Como de costumbre, cada vez que tengo algunas vacaciones cortas o algún tiempo libre, soy mandado de visita a la casa de mi abuela. No era raro que en los día libres que me dieron en el colegio, mi madre se apresurara a preguntar "¿No has pensado en ir a visitar a tu abuela?" que por traducción era "Te vas a ir de nuevo al pueblo lejano donde vive tu abuela, para que pases un rato de nuevo con ella, o sino pondré todo mi esfuerzo y tiempo en recriminarte que no la quieres ver y que eres un mal nieto dándote así una culpa inexistente con carga emocional y moral" Que buena jugada tienen las madres para saber donde darte y convencerte de algo, ya había sufrido por mi necedad anteriormente, y esta era una batalla ya perdida, negarse a ir no era opción.
De todas formas, ir de visita a casa de mi abuela no era ninguna molestia, incluso me agradaba, era un lugar donde podía leer en la paz que envolvía al pueblo entero, de poco ruido y ningún parecido a la ciudad molesta en que vivo. Todo allí sería perfecto, si no fuera por dos detalles: uno, la señal telefónica es realmente horrible, por no decir cosas peores. Dos, Mi primo mayor, quien portaba una actitud muy parecida a lo que sería un hermano mayor bravucón y juguetón de cierta forma, quien se empeñaba intensamente en perturbar mis horas de descanso y de lectura. A pesar de estos... inconvenientes, las visitas al pueblo me parecían en realidad muy agradables.
Era un noviembre durante aquella visita, y justamente el segundo día allí parecía un buen día para leer en la banca frente a la casa, ya que ese pequeño sitio daba una sensación relajante al leer, pero repito, parecía. El día comenzó tranquilo, me levanté y comencé mi rutina como de costumbre, pero esta se vio interrumpida al faltar el desayuno en la quinta silla del comedor, donde mi abuela siempre dejaba mi desayuno, en cambio, había una nota con la inconfundible caligrafía de mi abuela diciendo que ella no podría estar durante todo el día, así que le pidió a su buena amiga, la señora Eugenia, que me preparara el desayuno. Esto significaría que tendría que ir a la pequeña tienda de la buena Eu, como le decían, para desayunar junto a la señora, tienda que quedaba al otro lado del pueblo, en la plaza, y a pesar de no ser larga la distancia, el ocio no me dejaba tiempo para hacer otra cosa; excusa que obviamente no le servía a mi estómago hambriento que ya empezaba a quejarse por la falta de alimentos. Sin embargo, mis energías y ganas de caminar se repusieron completamente al pensar lo agradable que sería leer entre los árboles frondosos del parque que de vez en cuando dejaban escapar algún rayo de sol, creando así una vista increíble de la naturaleza, además había otra razón, al final de la nota ponía "Tranquilo, no estarás solo de todas formas, he llamado a tu primo para que venga a cuidarte".
Después de leer eso, emprendí muy huida rápidamente, equipado con mi libro favorito y unas cuantas cosas en la mochila.
Después de desayunar junto a la buena Eu y su nieta, María José, quien como lo supuse en un principio estaba allí, tomé mi libro y fui al centro del parque, donde me senté bajo uno de los árboles más grandes y viejos, y me dispuse a leer. Estuve un largo rato leyendo, aunque no podría decir con exactitud cuánto ya que pierdo la noción del tiempo al leer, pero después de más o menos una hora, sucedió algo increíble, una hoja cayó sobre la página de mi libro. No es tanto el hecho de la hoja sobre mi preciado libro, sino la serie de eventos que esto desencadenó: después de ver la hoja caer pacíficamente, miré hacia arriba de mí por reflejo, entonces ahí, en ese momento, pude ver arte sucediendo ante mis ojos; las ramas se mecían pacíficamente de un lado a otro, gracias a la agradable brisa que paseaba por el parque con un hermoso olor a naturaleza, mientras pequeños rayos luminosos penetrando a través de los brazos fuertes de los imponentes y viejos árboles, los cuales dejaban esos espacios no solo para dejar entrar luz, sino para deleitar la vista, mostrando un cielo azul, calmado lleno de nubes y alguna que otra ave que surcaba los serenos cielos. Disfrutaba de la escena, hasta que María José llegó interrumpiendo mi deleite.
