimos.
Lo que sea que me turbaba la vista fue removido. Seguíamos en el bosque de árboles muertos, pero algo había cambiado. Estábamos en lo que parecía un círculo de piedras que tenían extrañas runas talladas. Cuando miré a quien me trajo hasta aquí, al menos veinte preguntas nuevas me surgieron.
No era humano. Era una especie de lobo bípedo, pero de estatura mediana. Sus orejas estaban hacia abajo, y alrededor de los ojos tenía dos grandes anillos de color gris, lo que hacía contraste con su pelaje blanco. Llevaba una rara vestimenta, parecía una especie de bata japonesa de seda morada con algunos estampados, no lograba bien recordar el nombre.
Si estaba drogado, iba a matar a Johan… Espera, ¿quién es Johan? Más imágenes parpadearon en mi mente. Más jaqueca. Me llevé la mano a la cabeza, esta fue peor que la primera.
El lobo bípedo me miró.
Movió sus manos y en lenguaje de señas me preguntó:
–¿Dolores de cabeza?
–Sí. –le respondí.
Espera, ¿cómo es que entendí lo que dijo? Yo no hablo lenguaje de señ… ¿Cómo es que le pude responder?
–¿Qué diablos está pasando? –le exigí saber casi agitando las manos.
–Caíste –señaló mi arnés–. La influencia de este lugar te hizo perder la memoria, los recuerdos intentarán volver, en vano, solo para causar dolor. Recuperarás tu memoria cuando salgas de aquí.
–¿Y qué es este lugar?
–El plano espiritual.
–¿Por qué vine aquí?
–Me estabas ayudando. Las cosas salieron mal. Lo siento.
No pude seguir hablando. Mi mente daba vueltas y sentía que me mareaba. Algo me dice que suelo meterme en problemas, pero esta vez sí que estaba en tremendo lío.
–Ayudándome podrás regresar –dijo–. Necesitamos ir a un lugar seguro. El bosque no es lugar para ti.
Antes de que pudiera hacer un comentario sarcástico por su acertada revelación, algo aulló a los lejos. Pero este no era como el de las figuras, era más grave, más sobrenatural, y lo que sea que lo producía, era bastante grande.
–Debemos irnos ya. El manto que te pondré cubrirá tu visión, lo que te protegerá más.
Nuevamente mi vista volvió a ponerse turbia. El lobo bípedo, que al parecer estoy ayudando, me agarró de la muñeca. Nos desplazamos por el suelo de bosque, lejos de lo que sea que produjo ese aullido y directo a un lugar seguro.
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Espero que esto tenga una continuación, porque quiero saber más.