Luego de pocos siglos de despilfarro, no solo todo el argón 3, materia prima para la obtención de combustible para naves espaciales, había sido consumido en su totalidad, sino que todos los demás recursos naturales del planeta rojo estaban acabados.

En ese entonces surgió un líder guerrero que arrastró a toda su gente en una cruzada de conquista. Con una gran agresividad, los rojos se apoderaron de un planeta que también contaba con el costoso combustible. A partir de este acto, varios planetas humanos se enfrentaron al agresor, pero uno a uno fueron cayendo en las garras de los terribles invasores.

SINDOR 7, Es un planeta humano cercano a Samarkanda. En el siglo XXVII, este era un mundo industrial. Inmensas factorías producían todo tipo de productos manufacturados para el uso del público consumidor. Allí había sobre todo grandes fábricas de productos médicos donde se elaboraba sobre todo, una gran variedad de implantes cibernéticos para prolongar la vida de las personas, hasta yo tengo un par de ellos. Grandes riquezas se movían a diario en su sistema de comercio y sus habitantes vivían muy cómodamente en gigantescas ciudades llenas de alta tecnología.

Primero los agresores atacaron la luna Rengiold, un mundo minero perteneciente al cuarto planeta del sistema estelar Tarfanix, ubicado en la cercanías de Sindor 7 y donde se extraía una gran cantidad de minerales y materiales utilizados en las industrias de los sindorianos. Sin dar una muestra previa que delatara sus intenciones, una gran oleada de guerreros rojos llegó al satélite y se apoderó de él.

En la capital de Sindor 7, los monarcas del planeta vivían plácidamente una vida de falsedades, ellos eran benévolos, pero muy corruptos y no se ocuparon para nada del peligro que se les venía encima. Tal ves por un exceso de confianza, por saberse poseedores de una tecnología muy avanzada, tomaron a la ligera el peligro que se les avecinaba.

El planeta tenía una gran población concentrada en gigantescas ciudades donde numerosos pueblos humanos y no humanos, convivían en armonía y prosperaban dedicándose a la industria y al comercio. Todos disfrutaban del esplendor del desarrollo tecnológico avasallante del planeta.

Hasta que llegaron los ejércitos rojos. Ellos atacaron el planeta destruyendo varias de sus grandes ciudades Sin ningún tipo de misericordia, masacraron a los pacíficos e industriosos habitantes de ese reino.

Luego, sin perder tiempo, los invasores llegaron hasta la capital, donde estaba el palacio de la corte real. De una gran flota de naves descendió un gran ejército que tomó las hermosas edificaciones donde vivían los dirigentes y sus cortesanos a quienes masacraron sin piedad alguna.

Así cayó este rico y floreciente reino en las manos de los conquistadores del planeta rojo. Mientras sucedía esto, en Samarkanda seguía la tranquila y natural vida a la cual estábamos acostumbrados.

En una próxima entrega les relataré, mis amigos, como fue que un sinnúmero de mundos humanos y no humanos, hicieron para resistir el cruel castigo y liberarse de la amenaza de estos invasores.

Las ilustraciones de este post fueron hechas por mi esposo, Alejandro Parra Pinto