A finales de los años 70, cuando los televisores de la mayoria de las personas que vivían en Lárgan eran en blanco y negro, una barriada humilde de clase baja, ubicada en la comunidad autonómica de Mámadas, en el país de Ñordón. Una mañana soleada con rayos deslumbrantes, cielo totalmente despejado y gorriones con ramitas de olivo sobrevolando la ventana de una habitación de hospital, los cuales aguraban la buena nueva del nacimiento de Nián, como si del cuento de Bambi se tratara, los gorriones iban dando la noticia, ¡pio pio, pio pio!, todos los vecinos fueron a ver al niño como si de los animalitos del bosque del nombrado cuento se tratara, todos exclamaban: ¡ha nacido el niño de Jergús!, ¡por fin salió!. Niàn sabía ya demasiado sin haber nacido todavía, pues aguantó todo lo posible dentro de su mamá, presentía acontencimientos hostiles y agresivos. Como si de una presa recién despachada por un cazador, lo sacàron del refugio calentito para hacerle pasar frío y cogerlo del tobillo de su pierna derecha, ponerlo boca-abajo y darle ostias en los cachetes para hacerle aprender tres letras del abecedario sin clases previas, a pelo, sin excrúpulo alguno, era imprescindible que aprendiera las letras W, I, A, Nián lo venía presintiendo, ya apuntaba maneras para esa faceta extraensorial de percepción del mal, como si de un tal Íker Jimènez se tratara.
El pobre niño, empezó ya con mala fortuna, recibiendo malos tratos por un desconocido que llevaba una bata blanca, de mal aliento, con mascarilla y manos de goma llenas de sangre, fuè un sufrimiento corto pero que lo marcó para los siguientes años de su vida.
Pasó el primer año y medio como si hubiese sido un sueñecito muy corto, ¡menos mal!, ya sabía medio caminar, pero se le daba mejor escalar, tenía un gran afàn por salir del parque,( parque, lugar donde abandonaban al niño con una botella de plástico duro llena de agua y al final una gomita con un minúsculo boquetito, que cuando le entraba sed, tenía que morder sin dientes para que salieran algunas gotas, después claro, de haber repetido los mismos movimientos 500 veces e intentar meter los dedos entre miles de boquetes minúsculos que tenia la tela que servía de barrera intraspasable que permitía a su madre tenerlo controlado durante 4 o 5 horas, hasta que llegaba su padre arto de trabajar al medio día), entonces, la madre sacaba al nene del parque y le decía a su marido: - ¡toma, ahí tienes a tu hijito Nián!, ¡anda!, ¡cámbialo que se acaba de cagar!, (cuando el niño había largado el gruño 3 horas antes y ya la transformación de sòlido a liquido se había realizado con éxito), Nián en manos de su padre empezaba a gritar las letras W, I, A, ¡WIAWIAWIA!, cual berraco veía venir al matarife, tenía la capacidad de adivinar que el culo le dolería por unas horas, su padre no estaba muy lucho en ese tema. Transcurrió alrededor de casi un año, Nián, aprendió a andar como los monos, saltando de sofá en sofá, del sofá a una silla y asi empezó a desarrollar sus habilidades de super atleta en el salón de su casa y la sala de estar, como si fuera Tarzán, hizo de casa su jungla particular, tenía una pantera, un perro que para él era igual de grande, con colmillos y zarpas al igual que el cuento del Libro de la selva, con la diferencia de que era un doberman y se llamaba Pipín.(continuará)
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