No me quejo en realidad, me debí haber visto algo tonto embobado por algo tan simple, pero desearía haber podido disfrutar un poco más de ese momento. María José, una chica de mi edad muy linda, inteligente, simpática y educada, siempre había sido mi amiga, desde que tengo memoria del pueblo, siempre que iba de visita no tardaba en aparecer por la casa intentando convivir un rato conmigo, aunque nunca entendí su interés por nuestra conversación, normalmente la frenaba en un intento brusco de seguir leyendo, pero ella parecía disfrutar de mi compañía. Me preguntó que observaba mientras buscaba torpemente con la mirada lo que pudo haber captado así mi atención, pero en su rostro noté la confusión y cierta decepción cuando lo único que pude responder fue "el cielo".
Tras una breve charla, me di cuenta que ya eran las dos de la tarde y pronto mi primo comenzaría preocuparse al no verme, si es que recordaba que vino a cuidarme, claro está. Me despedí de María José con un abrazo y apresuré el paso de regreso a casa de mi abuelo, pero antes de poder irme, María tomó mi mano y dijo casi como una orden "Nos vemos aquí a las seis, es una promesa, te estaré esperando". Promesa que me fue impuesta sin derecho a negarme. Volví lo más rápido que pude, el cielo empezaba a nublarse, parecía que una fuerte lluvia llegaría esa tarde.
Al llegar sentí un fuerte alivio, mi primo no estaba allí aún, pero como tal cual me hubiera leído la mente, escuché el inconfundible ruido del motor moribundo de la vieja camioneta roja... Mi querido familiar había llegado. Un rayo cayó y la lluvia con él, una muy fuerte, casi como si también el cielo hubiese leído mi mente y notado mi desagrado por las visitas de mi primo. Me saludó empezamos la charla como habitualmente lo hacíamos: "¿Creciste?" Un poco "Mírate ¡Ya eres todo un hombre!" Ajá, si tu lo dices... "¿Cómo están tus padres?" Bien, como siempre supongo "¿Cómo van las clases?" Bien, como siempre. Y así seguía con una gran cantidad de preguntas tediosas, que no importaba si nos habíamos visto hace un mes, nunca cambiaban. Después de eso empezaba con las bromas, y "juegos" que a él tanto le encantan, pero esta vez fue diferente, solo terminó diciendo esto Me han dicho que te han visto hablando con la nieta sosa de Eu ¿Acaso te gusta? Porque estoy seguro que tu sí a ella.
Negué con la cara sonrojada, no me gustaba ¿o tal vez sí? Nunca lo había pensado en realidad, no suelo pensar en cosas absurdas como esas. Aún así, mi primo había encontrado algo con que molestarme.
Ya faltaba un cuarto para las seis, seguía lloviendo. Recordé la promesa (orden) que María me había hecho. "Te estaré esperando", esas palabras sonaban en mi cabeza repetidamente y me llevaban a imaginarme a ella, sola, esperándome bajo la lluvia; era muy improbable que ella estuviera allí de tomas formas, pero ¿Y si en realidad sí estaba allí? todo esto lo estaba discutiendo en privado conmigo mismo frente a la puerta de la casa cuando me di cuenta que tenía a alguien más escuchando, alguien que tomó la decisión por mí y me lanzó hacia la calle, en medio de la fuerte lluvia: mi adorado primo.
Mi suéter se mojaba progresivamente, a la misma velocidad que crecían mis deseos homicidas. Volteé lentamente, y supongo yo, mi cara, irradiando amor y aprecio, tuvo que haber sido un poema, y uno muy bueno, como para que mi primo se tirara al suelo en medio de risas y carcajadas, luego se levanto mientras yo terminaba de idear en mi cabeza como lo molería a palos más tarde, y dijo "Ahora que ya estás mojado, lo mejor sería que fueras al encuentro de tu amada" intentado imitar algún tipo de pose de damisela en apuros.
