Fotografía de Fernando Llano. Associated Press.
Ver a un ciego caminando por la calle con un bastón en la mano puede provocar muchos sentimientos, menos celos. Duele ver como un ser se enfrenta al mundo sin poder disfrutar de ninguna apariencia: seguramente nadie quisiera estar en sus zapatos, o en sus ojos. Pero quizás en más de una oportunidad se le podría envidiar. Cuando se anda por la ciudad y se ve a dos niños durmiendo en una caja, a una adolescente embarazada, o a un policía llevándose preso a un delincuente. La vida actual produce imágenes terribles. A veces provoca padecer de ceguera.
Venezuela es hoy un país exportador de imágenes que hacen querer ser ciego. La fotografía de Ronaldo Schemidt que muestra al manifestante corriendo en llamas imposibilita el sueño (y por eso le valió el Word Press Photo). La de Fernando Llano que muestra a Hans Wairich desnudo, con una Biblia en la mano y una jauría de Guardias Nacionales detrás, es grotescamente hermosa. Pese al dolor que generan, ambas hacen sentir el milagro de la vista, de sus poderes, son capaces de contener esta época, se han rebelado contra la mera función informativa, contra el olvido, contra la dictadura. Son capturas del pasado que seguirán vigentes en el futuro.
Nuestra vida se cuenta con imágenes, depende de ellas. Igual que las palabras, tienen poder sobre las emociones. Aunque algunos crean que la fotografía es solo una actividad de registro, nada más documental, y pretendan darle una lectura desde un punto de vista únicamente racional, negar su capacidad para despertar sentimientos resulta imposible. Se piensan y se sienten al verse y, también, al hacerse. Aún naciendo de la intención periodística, jamás abandonan la capacidad poética.
Como bien se sabe, el periodismo, al menos en su concepción más clásica, se centra y fundamenta en los hechos verídicos, por lo que permitirse una intención poética –que también se centre en las emociones – puede contaminar de subjetividad el trabajo. Es del grupo de disciplinas que buscan fundamentarse en la objetividad, como la ciencia, que busca explorar el funcionamiento de la naturaleza y sus leyes, o la filosofía, que pretende encontrar respuestas a través de la reflexión lógica del mundo desde la perspectiva humana. El poder de la poiesis en las emociones fácilmente adormece la capacidad racional, es por eso que Platón expulsó a los poetas de su República ideal. Entonces… ¿no debería tener que expulsar también a los fotógrafos?
Fotografía de Ronaldo Schemidt. Ganadora del World Press Photo.(AFP).
El documento contra la poesía
Ver racionalmente el contenido de una foto, estudiarlo, usarlo como fuente de información, es lo que Roland Barthes llama en su ensayo La Cámara Lúcida el studium. Puede generar placer, pero no advenimiento. Esto último, dice el semiólogo francés, se produce al ver el punctum, una conexión con la imagen que provoca fascinación, que despierta nuestras pasiones. Aunque él considera que este elemento no se encuentra en la fotografía que se realiza conscientemente, y que el fotógrafo no lo detecta a la hora de hacer la toma, la historia parece decir lo contrario.
Para el periodista, la cámara es una herramienta de trabajo, y para el artista visual, también. Aunque haya un conflicto entre ambas intenciones, realmente tienden a tocarse. Uno de los retratos más trascendentes de la historia de su género es La niña afgana, de Steve McCurry, aquella fotografía de la menor de edad que mira fijamente al lente, cuyas tonalidades enloquecen, y cuyo espíritu se siente. Logró el punctum. Lo documental no quita lo poético, aunque, claro, son intenciones diferentes. La perspectiva objetiva no tiene porque anular la subjetiva.
Niña afgana. Fotografía de Steve McCurry. National Geographic
Todo acto poético pretende hablar a través de la belleza, entendiendo esta en un sentido amplio, que incluya lo grotesco y lo sublime. Por otro lado, todo acto documental pretende mostrar las cosas tal y como son, sin interpretaciones ni preferencias, es una actividad comprometida con la fidelidad a la realidad. Sin embargo, es ingenuo pensar que eso es posible. De una u otra manera, la subjetividad siempre se presenta, puede variar en intensidad, pero no desaparecer.
El ejemplo de McCurry es emblemático: en el 2016 se desató una gran polémica por una acusación de intervención en sus fotografías. Desde el punto de vista periodístico es grave, pero desde el punto de vista artístico, no. Basta con chequear su portafolio para evaluar qué busca con sus fotos. Toda su obra está dotada de una estética única, con una riqueza de color extraordinaria, y un gran manejo de las normas de composición. Si algo llama la atención de su portafolio, es que pese a tener una intención documental, género del cual es un exponente mayor gracias a su trayectoria con National Geographic, su estilo es inconfundible. Aunque ciertamente un reportero gráfico no debe mentir, y en parte tienen sentido las críticas que se le han hecho, es ingenuo pensar que su trabajo debe carecer de elementos poéticos por estar afiliado a dicha vertiente.
