Yo lo siento. La mejor manera de definirme es esa: Lo siento. Cualquier cosa que alguna persona puede llegar a sentir soy capaz de sentirlo. Lo que has sentido seguro ya lo pasé, lo estoy pasando o podría pasarlo.
No recuerdo cuando fue la última vez que me sentí así. Las circunstancias, las heridas, los impulsos, la terquedad, el orgullo o... lo que sea que te invita a tomar decisiones... o no. Me tomo el tiempo de escribirlo aunque no creo que tenga algún propósito real.
Estaba por escribir mis intenciones pero ¿De algo vale?. Estoy perdida. Nunca había estado más confundida en mi vida. En realidad se por donde debo caminar, se que hacer y eso es lo que me asusta. Huir, considero, es más sencillo.
Siempre pedí lo mismo, no recuerdo haber pedido algo distinto. ¿Tengo lo que quiero?
Podría intentar lo mismo una y otra vez sin lograrlo. Podría mejorar, ser muy buena, ser capaz y aún así no lograrlo. Podría no merecer nada y tenerlo todo. No entiendo nada de lo que está pasando. Quiero seguir y quiero parar. Desearía nunca haber comenzado pero aún así no puedo irme sin terminar. No me gusta dejar las cosas por la mitad.
Una vez aprendí un fragmento de un poema de Ruben Darío, nunca lo olvidé. Lo atractivo del poema es que surge una interrogante en medio de el:
Yo supe de dolor desde mi infancia;
mi juventud... ¿fue juventud la mía?
sus rosas aún me dejan su fragancia,
una fragancia de melancolía.
Compartiré una historia que solo he compartido con la persona con que voy a pasar el resto de mi vida:
Cuando era pequeña una vez fui acusada de algo que no había hecho. A los 11 años ningún hecho parece relevante hasta que te das cuenta que definió quien eras. Jugaba fútbol, no era buena, solo era lo suficientemente capaz. Me gustaba sentirme parte de algo. No necesitaba ser la mejor solo me gustaba ser parte de un equipo. Siempre he sido como mi nombre me define: La más brillante. Esto no es necesariamente bueno. Ese día perdimos. Nos esforzamos, en realidad ganamos pero los puntos, los goles, nada fue suficiente. ¡Estaba devastada! Caminaba derrotada mientras había un dedo señalándome, cruzando la barrera del tacto. Mi primera reacción fue solo gritarle que me dejara en paz mientras apartaba sus manos de mi cuerpo y eso fue todo... No fue necesario audiencia, juez, jurado o abogado. Todo era mi culpa, tenía que serlo.
Ahí estaba frente al salón, expuesta mientras todos me señalaban, todos hablaban de la terrible persona que era. Todos hablaban. Lo hacían al mismo tiempo pero aún recuerdo todas sus palabras como que si las hubiesen dicho de manera clara a mis oídos. Tenía solo 11 años y ya me había dado cuenta que la lealtad básicamente era inexistente. No existía un fin específico en dañarme, solo era divertido comentar sobre lo que había pasado (aunque ninguno había estado presente) mientras escupían mi corazón.
Entonces mi vida de ahí en adelante fue lo mismo. Ese cuadro se ha repetido decenas de veces, confirmando una y otra vez que no estaba equivocada. Los niños, los jóvenes, los adultos, los recuerdos, todos eran malos.
De hacer lo anterior solo serías como el resto de mi salón que hablan entre ellos pero no me hablaban a mi, de pensar así solo serías como el resto que quiero obligarte a "madurar" y a "superarlo".