Molesto, mojado y con frío, fui al parque. Sé que no debería de haberme sorprendido, pero admito que me sentí algo decepcionado al no encontrar a nadie en el lugar donde se supone, nos veríamos. Claro, pero eso no fue todo, por supuesto que encontré algo para mí. Por lo visto, en medio de mis prisas, dejé tirado mi libro favorito antes de irme, libro que ahora se encontraba totalmente empapado y obviamente arruinado. Miré al cielo nuevamente, se veía triste.
Las gotas seguían cayendo con fuerza, y lo que antes fue un colorido azul lleno de vida, ahora era una mezcla de tonos grises oscuros. Casi parecía que el cielo lloraba porque me tenía lástima, y cuando ese pensamiento cruzó por mi mente, sentí un nudo en mi garganta, como si yo mismo fuese a llorar, sentí lástima por mí mismo. Decidí volver a casa de mi abuela, solo estaba perdiendo mi tiempo, o eso creía, porque al voltearme vi a María José, parada allí, completamente empapada.
Su expresión lo decía todo, ella también tenía la misma preocupación que tuve yo hace unos minutos en la casa "¿Me estará esperando allá?"
Corrió torpemente hacia mí y me abrazó, después de eso me llamó estúpido, ¿Cómo se me ocurría ir a encontrarla si estaba lloviendo tan fuerte?... Pero al final si fue. Me hizo feliz, de verdad. Ahora sé lo tonto que nos debimos ver allí parados, abrazados en la lluvia, pero eso no importaba en eso momento, ni tampoco el hecho de que seguramente me iba a resfriar después. En algún momento decidimos separarnos, supongo que debimos durar bastante tiempo así ya que la lluvia empezaba a escampar, dejando ver un hermoso cielo estrellado, nuevamente perdí la noción del tiempo, casi como si estuviese leyendo un libro.
Después de ese largo abrazo, nos quedamos contemplando las estrellas, o por lo menos eso intentaba, estaba demasiado nervioso, ahora mi mente ya me había aclarado la duda, y claramente me gustaba María José. No sabía si tomar su mano, no sabía qué hacer, ni siquiera sabía si era un buen momento, por Dios, nunca había intentado nada con una chica, y lo que había leído en libros no me ayudaría en nada ya que, a causa del nerviosismo, no me acordaba lo que alguna vez pude haber leído sobre el tema. Estaba a punto de huir, no tenía idea de qué hacer, pero sin previo aviso, ella tomó mi mano, como si me pidiera que no me vaya. Luego se tiró en la grama húmeda, llevándome así con ella, quedamos lado a lado, ahora estaba mucho más tranquilo, como si todo encajara a la perfección. Quería hablarle, pero no sabía de qué, de todas formas creo que el silencio estaba bien, en realidad, todo estaba bien, podía quedarme así toda la vida.
Entonces sin previo aviso, ella me pidió que volteara a verla, quedamos viéndonos a los ojos, amaba esos ojos claros. Luego, plantó en mis labios el beso más inocente, para después recostar su cabeza en mi hombro. Quedé impresionado, fue tan inesperado que no pude pensar ninguna reacción, entonces volví a verla, descansando sobre mi hombro. Decidí simplemente seguir disfrutando la vista del firmamento nocturno, ahora apreciando el momento de verdad: miles de estrellas que parecían bailar en el cielo, pequeños destellos de luz que manchaban el gran telón negro.
Ese día vi muchas cosas hermosas, que antes no había notado: la chica que hoy en día es mi pareja, el cielo que nunca logré ver de esa manera, y lo hermoso que hay en atesorar cada momento, por mínimo que sea, porque se convierten en recuerdos que brillan en la oscuridad de nuestra mente, como estrellas en la noche.
Ese día fue un mal día para leer, porque además de que destruí mi libro favorito, no pasé ni siquiera del cuarto capítulo.
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¿Cómo es posible que esto no tenga ni un comentario?. Gracias por hacer mi mañana agradable con esta tranquila lectura, abrazos.
Muchas gracias, de verdad, me alegra que te haya gustado!