¿Debe ser poética una foto documental?
El hombre es un animal tanto sentimental como racional, y todo lo que produzca nace de ambas facetas. Sin embargo, la lucha entre el pensamiento poético contra el únicamente lógico es un tema que ha dado de que hablar en el pasado. Ya en los años treinta María Zambrano había explorado el tópico en su libro Filosofía y Poesía, clásico de la estética en lengua española. En el mismo, comenta que quien se dedica a la filosofía busca una verdad, se vale de la razón, intenta silenciar sus pasiones personales para encontrar una unidad a este complicado mundo, una comprensión que le dé un sentido al Todo. Aunque no de la misma forma, tanto el periodista como el científico tienen un compromiso con la objetividad, igual que el pensador.
Pese a la idea de que la fotografía es la disciplina de la objetividad, difícilmente ésta tendrá impacto sin el elemento poético, lo cual no quiere decir que tenga que mentir acerca de la realidad. Nace de los ojos humanos, los cuales siempre tienen una visión selectiva y arbitraria. Siempre. El genio Cartier-Bresson lo expresó con su ley de “el instante decisivo”. La búsqueda implacable de aquel momento preciso en el que el orden del mundo muestra una sola imagen con un poder extraordinario, una que lo resuma todo desde el punto de vista de quien la captura, como en su famosa toma del hombre saltando el charco. Se escoge uno entre todos los demás, la mayoría de las veces, el más impactante.
El lenguaje del fotógrafo no es el de las palabras y, aun así, es semejante al del poeta. Como diría Zambrano en el tercer capítulo de su libro: “la poesía se aferra al instante y no admite la esperanza, el consuelo de la razón (…) la poesía es la voz de la desesperación, de la melancolía y del amor a lo pasajero que no se quiere consolar de perderlo y de perderse. Por eso se embriaga”. Hacer una toma, una instantánea, es proyectar un momento presente hacia el futuro, es alejarlo del olvido. Y quien tenga la cámara decide cual será ese momento.
La captura de los instantes tiene poder. La icónica fotografía de una pequeña muriendo de desnutrición con un buitre observándola le valió al sudafricano Kevin Carter el Pulitzer en 1994, pero a cambio de un alto precio. Esa foto se había hecho en Sudán el año anterior, y toda la opinión pública se lanzó contra su autor llamándolo insensible por no haberse detenido a ayudarla. Con el tiempo se comprobó que realmente no era esa la situación: era un varón, no una niña, se llamaba Konh Nyong; estaba siendo atendido por la ONU, como lo demostraba su pulsera; no estaba falleciendo, estaba defecando; y el ave solamente estaba viendo la zona, no tenía intención de ir tras de él. Pero ya era tarde para el fotógrafo. Poco después se suicidó al ser incapaz de soportar los sentimientos de culpa infligidos por las críticas (entre otros motivos). Literalmente, se aferró a un instante, lo cual le costó la vida.
Actualmente se sabe que Carter solía consumir drogas para ver el mundo de forma más fría, debido a su trabajo como reportero gráfico de guerra. Entendible, pero irónico. La fotografía es una actividad que depende de la sensibilidad, la cual podía acabar con él. Y efectivamente, eso hizo. Por eso es que las imágenes son tan poderosas, porque las emociones humanas se visualizan perfectamente, activan las fibras que nos hacen unirnos como personas. Inspiran pasión, como también locura.
Hoy en día, la fotografía se ha convertido en una herramienta básica para la supervivencia del hombre. Transporta a otras épocas, sirve de memoria, muestra la realidad y hace dudar de ella, en general, puede adoptar un discurso tan flexible como el mundo al cual captura. Como la imaginación humana.Pero ante todo, la fotografía, en su búsqueda del dominio del tiempo y de la identidad, nos conecta como humanos, nos acerca. Todos los motivos que existen para sentir envidia de los ciegos pueden plasmarse en fotos, están allí para no ignorarse, porque son la parte dolorosa de la realidad. Las hambrunas, las guerras y la ignorancia no deberían existir, pero es un acto de valentía asumir su presencia en el mundo y sensibilizar a los demás al respecto. Como escribió María Zambrano:
“Solo en el amor, en la absoluta entrega, sin reserva alguna, sin que quede nada para sí. La poesía es un abrirse del ser hacia dentro y hacia afuera al mismo tiempo. Es un oír en el silencio y un ver en la oscuridad…un encontrarse entero por haberse enteramente dado”.
En el infinito de imágenes del siglo XXI, solo trascienden las que más impactan sobre los sentimientos, aunque no esté escrito, es ese el criterio de calidad. No se niega que existan personas que se aprovechen del dolor ajeno para explotarlo, pero cuando es así, se nota. El punto es que la fotografía permite ir más allá de la información, no solo cuenta lo que ocurre en un lugar, también permite conectarse con las emociones de quienes están ahí. Una foto llega al cerebro más rápido que un texto, y puede conmoverlo de forma más veloz.
Sin los fotógrafos que se atreven a retratar el horror, y de hacerlo con su toque poético, con su estilo y sensibilidad, muy probamente las tragedias de este mundo serían solo palabras para la mayoría, narraciones de sitios lejanos que en nada lo involucran a uno. Habría que preguntarse qué sería de Venezuela actualmente sin ellos, que tanta atención le prestaría el resto del globo al inmenso cúmulo de desgracias que la revolución le ha traído. Si no existieran las cámaras, ¿este país estaría solo en su lucha? De forma silenciosa, estas colaboran.
El poder de una foto es inmenso, por ende, la fotografía ocupa un lugar central en la vida de hoy. En el orden natural del mundo globalizado éstas nos informan, pero también nos hablan de la situación de las personas y de sus sentimientos, obligan a ver todas las cosas que hacen desear volverse ciego. La poética de una captura convierte los instantes pasajeros en imágenes inmortales, universales; sin ellas, probablemente estaríamos más solos. No sabríamos del otro, no lo sentiríamos.
Este artículo fue publicado originalmente el 30 de mayo del 2018 en el portal web venezolano Revista Ojo. La autoría y propiedad intelectual me pertenecen a mí, por ende, todo lo referente a la reproducción y difusión del mismo cae en mi derecho y responsabilidad.
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Mil gracias, La Colmena. Que una cuenta de su prestigio me hiciera la curación es un honor indescriptible.
Qué fascinante, durante mucho tiempo creí que aquello del periodismo y la fotografía eran oficios meramente informativos sin capacidad de profundizar y conmover como lo hiciera cualquier otro oficio artístico. Supongo que por más objetivo que se intente ser, es imposible desprender nuestra visión más personal de la realidad e imprimir en aquellas cosas que retratamos parte de nuestra sensibilidad.
Excelente acercamiento a la poética del fotoperiodismo, esta es sin dudas la aproximación poética más inesperada que haya leído en la semana jajaja, voy a dedicarle un fin a explorar un poco más el tema. :)
Gracias, mi pana.
Ese tema está tratado magistralmente en "El beso de Judas: Fotografía y Verdad" de Joan Fontcuberta. Lo que pasa es que no lo cite porque a él lo tengo pendiente para las próximas entregas. Del mismo modo, hay cantidad de bibliografía sobre el tema, como "La cámara lúcida" de Roland Barthes, o "Sobre la Fotografía"de Susan Sontag.
No te creas, así como un texto puede ser únicamente informátivo, también puede serlo una foto. Hay imágenes que no dicen nada, que solo son un registro y ya. Pero hay otras que no. No obstante, el fotoperiodismo tiene mucho de poético, como lo he expuesto aquí.
De hecho, tiene varios géneros. El publicitario es uno, que incluye muchos subgéneros dentro de sí. También existen fotógrafos que son de vertiente totalmente artística y hacen cosas geniales que nada tienen que ver con la realidad, como otros que se pasean por varias categorias. Aunque en lo personal, creo que toda fotografía tiene aunque sea un mínimo de documental.
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Yo creo que el arte nunca se apartará de la fotografía, por ser arte en sí mismo. Creo que depende mucho más del dramatismo que le pueda entregar el fotógrafo, utilizando las herramientas como encuadres, contrastes etc. Excelente post.
Totalmente. El fotógrafo tiene un lenguaje para expresar su forma de ver la realidad, y hacerlo desde su propia emotividad. Cada obra está fundamentada sobre sí misma. Gracias por tu apreciación.
Excelente amigo, buena publicación, saludos
Mil gracias.
Me sorprende gratamente de como escribes referente a una profesión o hobby que para muchos puede llegar a ser hasta superficial, nada más alejado de la realidad, estudie una carrera que nada que tiene que ver con sensibilidad, no obstante me apasiona porque somos un universo lleno de diversidad y que mejor que la fotografía para captar lo esencial de la imagen. :)) Felicidades